NORMA ROSAS |
Sin importar cuál sea el
desenlace, el mundo no será el mismo después de la crisis del coronavirus,
nunca en esta generación se había visto una contingencia a escala tan grande y
con consecuencias tan sensibles a nuestra forma de coexistir, las lecciones que
de esta pandemia aprendamos serán cruciales, para prevalecer en un mundo cada vez
más cambiante y desafiante, donde las acciones del ser humano afectan cada vez
más el delicado equilibrio sobre el que se sostiene la supervivencia de todas
las criaturas del mundo.
En una era de medios
masivos cuando parece que la sabiduría de toda la humanidad está al alcance de
la mano, curiosamente es la desinformación la que se ha convertido en el mayor
obstáculo para entender y actuar en contra de este agente viral.
La televisión y nuestras
redes sociales se han llenado de historias que van desde reportes médicos
apócrifos hasta verdaderos disparates emergidos de nuestros delirios más
paranoicos, nos hemos inventado curas milagrosas inverosímiles y planes
maquiavélicos para tomar por asalto el nuevo orden mundial, sin que nos quede
claro lo más elemental de esta cuestión, el cómo actuar en contra de una
amenaza que no conoce ideologías, discursos políticos o agendas personales.
A lo largo del caótico
drama que ha sido nuestra civilización no pocas epidemias han puesto en vilo a
nuestra especie, enfermedades como la peste bubónica, que disminuyó la
población de la Edad Media, el cólera que todavía causa estragos en Africa o la
sífilis, que afectó al 15% de la población europea a principios del siglo XX,
por no hablar del SIDA que 40 años después acumula 35 millones de fallecidos en
todo el mundo, comparado con estos, COVID-19 parece ser una enfermedad mucho
mas inofensiva, los investigadores señalan que entre cinco y 40 casos de cada
1.000 contagios serán fatales, con una aproximación más precisa de nueve casos
de cada 1.000. Es decir, el 1%.
Pero la medición del
impacto por este padecimiento va mas allá, porque la crisis del coronavirus es
ante todo una amenaza para la salud pública, pero también es, y cada vez más,
una amenaza económica.
De acuerdo a estimaciones
de Naciones Unidas, el impacto de la enfermedad desencadenará una recesión en
algunos países y una desaceleración del crecimiento anual global por debajo del
2.5%, el impacto resultante en el ingreso global en comparación con lo que los
pronósticos habían proyectado para 2020 será de alrededor de un billón de
dólares, en el mejor de los escenarios, y de dos billones, en el peor.
Evidentemente nos
encontramos a la expectativa de lo que se avecina, de lo que ha de venir, para
el mundo entero en cuanto al COVID-19; pero como lo dije antes, se cual sea el
teatro de acción sobre el que tendremos que actuar, la historia que tuvo su
origen a finales del 2019 es un recordatorio de lo frágiles que podemos llegar
a ser y de lo endeble que es nuestra supuesta superioridad sobre otras formas
de vida.