El primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no solamente cerró como el año más violento del que se tenga registro en nuestro país, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), 2019 también culminó con un incremento del 10.3% en feminicidios respecto a 2018.
Por eso resulta tan chocante, por decir lo menos, el desdén con el que el Presidente de México ha abordado estos últimos días el tema de los feminicidios. Más, cuando el propio Fiscal de la República, Alejandro Gertz Manero, durante la conferencia matutina en Palacio Nacional el pasado 11 de febrero, habló del “crecimiento desmesurado del feminicidio” en nuestro país.
Ahí, ante el Mandatario, el Fiscal reconoció que “el feminicidio se disparó de forma preocupante en México al aumentar en un 137% en los últimos cinco años”; pero para nuestro Presidente, no hay datos que valgan, la información oficial le importa un reverendo comino, él desde que comenzó su mandato tiene “otros datos”, esos, los que crea en la realidad alterna que vive, apartada de la tragedia nacional que vivimos las mujeres, apartada de la violencia que azota todos los días a sus gobernados.
Los datos son lapidarios, inocultables, uno esperaría que las respuestas del hombre que pidió tener el poder para “transformar al país”, estuvieran a la altura del grito desgarrador de las madres que salen a las calles a exigir justicia por sus hijas que fueron violadas, asesinadas, descuartizadas, quemadas, desaparecidas, arrojadas en bolsas negras a ríos, arroyos, a terrenos baldíos, mujeres que exigen un alto a la revictimización y criminalización por parte de las autoridades y los medios. Pero no, las respuestas del Presidente ante la protesta de mujeres han resultado en algo más que un cubetazo de agua fría. Son una afrenta a una sociedad que ya estaba herida. El egocentrismo del Presidente solo terminó por desbordar los ánimos de miles de mujeres que llevan años pidiendo verdad y justicia.
En lo que va de su administración y a raíz de las crisis que su propio gobierno ha provocado o agudizado, a López Obrador se le ha presentado varias veces la oportunidad de rectificar, de dar un golpe de timón, de asumir su responsabilidad ante la violencia en la que vivimos inmersos en todo lo ancho y largo del territorio nacional. Ha tenido la oportunidad para calzar los zapatos de las víctimas, de escucharlas, de sentarse con ellas, de atenderlas, de dar respuestas oportunas, dignas, serias, a todas esas mujeres que salen a las calles furiosas, llenas de impotencia, dolidas, heridas, a exigir seguridad y un alto a la violencia que viven en las calles, en sus trabajos, en sus escuelas y con las autoridades encargadas de protegerlas. Pero ni rectifica estrategias que no logran frenar la violencia, ni da un golpe de timón en su afán de gobernar sobre las rodillas, ni calza los zapatos de las víctimas, ni se sienta con ellas. Ah, la soberbia.
En su laberinto, López Obrador no entiende que ya es gobierno, que no posee, aunque crea tenerlo, el monopolio de la protesta. Él decide qué causa es legítima y cuál no, acusa oportunismo a diestra y siniestra, desacredita a víctimas, usa masacres o el asesinato de un activista para victimizarse, pareciera que para el Presidente no hay tragedia nacional por encima de él y su proyecto de nación. Su falta de empatía hacia la causa feminista, su ignorancia supina sobre la violencia de género, su menosprecio hacia las mujeres que exigen seguridad ante la bestialidad, la atrocidad, a la que se enfrentan todos los días, es a todas luces el quiebre de la administración lopezobradorista. Si el Presidente, su círculo rojo y sus simpatizantes creen que ésta la van a ganar simulando estar del lado de las feministas, están equivocados. El dolor, la furia y el hartazgo de miles de mujeres, ya no los detiene nadie.
La violencia de género a la que nos enfrentamos las mujeres en México merece una verdadera respuesta institucional acorde a la tragedia que vivimos: cada hora y media asesinan a una mujer en nuestro país, a diario entre diez y once mujeres son asesinadas. Basta de acciones cosméticas que solo perpetúan la impunidad y la barbarie. Basta de populismo punitivo. Basta de su menosprecio, Presidente.
López Obrador convocó y le abrió las puertas de Palacio Nacional a un grupo de 100 empresarios para que lo apoyen comprando cachitos para su rifa en “beneficio del pueblo, de los más vulnerables”, entonces, ¿Por qué le cuesta tanto sentarse a escuchar las peticiones de diferentes colectivos de mujeres hartas de la violencia feminicida?
¿A qué le teme el Presidente?