La desaseada votación para
la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en el Senado,
exhibió como nunca, las artes de maniobra de Ricardo Monreal al frente de
Morena, y la obsequiosa conducta de un partido en busca de futuro.
El PRI no es oposición, no
sabe serlo ni se comporta como tal. Es incapaz de formar bloque para ejercer
presión frente a una mayoría arrolladora –una cucharada de su propio chocolate.
Tampoco es aliado y fuerza de apoyo al gobierno –aunque ha votado a favor la
Guardia Nacional y otras iniciativas. Está ahí, en la azulosa medianía de la
tarde y la noche.
El martes 11 inició con el
acuerdo de la Junta de Coordinación Política del lunes por la noche, de repetir
la votación para designar al titular de la CNDH. El ejercicio del pasado jueves
7, con un conteo confuso de donde habían sido sustraídas dos boletas para
reducir el total de votos contabilizados a 114, provocó la airada protesta del
PAN, que denunció robo y fraude. El PRI ya desde ese día, silencioso, ausente.
Monreal declaró: no
queremos sombra alguna que manche el proceso, repetimos la votación. Todos lo
celebramos.
El PRI –cuentan en la
bancada– realizó a lo largo del martes múltiples ejercicios numéricos:
escenarios de votos con PAN, con Movimiento Ciudadano; discusiones acerca de
votos divididos en Morena o en el PAN, que apuntaban –dicen los priistas– hacia
una reposición total del proceso: es decir, regresar a comisiones e integrar
nueva(s) terna(s).
El PAN, como anunciaron
públicamente, estaba por la votación abierta de la misma terna, a tablero
púbico, donde se registra en tiempo real en qué sentido otorga su voto cada
legislador.
Morena se negó a la
votación abierta en tablero, y prefirió repetir la operación mediante urna y
papeletas. Es decisión individual de cada senador o senadora mostrar a las
cámaras y los medios el contenido de su papeleta, es decir su voto, al momento
de depositarla.
El PRI, en voz del
experimentado Jorge Ramírez Marín, convocó desde tribuna, con diplomacia y
mesura a sus colegas parlamentarios, a regresar a cero, corregir vicios de
origen en el proceso y reponerlo desde comisiones. Lo que ellos llamaron
“defender la legalidad”.
Algo salió mal en los
cálculos o en los acuerdos, porque a la hora de la votación en la tarde para
definir el curso de acción, Morena se impuso con 67 votos contra 46; quedó
ratificada la votación del jueves 7: el peor de los escenarios. Ni repetir la
votación por la terna, ni regresar a comisiones. Sino ahí, en un solo voto,
convalidar la designación de Rosario Piedra. ¡Increíble! ¿Qué pasó? El PRI votó
a favor de Morena por no repetir la votación. Ellos argumentan que buscaban
restituir el proceso completo y que contaban con el apoyo de otros grupos.
No sucedió, quedaron
exhibidos como los que se doblaron a los designios de la mayoría aplastante.
¡Brillante jugada de Ricardo Monreal!
¿Qué llevó al PRI a
convalidar una elección desaseada, confusa, de una persona que si bien reúne
méritos como luchadora social y de derechos humanos, su cercanía y militancia
al partido en el gobierno la descalifican? Inexplicable.
Resulta inverosímil creer
en la ingenuidad, en la impericia parlamentaria del PRI. Nadie los “chamaqueó”,
como más de uno ha señalado. Ellos esperaban una fractura en el voto de Morena,
un voto dividido en el PAN para ir hasta comisiones. Pero ni siquiera llegaron
a esa discusión, antes votaron a favor de Morena y se acabó el asunto.