viernes, 15 de noviembre de 2019

LA TARDE QUE EL PRI SE DOBLÓ La Aldea Leonardo Kourchenko



La desaseada votación para la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en el Senado, exhibió como nunca, las artes de maniobra de Ricardo Monreal al frente de Morena, y la obsequiosa conducta de un partido en busca de futuro.

El PRI no es oposición, no sabe serlo ni se comporta como tal. Es incapaz de formar bloque para ejercer presión frente a una mayoría arrolladora –una cucharada de su propio chocolate. Tampoco es aliado y fuerza de apoyo al gobierno –aunque ha votado a favor la Guardia Nacional y otras iniciativas. Está ahí, en la azulosa medianía de la tarde y la noche.

El martes 11 inició con el acuerdo de la Junta de Coordinación Política del lunes por la noche, de repetir la votación para designar al titular de la CNDH. El ejercicio del pasado jueves 7, con un conteo confuso de donde habían sido sustraídas dos boletas para reducir el total de votos contabilizados a 114, provocó la airada protesta del PAN, que denunció robo y fraude. El PRI ya desde ese día, silencioso, ausente.

Monreal declaró: no queremos sombra alguna que manche el proceso, repetimos la votación. Todos lo celebramos.

El PRI –cuentan en la bancada– realizó a lo largo del martes múltiples ejercicios numéricos: escenarios de votos con PAN, con Movimiento Ciudadano; discusiones acerca de votos divididos en Morena o en el PAN, que apuntaban –dicen los priistas– hacia una reposición total del proceso: es decir, regresar a comisiones e integrar nueva(s) terna(s).

El PAN, como anunciaron públicamente, estaba por la votación abierta de la misma terna, a tablero púbico, donde se registra en tiempo real en qué sentido otorga su voto cada legislador.

Morena se negó a la votación abierta en tablero, y prefirió repetir la operación mediante urna y papeletas. Es decisión individual de cada senador o senadora mostrar a las cámaras y los medios el contenido de su papeleta, es decir su voto, al momento de depositarla.

El PRI, en voz del experimentado Jorge Ramírez Marín, convocó desde tribuna, con diplomacia y mesura a sus colegas parlamentarios, a regresar a cero, corregir vicios de origen en el proceso y reponerlo desde comisiones. Lo que ellos llamaron “defender la legalidad”.

Algo salió mal en los cálculos o en los acuerdos, porque a la hora de la votación en la tarde para definir el curso de acción, Morena se impuso con 67 votos contra 46; quedó ratificada la votación del jueves 7: el peor de los escenarios. Ni repetir la votación por la terna, ni regresar a comisiones. Sino ahí, en un solo voto, convalidar la designación de Rosario Piedra. ¡Increíble! ¿Qué pasó? El PRI votó a favor de Morena por no repetir la votación. Ellos argumentan que buscaban restituir el proceso completo y que contaban con el apoyo de otros grupos.

No sucedió, quedaron exhibidos como los que se doblaron a los designios de la mayoría aplastante. ¡Brillante jugada de Ricardo Monreal!

¿Qué llevó al PRI a convalidar una elección desaseada, confusa, de una persona que si bien reúne méritos como luchadora social y de derechos humanos, su cercanía y militancia al partido en el gobierno la descalifican? Inexplicable.

Resulta inverosímil creer en la ingenuidad, en la impericia parlamentaria del PRI. Nadie los “chamaqueó”, como más de uno ha señalado. Ellos esperaban una fractura en el voto de Morena, un voto dividido en el PAN para ir hasta comisiones. Pero ni siquiera llegaron a esa discusión, antes votaron a favor de Morena y se acabó el asunto.