En aquellos años del “arriba y adelante”, la creatividad y buen humor mexicano se corría de boca en boca respecto de los prohombres del poder, porque la prensa no tocaba al Presidente de la República ni a las Fuerzas Armadas y, ¡válgame!, mucho menos a la Morenita del Tepeyac.
Así, en la calle corría
aquel chiste derivado de la visita del entonces presidente Luis Echeverría
Álvarez a China, para aquella entrevista con Mao Tse Tung, en abril de 1973, a
quien presumió el talento de su joven colaborador Ignacio Ovalle Fernández.
Hubo un chiste que parece
simplista, pero así consideraban en el extranjero y dentro de México a LEA en
los tiempos en que aspiraba a ser líder mundial del Tercer Mundo, es decir, de
los países subdesarrollados y secretario
General de la ONU, apenas un reflejo del enorme ego de Su Alteza Serenísima
Andrés Manuel, quien pretende, amén de que España le pida perdón, no a nosotros
los mexicanos, a él y la emperatriz, desaparecer a la OEA. Va.
Dicen que cuando Echeverría
llegó al aeropuerto de Pekín y recorría sus calles, desde las vallas los
amables chinos gritaban ¡Ugo!, ¡Ugo! Y agitaban banderitas tricolores.
--¿Por qué gritan Ugo al
Presidente? ¡Se llama Luis! Preguntó y corrigió un integrante de la comitiva
mexicana.
--Polque nos dijelon que
venía un Talugo—respondió en ese singular español un chino.
Ríase si quiere. Eran días
en los que el populismo de don LEA ya había cobrado una interesante cantidad de
desconfiados mexicanos que se preguntaban si el licenciado estaba en sus cabales.
Agua de Jamaica y sopes en la residencia presidencial de Los Pinos que había
sido amueblada al mejor estilo campirano con todo y equipales. Cada quien con
su cada cual, finalmente dueño del poder.
Ya ni Chente Fox con todo y
la acogedora cabañita que presumió la señora Marta y me costó abandonar la
fuente presidencial por andar de preguntón respecto del color y estilo del
plafón de la alcoba principal. Usted me entiende.
Pero, vaya, justo en estos
tiempos el licenciado Andrés Manuel López Obrador es personajes de todo tipo de
chistes, chascarrillos, videos en Instagram, WhatsApp, memes y etcétera,
etcétera, en España, Argentina, la Gran Bretaña, Alemania, Países Bajos,
Guatemala, Chile, la Lagunilla, Ecatepec, La Laja, Tlalpan, corrillos de
Palacio y del edificio del Viejo Ayuntamiento de la capital mexicana, San Juan
de Aragón, en Toluca, La Marquesa, Hermosillo, mi pueblo San Lorenzo
Chiautzingo, en Los Reyes Iztacala, Los Angeles, California, Washington,
Lisboa, la Martín Carrera, el Barrio de los Sapos, Xalapa y, bueno, en donde
menos lo imagine.
Por supuesto, Luis
Echeverría se anotó un punto cuando, en octubre de 1971, se negó a aceptar la
recomendación del entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, de
votar en el seno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones
Unidas, contra la incorporación de China a este organismo.
Además, con Echeverría
Álvarez, en febrero de 1972, México fue el primer país de Latinoamérica en
iniciar relaciones diplomáticas con China. Algo hizo don Luis que hoy quiere
emular el licenciado presidente Andrés Manuel, aunque…
En semanas recientes,
recordará usted, a Su Alteza Serenísima le ha dado por hablar de dejar la
Presidencia de la República si la naturaleza, la ciencia médica “o el Creador”
así lo quieren, es decir, como reza aquella canción de José Alfredo Jiménez:
“porque estás que te vas y te vas y te vas y te vas… y no te has ido”.
¿Cómo para qué? ¿Son ganas
de joder para que sus críticos y malquerientes quemen incienso y hagan
apuestas? Lo dicho, nadie bien nacido desea la muerte al prójimo, por más mal
pecho que sea.
Pero ahí tiene usted al
licenciado presidente con sus ocurrencias y malas vibras o la perversa
estrategia de jalar el tapete al PRI y al PAN con la nominación de los
gobernadores salientes de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, como embajador de
México en España, y al de Nayarit, Antonio Echavarría, a integrarse a su gabinetazo.
¿Por qué perversa? Bueno,
dicen las malas lenguas que es pago al trabajo coordinado y en asimetría con
aquel poder fáctico que opera libremente, con todo y armamento de altísimo
calibre, en dichas entidades. Por eso el “triunfo” sin complicaciones de Rubén
Rocha Moya y Miguel Ángel Navarro Quintero. Dicen.
Pero, bueno, estábamos con
el clasemediero y aspiracionista Andrés Manuel, elevado al nivel de Su Alteza
Serenísima cuyo ego está salpicado de desmemoria a modo, o de plano olvido a
propósito de la historia mexicana contemporánea, porque la ajusta a sus
objetivos y utiliza cuando se le pega la gana con el fin de aparecer como el
más chingón de la pradera. Y…
Veamos.
La semana pasada, le
pidieron opinar respecto de esa barbaridad cometida por la doctora Claudia
Sheinbaum Pardo, en términos de violar la ley por sus etcéteras y ordenar el
retiro de la estatua de Cristóbal Colón de la glorieta en la que estuvo desde
tiempos decimonónicos, para instalarla en Polanco.
Bueno, pues de pronto Su
Alteza Serenísima nos despachó otra barbaridad que pinta el tamaño de su ego.
En serio.
Y como no queriendo, desde
su pecho que no es bodega, pero igual desde su subconsciente que le ordena
hablar sin ton ni son, dijo que “(…) ya no es tiempo de rendir culto a la personalidad
(y) en mi caso, tengo escrito en mi testamento que no quiero que se use mi
nombre para nombrar ninguna calle, no quiero estatuas, no quiero que usen mi
nombre, este, para nombrar una escuela,
un hospital, nada absolutamente. Yo creo que el mejor homenaje que se ofrece a
dirigentes, incluso a héroes, heroínas, es siguiendo su ejemplo, no
convirtiéndolos en piedras (…)”.
¿Andrés Manuel, héroe? No se
ría, porfis, ya ve cómo es de sentido el Duce, no la vaya a agarrar contra
usted, pero, vaya, vaya…
A menos que, en uno de esos
arranques que le dan cuando platica con su cuaderno de doble raya, Octavio
Romero Oropeza, en la intimidad de Palacio Nacional, dicte un acuerdo o decrete desconocer otro
del entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado que, con fecha 04 de abril
de 1983 abrogó el Acuerdo Presidencial publicado en el Diario Oficial de la
Federación del 18 de octubre de 1972, es decir, dictado por Luis Echeverría
Álvarez en calidad de Presidente de la República.
¿De qué trata el acuerdo del
licenciado Miguel de la Madrid? Precisamente de acabar con esa largueza del
culto a la personalidad que determinó a todo lo alto Luis Echeverría y luego
apoyó don Pepe López Portillo.
El acuerdo entró en vigor el
06 de abril de 1983 y esencialmente determina:
“ARTÍCULO 1o.-En las placas
que se fijan con motivo de la inauguración de las obras públicas que realicen
la Administración Pública Federal, centralizada o paraestatal el Departamento
del Distrito Federal y sus entidades, o los Gobiernos locales, cuando se trate
de obras llevadas a cabo con recursos federales, no deberán consignarse los
nombres del Presidente de la República y de los funcionarios públicos, durante
el tiempo de su encargo, ni el de sus cónyuges o parientes hasta el segundo
grado.
“ARTÍCULO 2o.-Lo dispuesto
en el artículo anterior deberá aplicarse, asimismo. a las denominaciones que,
en su caso, ostenten las obras públicas a que se refiere el citado artículo,
así como los servicios públicos prestados por las de dependencias y entidades
de la Administración Pública Federal”.
O sea. El licenciado López
Obrador está impedido, a menos que acuerde lo contrario, de ser objeto del
culto a la personalidad. Pero igual olvida que su nombre y las siglas AMLO
fueron registradas y nadie, pero nadie, las puede utilizar con fines
comerciales o de lucro. Bueno, quién garantiza que por ahí alguien se atreva,
con espíritu de la 4T, a bautizar un negocio de comida “Fonda Andrés Manuel”, o
“Vulcanizadora López Obrador”. Digo.
COMO ME LO PLATICARON. En
corrillos del Congreso de la Ciudad de México se comenta con agrado la ausencia
de la hoy ex diputada Donaji Ofelia Olivera Reyes, integrante de la bancada de
Morena, que prácticamente tomó por asalto al área de prensa y ninguneó a
quienes llegaron a ocupar el cargo en la Coordinación de Comunicación Social.
Hubo quien duró un mes en la
encomienda, porque se negó a aceptar las condiciones de doña Donají, cuyos
incondicionales Christian Daza Rivera Melo, quien ostentaba, hasta hace unos
días, el cargo de Coordinador Ejecutivo A; Jesús Valdez Jiménez, dizque
Subdirector de Comunicación Social, aún en el puesto, aunque es religioso
porque se aparece cuando Dios quiere; María Aurora Velasco Robledo, que cobra
como Subdirectora De Estrategia Digital, pero creo que no sabe ni siquiera que
es el WhatsApp, y Yethnalezy Sandoval Amaro, cuya quincena se le reporta en
calidad de Subdirectora de Producción.
Esta pléyade ha hecho trizas
la delicada tarea en el área de prensa del Congreso local. Aunque la actual
coordinadora, verdadera profesional de la comunicación sin ínfulas de
sabelotodo, ha sacado adelante la chamba, me comentan quienes me platicaron el
resultado del protagonismo irreverente y soberbio de doña Donaji que, en
efecto, estudió Ciencias de la Comunicación, pero confunde a la sintaxis con un
platillo exótico. Conste.
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