El municipio de
Chilpancingo siempre será el centro de la atención política, ya que es la sede
de los poderes públicos del estado de Guerrero y el mejor espacio para que las
organizaciones sociales, sindicatos y los partidos políticos realicen marchas,
mítines y bloqueos.
Cada tres años, los
capitalinos eligen presidente municipal. El 1 de julio de 2018, el PRI perdió
por primera ocasión el poder en la capital del estado con un ex priista:
Antonio Gaspar Beltrán.
La tan anhelada
alternancia se consumó, ya que hubo una promesa de cambio en la forma de
gobernar. O sea, más sensibilidad para atender a la ciudadanía, orden en las
finanzas, servicios públicos eficientes y un gobernante cercano a su pueblo.
Toño Gaspar se ganó con
trabajo el respaldo de miles de chilpancinguenses y supo aprovechar el hartazgo
hacia el PRI.
A casi un año de gobierno
perredista en la capital, la mayoría de los ciudadanos se preguntan: ¿valió la
pena que el PRI se fuera y llegara otro partido a gobernar la cuna de los
Sentimientos de la Nación?
Las protestas sociales
persisten y el divisionismo en el Cabildo es más que evidente. Y todo porque el
presidente Antonio Gaspar carece de un equipo eficiente de colaboradores.
La mayoría de los que
ocupan importantes Secretarías, Direcciones y otras posiciones del organigrama
municipal dedican más tiempo en atender sus asuntos político-personales y
abandonan a su suerte al señor alcalde.
Toño Gaspar tiene la mejor
intención de que a Chilpancingo le vaya bien. Y tiene razón cuando señala que
recibió un Ayuntamiento en bancarrota. Pero es necesario que cambie de
estrategia y busque una solución para que sus adversarios no lo sigan señalando
que le quedó grande el cargo de presidente municipal.
Hace unos meses señalé en
este espacio que era urgente y necesario que sacudiera el árbol (gabinete) y se
deshiciera de las manzanas podridas (malos colaboradores).
Algunos de los que
llegaron con él a la Alcaldía no tenían experiencia en la administración
pública municipal ni en lo que respecta a la operación política. Se entiende
que les dio una oportunidad como una forma de agradecimiento por el apoyo que
le brindaron en sus dos campañas políticas.
Si las cosas continúan de
la misma manera, Toño Gaspar puede terminar igual o peor que Marco Antonio
Leyva Mena, su antecesor en el cargo.
Al alcalde capitalino le
urgen buenos operadores políticos y mejores perfiles en las Secretarías y
Direcciones.
El amiguismo, el
compadrazgo y el pago de cuotas políticas no deben ser motivo para que un
gobernante tome decisiones firmes.
El pasado 14 de septiembre
rindió su primer informe de labores. Y lo hizo sin la presencia de la mayoría
de los ediles. Solamente 7 (de 15) lo acompañaron en el auditorio “Sentimientos
de la Nación”. Un mensaje negativo.
Y, ¿quién podrá resolver
esa crisis de gobernabilidad al interior del Cabildo? Nadie más que él.
Ojalá recapacite pronto,
antes de que sea demasiado tarde.
Urge más política y orden
en la administración. E insisto, necesita hacer ajustes en su gabinete y tener
operadores políticos eficientes. Es cuanto.
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