MOISES SÁNCHEZ LIMÓN |
Del triunfo de Donald
Trump expertos consideran que su ejercicio presidencial distará del ejercicio
de campaña. No es lo mismo ser borracho que cantinero, acotaría en la
consideración de que como Presidente del país más poderoso del orbe, el
empresario metido a político deberá dejar en el archivo los desplantes verbales
y, sobre todo, las amenazas que han sido tomadas con severa previsión en el
mundo.
Trump ha ganado en
condiciones anticlimáticas, con una corriente de opinión en contra, en la que
convergen incluso republicanos y políticos ultra radicales, ni qué decir de los
demócratas y progresistas, que lo estiman una amenaza para el mundo.
No obstante, sus
declaraciones más recientes abonan en el terreno de no sólo mantener esas
amenazas hechas en campaña, sino incluso confirmarlas en sentido radical, como
eso de deportar a más de tres millones de indocumentados con antecedentes
penales. ¿Serán tantos?
Es probable que míster
Trump no tenga a la mano la información en la que se demuestra, como lo acotó el
presidente Barack Obama, la importancia de esos tres millones de indocumentados
--no necesariamente criminales que deban estar en prisión—en tareas del aparato
productivo estadunidense. No es cualquier cosa.
Habrá que buscar
alternativas para suplir a esa mano de obra que será deportada, consideró
Obama, aunque en su gestión hubo un importante flujo de deportados, familias
separadas y persecución abierta de migrantes carentes de papeles o por simple
sospecha de ser indocumentados, cuando no lo eran.
Sin duda, el factor
indocumentado fue una clave en el voto de la mayoría blanca a favor de Donald
Trump, pero también ha demostrado su enorme peso político en enclaves como
Illinois, especialmente Chicago y el estado de California, donde la corriente
latina y mexicana dio el voto a la demócrata Hillary Clinton.
El hecho real es que ha
ganado la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica el político que más
denostó, cuya ignorancia política arrastró a multitudes de similar cuño
fundamentalista y ultra radical de corte racial.
Y también es un hecho
real, demostrado en las manifestaciones anti Trump dentro y fuera de la Unión
Americana, que la mitad de los estadunidenses no quiere a Donald y apostó por
una segunda oportunidad a Hillary Clinton, quien sin ser la política
excepcional por lo menos representaba un factor de estabilidad en la relación
de Estados Unidos con la sociedad globalizada.
Apostar, en consecuencia,
al futuro de Estados Unidos, de esa sociedad que ha presumido democracia y
tolerancia, open mind y la vertiente progresista que tienda a ser incluyente y
tolerante, es eso, una apuesta.
Hoy, Donald Trump ha
reconfirmado que procederá como prometió en campaña. Y eriza la piel pensar en
la consecuencia de esa política absurda e intolerante, fundamentalista y burda
que ha polarizado a la sociedad estadounidense y a las corrientes más
progresistas del mundo.
En México tenemos ese
riesgo. Ojalá y el susodicho símil tabasqueño de míster Trump evite esos
escenarios de polarización social. ¿A quién conviene enfrentar a los mexicanos
contra los mexicanos? Estamos a tiempo, ¿o no, Andrés Manuel?
Pero, en el escenario de
al lado, frente a la inminente deportación de indocumentados, ofrecida en
campaña y reiterada como presidente electo por Donald Trump, este martes
diputados federales calificaron como insuficientes las medidas que la
administración de Enrique Peña Nieto ha asumido al respecto.
¿Qué hacer en caso de que
ocurra esa deportación masiva de connacionales desde Estados Unidos? Diputados
como el perredista Jesús Zambrano consideran que el país no está preparado para
recibir a millones de repatriados.
Incluso advierte
inevitable que esa crisis de migración se traduzca en una crisis humanitaria.
“Qué bueno que se estén
tomando algunas medidas, como las que se han anunciado, cuyos alcances todavía
no conocemos y debieran explicarse con amplitud, para ser difundidos entre la
población”, dijo.
Empero, recordó, no solo
serán millones de personas de origen mexicano que podrán ser expulsadas de los
Estados Unidos hacía México, también centenares de miles centroamericanos,
muchos de los cuales han tomado como paso este país.
El fenómeno Trump puede
ser considerado, sin duda alguna, como una amenaza para el mundo. En su
territorio polarizó a los estadunidenses, cuya cerrada mayoría lo considera un
salvador de la sociedad blanca y la no tanto pero al final instalada en esa
esquina del fundamentalismo racista.
Acá, en esos días de vino
y rosas como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López
Obrador polarizó a la sociedad capitalina entre pirrurris y la plebe. ¿Vale la
pena llegar a la Presidencia con el discurso de odio por delante? Los mexicanos
suelen ser como los estadunidenses que votan por el que los identifica
supuestamente rebeldes y demócratas. Nos equivocamos con Vicente Fox.
La figura presidencial se
desgastó y merced a la experiencia calderonista le dimos una oportunidad más al
PRI. Polarizados pero en el proceso de desgaste que no aporta mayoría absoluta
al triunfador de la elección presidencial. Conste.
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