El estilo jocoso y sarcástico del candidato del partido Republicano a la
Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, obliga a los medios de
comunicación a desviar o atraer la atención hacia su persona según su
conveniencia sobre su plataforma política, que es la del encono. Durante las
olimpiadas de Río 2016 su participación no iba a ser la excepción.
La manera
irreverente de referirse a su contrincante demócrata Hillary Clinton, o incluso
con los miembros de “su” “team” –partido-, no solo está lejos de lo
políticamente correcto, también de lo públicamente correcto. Primero, no le
importan los modales políticos porque no es político. Segundo, cree que
levantando el dedo meñique lo hace socialmente correcto.
De la
forma como manipula a los medios de comunicación con sus declaraciones se podría
interpretar que no le
interesara llegar a ser presidente, es como si tratara de darse una divertida
de aquellas. Algunos medios quieren darle seriedad a la campaña pero caen una y
otra vez en las trampas de Trump como en alberca olímpica, sin agua.
En
EU mofarse o no tomar en serio a políticos latinoamericanos ya no solo es
exclusivo para países izquierdosos que tienen a payasos peligrosos como
políticos. Pues en casa ya se tiene la versión original del político
improvisado que pretende defender a las masas como los héroes de historieta
estadounidense, como esos que usan el traje de baño por fuera de su vestimenta.
Cada
vez que Trump sale con sus ocurrencias –algunas son verdades- lo hace sin
respaldar lo que dice. Esa actitud lo acerca cada vez más al borde de la
plataforma de diez metros de la alberca política como si se tratara del
trampolín de tres metros.
Ya
participó en todas las disciplinas: salto hacia adelante, hacia atrás,
invertido, parado de manos, sincronizado, con giros, piruetas, etcétera. Los clavados se clasifican según aproximación, despegue,
elevación, ejecución, entrada al agua y dificultad. Pues Trump ya cumplió con
todas y va por el oro.
Ahora,
intenta dar su último clavado a nivel master con alto grado de dificultad: un
salto ‘parado’ en las yemas de los dedos y de espalda justo en la orillita del
trampolín con sonrisa sarcástica y a ojos cerrados.
Pero no se
ha dado cuenta que la alberca está vacía, no escucha las advertencias de que se
va a estrellar de trompa o de panzazo en el fondo para acabar como taco salad.
Cómo detenerlo si está determinado a ser noticia, a imponer un nuevo estilo:
el trumpolín.
Por lo pronto ya
gano la sátira de oro en estas olimpiadas electorales aunque acabe sin dientes,
así las porras de su contrincante Clinton lo descalifiquen, confiados en que
ella sabrá flotar correctamente en aguas turbias de la política y en caso de
necesitarlo, le lanzarán salvavidas por si el político olímpico la
jala hacia el fondo.
Entresemana.mx