Si hay algo que caracteriza al “súper” delegado del gobierno federal en
Guerrero, Pablo Amílcar Sandoval
Ballesteros, es su capacidad de mentir.
A los cuatro vientos grita y presume que es un hombre de izquierda y
comprometido con la transparencia y rendición de cuentas. Pero sus acciones demuestran
lo contrario.
Desde su nombramiento como delegado de los Programas Integrales para el
Desarrollo en el estado de Guerrero, ha sido evidente que utiliza a los mal llamados “Servidores de la Nación” para promocionar
su imagen con miras a la elección de 2021.
Al igual que su hermana Irma Eréndira (titular de la Secretaría de la
Función Pública) y su cuñado el norteamericano John Mill Ackerman, Pablo
Amílcar es un funcionario fifí, enemigo de la transparencia e intolerante a la
crítica.
Nadie está en contra de que aspire gobernar a la entidad suriana. Lo que
se cuestiona es su insensibilidad para atender los problemas sociales, como es
el caso de las protestas que realizan los campesinos excluidos del padrón del
fertilizante. Y se entiende. No nació en Guerrero, sino en la Ciudad de México.
Y lo que es peor: se rodea de
pésimos asesores y colaboradores igual o peor de soberbios que él.
Recordemos que similares atraen a
similares.
Pablo Sandoval Cruz y Pablo Sandoval Ramírez, su abuelo y padre,
respectivamente, sí nacieron en Guerrero. El primero en Acatempan, municipio de
Teloloapan, y el segundo en Tixtla. Ambos personajes también buscaron en su
momento la gubernatura de la entidad (1987 y 1999).
Mientras su padre y abuelo fueron perseguidos políticos en los años 70s
por luchar a favor de las causas sociales, Pablo
Amílcar Sandoval es un ambicioso vulgar, ya que tiene una obsesión enfermiza
por el poder.
Desde la “súper” Delegación del gobierno de la 4T en la entidad controla
el Congreso local, a través de su pelele Jesús
Villanueva Vega, coordinador de la bancada de Morena y presidente de la
Junta de Coordinación Política (Jucopo). Sí, el político que llegó a ser
diputado local gracias a un hecho de sangre en la región de Tierra Caliente y
que ha incumplido en dar a conocer públicamente las auditorías practicadas a
sus predecesores.
Durante cinco años controló la dirigencia y
el Consejo Estatal de Morena.
El pasado 9 de junio y mediante el oficio CNHJ-176/2020, la Comisión
Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) le comunicó a Marcial Rodríguez Saldaña que, ante la ausencia de un presidente en
el Comité Ejecutivo Estatal (CEE) de Morena, le corresponde a él asumir ese
cargo.
El “súper” delegado fifí también quiso
controlar a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), pero topó con pared,
ya que la gran mayoría de los universitarios apoyan al rector Javier Saldaña Almazán.
Pablo Amílcar es experto en abrir varios
frentes de batalla, tanto al
interior como al exterior de Morena. En eso nadie le gana.
No entiende (ni entenderá) que la política es
el arte de sumar, no de restar ni de dividir.
La mayoría de los campesinos lo ven como su principal enemigo, ya que no
ha sido capaz de gestionar ni entregar (a tiempo) más fertilizante en las 7
regiones de la entidad.
Y, lo más lamentable, los Servidores
de la Nación (su ejército electoral) han sido exhibidos y denunciados de
utilizar los programas sociales para inflar su imagen como aspirante a la
gubernatura, a tal grado que varios personajes de Morena han reprobado tal
situación y han anunciado proceder legalmente contra el funcionario federal.
El pasado jueves (16 de julio), el diputado federal por el distrito 08
de la Costa Chica, Rubén Cayetano García,
posteó en Facebook:
“Lo peor de lo peor, lamentablemente nos vino a tocar a nosotros: Hacer
repetir el nombre del delegado federal en Guerrero a adultos mayores y
beneficiarios de programas sociales para que se aprendan su nombre y le
agradezcan los apoyos como si fueran erogados de su bolsa, es la forma más ruin
de ofender su dignidad como personas humanas, además de atentar contra la
democracia por ambiciones vulgares y electoreras. Da pena ajena; voy a
proceder, no dejan de otra. ¡Así no!”.
Esto lo comentó luego de que el coordinador del programa de Adultos
Mayores, Bernardo Aguilar Burgos, fuera video grabado en la comunidad de San
Jerónimo El Grande, municipio de Ajuchitlán del Progreso, de la región de
Tierra Caliente, entregando apoyos y arengando a los beneficiarios para que
repitan el nombre del “súper” delegado federal.
El video de dos minutos circuló en las redes sociales, y claramente se
escucha a Bernardo Aguilar decir:
“Les diré el nombre del jefe, porque la siguiente vez les voy a
preguntar cómo se llama el responsable directo de los programas sociales en
Guerrero”.
Y en varias ocasiones repite: “Nuestro delegado se llama Pablo Amílcar
Sandoval Ballesteros”.
La intención es evidente: posicionar el nombre del delegado del gobierno
federal en la entidad, quien está desesperado porque la candidatura de Morena –que
presumía tener– ya se le cayó.
Lo cierto es que Pablo Amílcar Sandoval no levanta su precampaña ni con
la levadura que le ponen a los gansitos (AMLO dixit). Está moralmente
derrotado, ya que está por debajo de Luis
Walton Aburto y otros personajes, en lo que respecta a simpatías dentro y
fuera de Morena.
Insisto, la percepción que tienen la mayoría de los guerrerenses de él
es que es un funcionario fifí, un pésimo político, un ambicioso vulgar y que se
aprovecha de su cargo y de la imagen de su abuelo y de su padre para escalar
políticamente.
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