La corriente oficiosa
empecinada en descalificar a la lucha magisterial recurre a las encuestas para
demostrar que un amplio sector de la población de la ciudad de México detesta
las movilizaciones y plantones de docente afiliados a la Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación (CNTE) porque han generado problemas de diversa
índole. Han desmadrado a la capital del país.
Mecanismos elementales de
esa corriente que se identifica con el oficialismo, cuyo pecado es ser la parte
gobernante del momento. Más de 19 millones de mexicanos votaron por Enrique
Peña Nieto. Y en estos asuntos cada quien habla según la va en la fiesta o el
color de la bandería a la que pertenece, defiende o denuesta.
Así, priista, perredista o
panista, todo se justifica, hasta ser omiso en aplicar la ley; y del lado
contrario se sustenta la beligerancia en la supuesta amenaza de perder el
empleo. Aunque suele asumirse la amnesia política por el cobro de espacios y la
apuesta por la prevalencia de cotos de poder que son cacicazgos como los hay en
el magisterio disidente y el llamado oficial.
Unos tienen la ley en la
mano, otros la educación de millones de escolapios que, en los estados de
Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán y hasta en la ciudad de México se han
quedado sin clases.
Empero, el del magisterio
disidente es un asunto que se complicó cuando a la puerta de sus caciques tocó
una nueva forma de relación con el gobierno federal, acostumbrados como estaban
a consecuencia de la descentralización educativa, de manotear y arrinconar a
los gobiernos estatales o de plano doblarlos en sus pretensiones, cuando no
entrar en complicidades y prebendas con éstos, tal cual fueron los casos de
Michoacán, Oaxaca y Guerrero, casualmente.
Las marchas contra la
reforma educativa superaron a aquellas movilizaciones que, vísperas de
discutirse el Presupuesto de Egresos de la Federación, se organizaban en la
capital del país con una mezcla de maestros de la CNTE y del SNTE para
presionar por el incremento al gasto educativo que, de suyo, implicaba aumento
salarial.
Y no pasaba nada. Como nada
ocurría con los artificiales movimientos de protesta magisterial en demanda de
mejores condiciones de trabajo, vísperas de la celebración del Día del Maestro.
Era el tema elemental de unas horas. Y punto.
Pero resulta que, desde el
inicio de la administración de Carlos Salinas de Gortari, una vez defenestrado
Carlos Jongitud Barrios del cacicazgo del SNTE, se impulsó la modernización
educativa, a la que se opuso, por aquellas cosas de la vida política y la pretensión
de posicionarse, la profesora Elba Esther Gordillo Morales.
Y el enemigo a vencer fue el
entonces secretario de Educación Pública, Manuel Bartlett Díaz, quien
renunciaría al cargo el seis de enero de 1992 y su tarea la seguiría
acompasadamente y de la mano con la profesora Gordilla, Ernesto Zedillo Ponce
de León. Bartlett se fue de gobernador de Puebla y Zedillo de candidato
emergente y luego presidente de México; ambos dejaron en el archivo esa tarea a
la que la profesora Elba Esther echó paladas.
Cuestiones de la vida. Hoy
el senador Barlett, instalado en el otro lado de la acera política, desde la
sui generis oposición del Partido del Trabajo, votó en contra de la Ley General
del Servicio Profesional Docente. Es posible que en dos décadas haya olvidado
ese mensaje que registra en su blog, publicado en su momento en La Jornada,
nota de la colega Elvira Vargas, cuando renunció a la SEP. A saber:
“Manuel Bartlett Díaz,
titular saliente de la SEP, dijo que ningún interés personal, de grupo o sector
está por encima de la educación, “y me refiero también al mío propio”, aseguró.
“Según Bartlett, la
modernización educativa del país se inició luego de un diagnóstico severo, “sin
maquillaje”, que a dos años de haber sido implementado ha logrado avances. Un
programa así, recalcó, no es fácil, tampoco imposible; “se está haciendo (y)
habrá de concluirse”. Añadió que la calidad y la equidad de la educación es,
más que un compromiso, un imperativo constitucional, moral y político.
“La Jornada. Ofrece el
titular de la SEP continuar el proceso de modernización educativa. Rosa Elvira
Vargas, p. 8”
Se trataba, indudablemente,
de una tarea que habría permeado en una reforma constitucional en materia
educativa. Pero ni Zedillo ni Fox y menos Calderón tuvieron interés en ir más
allá.
Porque, mire usted, siempre
de acuerdo con lo referido en el blog del senador Bartlett, “con base en las
disposiciones señaladas en el artículo 16 de la Ley de Planeación, y en
congruencia con el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994, se presentó el
Programa de Modernización Educativa, resultado de la Consulta Nacional que se
llevó a cabo en todo el territorio nacional. En esta Consulta participaron
maestros, padres de familia, profesionistas, intelectuales, empresarios,
representantes de los diversos sectores y la sociedad en general.
Los temas que
se trataron se divulgaron a través de
una serie de cuadernos que se titularon “Modernización educativa
1989-1994”, algunos títulos de esta serie de cuadernos son:
“Hacia un nuevo modelo
educativo; Perfiles de desempeño para preescolar, primaria y secundaria; La educación
media superior en México; Evaluación de la educación superior; Programa
Nacional del Posgrado; Evaluación de la investigación científica”. Interesante,
interesante. Y, bueno, ¿dónde se atoró la Modernización Educativa? Digo.