El gran reto de los priistas guerrerenses en 2021 es, sin lugar a dudas, retener la gubernatura, ganar la mayoría de los 28 distritos locales y recuperar las presidencias municipales que perdieron en la pasada elección.
No será un asunto sencillo,
pues se jugará su futuro como instituto político.
De acuerdo a las encuestas
que se han publicado en los últimos meses, Morena es el partido que aventaja en
Guerrero. Pero lo que no dicen dichas encuestas
es que Morena está muy dividido, lo cual es un serio problema para la elección
del próximo año.
Un
partido desunido muy difícilmente puede ganar una elección. Y
en Guerrero ningún personaje de Morena tiene el liderazgo y el arrastre de
Andrés Manuel López Obrador. Todos se
pelean por el control del partido y por la candidatura a gobernador.
Y lo que es peor: si eligen
a un candidato antipático, conflictivo y ambicioso vulgar, los morenistas están
condenados a la derrota. Y eso le conviene, desde luego, al PRI y al PRD, que
no pierden la esperanza de recuperar la confianza de los electores.
El
PRI no está muerto políticamente. Tiene con qué pelear en 2021.
La
buena administración del gobernador Héctor Astudillo Flores, es un punto a
favor para su partido. Tal vez haya quienes no compartan esta
apreciación, pero no debemos olvidar que hasta el mismo presidente López
Obrador ha reconocido el papel que ha realizado Héctor Astudillo en los casi
cinco años que lleva al frente del gobierno de Guerrero y por coordinarse con
el gobierno federal.
Otro punto a favor del PRI
es la unidad que prevalece en su interior. Esteban
Albarrán Mendoza ha demostrado ser un buen dirigente. Y los resultados de
su trabajo están a la vista.
La renovación de los Comités
Municipales, por ejemplo, se realizó sin contratiempos.
Esteban
Albarrán ha privilegiado mucho la unidad, el trabajo en equipo con todos los
integrantes del Comité Directivo Estatal del PRI y el diálogo con las cabezas
de los grupos políticos internos. Y lo más importante: mantiene abiertas las
puertas del tricolor para todos aquellos que en su momento se fueron.
Mientras los morenistas se
pelean como perros y gatos por la candidatura a gobernador, en el PRI prevalece
un ambiente de respeto entre los principales aspirantes. Al parecer hay un
pacto de no agresión entre Mario Moreno
Arcos, Manuel Añorve Baños y Héctor Apreza Patrón.
Los tres personajes en
comento también buscaron hace seis años la candidatura de su partido a la
gubernatura, pero de último momento se sumaron a Héctor Astudillo, quien
resultó ser electo por la dirigencia nacional. Se disciplinaron y contribuyeron
al triunfo del actual mandatario estatal.
Luego entonces, es legítima
su aspiración. Los tres tienen amplia experiencia política, legislativa y
administrativa. Pero solamente uno ha
ganado 6 elecciones consecutivas en las urnas.
En efecto, me refiero a
Mario Moreno, quien ha sido síndico procurador en el Ayuntamiento de
Chilpancingo (1996-1999), diputado local (1999-2002), dos veces alcalde de
Chilpancingo (2005-2008/2012-2015) y dos veces diputado federal (2003-2005).
Mario Moreno proviene de
cuna humilde. No cuenta con un padrino político en las altas esferas del poder.
A él lo respalda mucha gente, tanto dentro como fuera del PRI.
Como servidor público ha
entregado buenas cuentas y ha recibido el reconocimiento de la ciudadanía.
El
PRI requiere un perfil ganador en la elección del próximo año, alguien que no
tenga antecedentes o señalamientos de corrupción y que sea factor de unidad. Y
el que garantiza todo eso es Mario Moreno.
La elección está a la vuelta
de la esquina, y el tricolor no está para arriesgarse a perder como en 2011.
Bueno, salvo que la cúpula priista así lo quiera.
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