MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
El poder es el poder. Para
lograrlo y mantenerlo se apuesta todo y se pierde todo.
Y todo es todo, incluso
incurrir en esa singular amnesia selectiva que implica el olvido de agravios
para asumirlos parta de la historia sin fin, efeméride recurrente, sustancia
discursiva que se somete a la sonrisa y el apretón de manos virtual y la
ausencia de rubor.
No quiero ser aguafiestas
para aquellos que anoche, 08 de julio de 2020 echaron cohetones al cielo y
calificaron “todo un éxito” al encuentro López Obrador-Trump en la Casa Blanca,
los declarados amigos que, sin duda, por el momento estelar olvidaron la
retahíla de descalificaciones que se recetaron en campaña.
Y ambos andan en campaña.
Disculpe usted la perogrullada pero antes, durante y después de la apoteósica
entrada, a los prístinos terrenos de Casa Blanca, de la camioneta blindada en la que Andrés
Manuel se trasladó como uno de los machuchones y fifís que son su clientela
cotidiana en la mañanera palaciega, de uno y otro lado de la frontera los
fanáticos y simpatizantes seguidores del licenciado López Obrador y del
bachiller de ciencias Donald John Trump negarán que éstos andan en campaña.
Pero…
“Algunos pensaban que
nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera inevitable al
enfrentamiento. Afortunadamente, ese mal augurio no se cumplió y considero que
hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras buenas
relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos”, acotó el
señorpresidente de México, en su mensaje en la declaración conjunta, en el
Jardín de las Rosas.
¿Se percató usted, si es
que siguió este encuentro entre Andrés Manuel y Donald John, que ambos
aludieron al respeto por los pueblos que gobiernan? Nada de malas referencias,
nada de la vejación a los indocumentados, a los que el tabasqueño llama héroes
porque mandan remesas que superan a los ingresos petroleros, pero ni una
palabra que les garantice el retorno con un empleo bien remunerado.
¡Ah!, pero sin duda se
trataba de que el encuentro fuera terso, despojado de malas vibras como las de
aquellos mexicanos que hicieron pasar un mal rato al licenciado Andrés Manuel,
cuando en la guardia de honor, una vez depositada la ofrenda floral al pie de
la estatua del benemérito Benito Juárez, le exigieron renuncie al cargo y le
reclamaron su mal gobierno.
Pero, bueno, la porra del
pueblo bueno, llegada desde varias ciudades estadunidenses a Washington, gritó
vivas al presidente mexicano al grado de que una dama confesó no haber dormido
porque sólo pensar que iría a ver de cerca y apoyar a licenciadopresidente, le
quitaba el sueño.
Caray, por supuesto, en
todos lados se cuecen habas y, bueno, seguramente en la mañanera del viernes
Andrés Manuel volverá a dictar cátedra contra los conservadores y derechistas
que lo persiguieron hasta Estados Unidos porque no tienen vergüenza y a fuerza
buscan descalificar su buena obra. Porque…
“Celebro este encuentro
con usted, presidente Donald Trump. Mi visita obedece, en buena medida, a la
importancia que tiene, sobre todo, en estos tiempos de crisis económica
mundial, la entrada en vigor del Tratado de libre comercio entre México,
Estados Unidos y Canadá”, puntualizó López Obrador y, por si el bachiller Trump
no lo sabía, le dio una probadita de esas clases de historia que suele recetar
a los colegas que cubren las mañaneras, pero los colegas de verdad, no la
pléyade que recita preguntas y se mimetiza con Luxor y Mohauk, las mejores
alfombras. Leamos:
“Como es sabido, América
del Norte es de las regiones económicas más importantes del planeta. No
obstante, nuestra región es inexplicablemente deficitaria en términos
comerciales; exportamos al resto del mundo tres mil 579 billones de dólares,
pero importamos cuatro mil 190 billones de dólares; es decir, mantenemos un
déficit de 611 mil millones de dólares, lo cual se traduce en fuga de divisas,
menores oportunidades para las empresas y pérdida de fuentes de empleos”, dijo
el señorpresidente con voz magistral, bien acomodada, no la aguda harto
conocida.
Y, bueno, ya entrado en
gastos, como Oráculo del T-MEC, donde Andrés Manuel, disculpándole usar cifras
de hace medio siglo, oteó al futuro con clara visión de estadista en todo lo
alto:
“El nuevo Tratado busca,
precisamente, revertir este desequilibrio mediante una mayor integración de
nuestras economías y mejoras en el funcionamiento de las cadenas productivas
para recuperar la presencia económica que ha perdido América del Norte en las
últimas cinco décadas. Baste señalar que, en 1970, la región representó el 40.4
por ciento del producto mundial y, ahora, esta participación en la economía
global ha bajado a 27.8 por ciento”.
Pero, vaya, fue cauto y
sin duda Donald Trump alzó las cejas, sorprendido por una referencia de alta
empresa. El licenciado López Obrador puntualizó:
“Desde luego, no se trata
de cerrarnos al mundo, sino de aprovechar todas las ventajas que nos brinda la
vecindad, así como la aplicación de una buena política de cooperación para el
desarrollo”.
¿Y sabe usted por qué? El
licenciadopresidente lo acotó con esa experiencia obtenida en el respeto a las
inversiones, obras, programas en marcha como el Nuevo Aeropuerto Internacional
de la Ciudad de México que se cimentaba en el viejo asiento sin agua de lo que
fue el Lago de Texcoco y que encontró cuando asumió el poder el 1 de diciembre
de 2018. Leamos:
“Este Tratado permite
atraer inversiones de otros lugares del hemisferio a nuestros países, siempre y
cuando se cumpla con los principios de producir mercancías de elevado contenido
regional y de procurar condiciones salariales y laborales justas para los
trabajadores del país exportador o importador de bienes de consumo”.
¿Algún problema? Nada,
nada. Todo como día de campo, miel sobre hojuelas, como un taco sin salsa para
no ofender al paladar ajeno. Juzgue usted:
“Ciertamente –citó docto
Andrés Manuel-- en la historia de nuestras relaciones, hemos tenido
desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos
podido establecer acuerdos tácitos o explícitos de cooperación y de
convivencia; por ejemplo, en los años cuarenta del siglo pasado, durante la
Segunda Guerra Mundial, México ayudó a satisfacer la necesidad de Estados
Unidos de materias primas y lo respaldó con mano de obra de los trabajadores
migrantes, que fueron conocidos como “braceros””.
Luego, para no entrar en
polémica con eso del muro que los mexicanos estamos pagando, mucho menos para
contrariar al bachiller Trump en su insistencia de echar de territorio
estadunidense a los dreamers, que en nada se parecen a los jóvenes emprendedores
que dizque andan construyendo el futuro de México, López Obrador puntualizó:
“También, como es sabido,
la historia, la geopolítica, la vecindad y las circunstancias económicas de
ambas naciones han impulsado de manera natural un proceso de migración de
mexicanas y mexicanos hacia Estados Unidos y se ha conformado, aquí, una
comunidad de cerca de 38 millones de personas, incluyendo a los hijos de padres
mexicanos.
“Se trata de una comunidad
de gente buena y trabajadora que vino a ganarse la vida de manera honrada y que
mucho ha aportado al desarrollo de esta gran nación. Asimismo, en México, más
que en ningún otro país del mundo, viven y forman parte de nuestra sociedad un
millón y medio de estadounidenses. De modo que estamos unidos, más que por la proximidad
geográfica, por diversos vínculos económicos, comerciales, sociales, culturales
y de amistad”.
¡Vientos! Ahí tiene usted
que buena parte de esos 38 millones de mexicanos y/o de ascendencia mexicana
que indudablemente se enterarán de este discurso de beneplácito y VoBo del
licenciado Andrés Manuel a favor de su contraparte de Estados Unidos, irán a
las urnas en noviembre entrante para votar y decidir si Donald Trump sigue en
la chamba de Presidente de la Unión Americana o le deja el cargo al demócrata
Joe Biden.
Pero el licenciado López
Obrador igual acarreó agua a su molino en campaña rumbo a las intermedias y la
consulta de 2022 para saber si los mexicanos le dejamos que siga viviendo en
Palacio Nacional o le revocamos el mandato. A saber:
“Ahora que decidí venir a
este encuentro con usted, presidente Trump, en mi país se desató un buen debate
sobre la conveniencia de este viaje. Yo decidí venir porque, ya lo expresé, es
muy importante la puesta en marcha del Tratado, pero también quise estar aquí
para agradecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted,
presidente Trump, por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos
mexicanos.
“(…) Pero lo que más aprecio, es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía (…). Usted no ha pretendido tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente. Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto. Nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano”.
Con música de los violines
de Villafontana, lo dicho: vote por Trump, vote por mí. Total, paráfrasis del
filósofo de Tepito, ¡qué tanto es tantito! Conste.
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