Algo tendrá el cielo, cuando el hombre ha clavado en él su mirada desde que se irguió sobre sus patas traseras poniéndoles el honorable nombre de piernas. Por lo muchísimo que se empleó en la contemplación del cielo, hasta sería legítimo suponer que éste fue el principal motivo por el que decidió levantar su cabeza del suelo y andar erguido.
El caso es que cuando necesitó asignar nombres a los días, decidió que habían de ser los astros que nos son más próximos quienes los presidiesen y gobernasen. Y por supuesto estos astros tenían el carácter de divinidades empezando por el Sol, que los presidía a todos. Pero eso no fue siembre así: los babilonios dedicaron los siete días de la semana a siete divinidades, que no eran los siete astros, que tenían su propia entidad.
Fueron los alejandrinos los que hicieron coincidir divinidades y planetas en la denominación (y por tanto en la dedicación) de los días de la semana. Y fue probablemente a partir de que el número 7 representaba importantes realidades (como los 7 astros principales), la razón por la que acabó siendo considerado como número sagrado y afortunado tanto por los babilonios como por los demás pueblos de aquella área cultural, en especial los judíos.
De ellos hemos heredado la consideración de sagrado para el número 7. Ellos adoptaron también la semana de 7 días, y no precisamente de los egipcios, porque en esto parece que les llevaron delantera. Llama especialmente la atención el interés que puso la cultura judía en el asentamiento de la semana de 7 días. Precisamente el relato de la creación se convierte en el patrón divino de la semana, forzando incluso el relato; porque siendo 8 las obras de la creación, Moisés reúne dos en el 3er día y otras dos en el 6º, para que se complete toda la obra en 6 días y quede el séptimo para descansar.
Del contexto bíblico se deduce incluso que todo el relato de la creación, y por tanto la semana, tiene como núcleo no los seis días de trabajo, sino el único día consagrado al descanso a través del culto a Dios. Ese día de culto era para los judíos el sábado, mientras para los cristianos fue el domingo.
Los clérigos de ambas religiones entendieron que aunque fuese el último en el relato bíblico, debía ser el primero en importancia, y por eso lo pusieron como el primero de la semana. Pero en nuestra lengua y en nuestra cultura seguimos iniciando la semana por el lunes y acabándola el domingo. Incluso los ingleses, que empiezan la recitación de los días de la semana por el domingo (sunday), se contradicen al referirse como week end, fin de semana, a los días festivos de ésta (antiguamente, sólo el domingo, y luego, con el avance de la semana inglesa, ya hasta el viernes). Es decir que en fin de cuentas siguen considerando el domingo como último día de la semana.
En cuanto a los nombres, es evidente que los recibimos de los romanos con los de los astros (el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno); y así los mantuvimos, exceptuando el sábado (sabbath = descanso) y el domingo (dies domínica = día del Señor). La iglesia quiso proscribir los nombres de los dioses paganos, pero sólo lo consiguió en la liturgia, no en cambio en el lenguaje corriente: manteniendo los nombres de sábbatum y dedomínica, a los demás días de la semana los llamó feriae: La feria prima, que tenía ya su nombre propio, era el domingo; el lunes se llamaba y se sigue llamando en la liturgia, feria secunda; el martes, feria tertia; el miércoles, feria quarta; el jueves feria quinta, y el viernes feria sexta. Sólo el portugués ha conservado estas denominaciones.
Son de notar las variaciones en algunas lenguas de nuestra cultura: el martes se llama en alemán dienstag (día de servicio –militar, es decir día de la guerra); al miércoles lo llaman los ingleses wednesday (día del dios Woden); en alemán lo llaman mittvoch (media semana); el jueves, que los romanos dedicaron a Júpiter tonante, es decir el dios del trueno, los ingleses lo llamaron thursday (día de Thor, el dios del trueno), y de forma parecida en otras lenguas nórdicas; el viernes, que antes de que dominase de nuevo el paganismo se llamó en toda España feria sexta, tiene en inglés el nombre defriday, y en alemán el de freitag (día de libertad, referido a la que se tomaba por ser el día de Venus, la diosa del amor); y el sábado lo llaman los alemanes sonn-abend (tarde o poniente del Sol).