El padre Máximo Gómez Muñoz con sus fieles seguidores, partiendo la rosca de Reyes en 1990. Foto cortesía de Secundino Catarino Crispín |
“Largo, zancudo, bigote amalditado y ranchero, cabellos
ondulados y negros; voz suave, campirana, con diminutivos de aldea, líquida
casi la voz, terminaciones en u, y jota en vez de efe acá y allá. Graves
dolencias reumáticas y ceguera progresiva. Cuarentaiseis años”. (Ricardo
Garibay, 1979)
“Es un hombre alto, de pelo tupido y
canoso elegantemente peinado, de bigote bien recortado, y con anteojos de
lentes gruesos, benévolo y de voz suave; pero con aires de autoridad y de
confianza absoluta de sí mismo”. (Elijah Wald, 1998).
“Ha sido un apoyo fuerte y decidido de
los luchadores sociales de la región y del estado. Incluso aquellos que en la
lucha han caído abatidos, han encontrado en el padre Máximo su más fiel
defensor para que se les dé un lugar en la historia y un pedacito de tierra donde
reposar sus restos”. (Carlos Armando Bello Gómez en el 2010)
Los comentarios anteriores se refieren
al padre Máximo Gómez Muñoz, El cura
rebelde, quien lleva ya casi la mitad de su vida con los atoyaquenses y
donde fundó la parroquia “Del Dios único”. Antes había estado nueve años en
Xochistlahuaca donde aprendió el idioma de los amuzgos y cuando lo cambiaron de
ese lugar, en rebeldía, se pasó tres meses vendiendo tortas en un parque de la
ciudad de México.
Después fue rector del Seminario de
Acapulco donde enseñó filosofía, ahí lo encontró Ricardo Garibay trabajando
como albañil, pegando ladrillos, como lo narra en su libro Acapulco. Dice que a veces la hacía de plomero, carpintero o
electricista. “recorre el Seminario sin parar, trabajando desde las cinco de la
mañana; es el rector”.
Cuando Máximo llegó a Xochistlahuaca (un
municipio mucho más antiguo que Ometepec) no tenía agua potable, ni luz ni
brecha y estaba en manos de tres caciques. “Ellos explotaban todo, las tierras
de los indígenas las tenían como parcela o como potreros, tenían muchísimo
ganado caprino y vacuno. Cada año enviaban miles y miles de cabezas de caprino
a Tehuacán Puebla”. Era el dominio total de los caciques, los indígenas no
podían tener ganado y sólo les permitían sembrar para su sobrevivencia.
Los caciques, no querían que se
abriera la brecha porque iba a dar vialidad a los amuzgos tenían su recua de
bestias para acarrear mercancía. Eran los dueños de las únicas tiendas de la
cabecera municipal y no dejaban que nadie más llevara mercancía, pues si
alguien lo intentaba lo asesinaban en el camino. Abrir la brecha era actuar en
contra de ellos, por eso Máximo centró sus esfuerzos en gestionar la carretera
de terracería. Lo que logró.
Luego que hubo brecha el sacerdote
como buen gestor buscó la introducción del agua potable y la energía eléctrica,
consiguió esos beneficios por eso fue administrador del sistema de agua potable
cinco años del 70 al 75, entregó el cargo cuando dejó esa población.
Para lograr que los caciques sacaran
su ganado de las parcelas de los amuzgos, Máximo se plantó dos meses en la
banqueta del Departamento Agrario en la ciudad de México, hasta que le firmaron
la orden. De regreso en Xochistlahuaca reunió a los caciques y a los líderes indígenas, y
“les dije a los caciques tienen tres meses para sacar su ganado, y les
dije a los indígenas a partir de esta fecha el ganado que encuentren mostrenco
pueden cazarlo como vendado y comérselo”. Corría el año de 1971, cuando los
hombres más pudientes de la localidad sacaron su ganado.
El párroco Máximo Gómez Muñoz a sus ochenta años. Foto cortesía de Marisol Ramírez Carpio. |
Después de eso lo amenazaron, “que
dice fulano que lo va a matar, ve y dile que no me mata ni en sueños”. Aunque
varias veces encontró a los fulanos esperándolo en el camino. Pero de lejos
gritaba el nombre del matón “hola Odilón como está tu gente” para que oyeran
los que iban delante de esa manera pudo salir bien librado.
Estuvo a cargo de la parroquia Santa
María de la Asunción en Atoyac. Cuando lo cambiaron mucha gente pidió su
regreso, el obispo de Acapulco puso como condición que le construyeran su
propia iglesia. Y así lo hicieron.
Luego de fundar la iglesia del Dios
Único en 1982, empezó a funcionar un dispensario médico gratuito. En su
parroquia todos los que han buscado cobijo lo han encontrado. Es gestor,
sacerdote, defensor de los derechos humanos y se ha jugado la vida por salvar a
otros. Fue de los primeros hombres que organizaron la conmemoración del 18 de
mayo. Siempre vestido de guayabera, sombrero y huaraches Máximo es un hombre
sencillo.
El gobierno lo mantuvo vigilado mucho
tiempo las 24 horas del día, por la sospecha de que pertenecía a los grupos
guerrilleros. Gente vestida de civil vigilaba su parroquia.
Al padre Máximo han recurrido muchas
personalidades que se han encontrado privadas de la libertad y han encontrado
en él a un intermediario decidido para traerlos con vida. Es famosa su
participación como intermediario para rescatar al presidente de Banamex,
Alfredo Harp Helú. Dicen que se dio una
cantidad superior a los 188 millones de pesos.
Es poeta y corridista, una de las
primeras estrofas que le escuché va así: “Ya nos vamos pasando de
Pénjamos/Vamos rumbo a la chingada/ El gobierno sigue matando/Y no hay quien
les diga nada”. Por sus muchas
composiciones Elijah Wald le dedica un importante espacio en su libro Narcocorrido. Un viaje al mundo de la música
de las drogas, armas y guerrilleros. También Roberto Ramírez lo hace un
personaje de su novela Las pausas
concretas, en donde trata la temática de la Guerra Sucia.
Muy conocido fue su corrido No se fíen, dedicado a la masacre de Aguas Blancas, cuyo primer
verso dice: “Ya me cansé de llorar/por esto que ha sucedido/mandaron a
acribillar/a indefensos campesinos”.
Tras la masacre de Aguas Blancas,
Gómez Muñoz fue mediador entre el gobierno y la Organización Campesina de la
Sierra del Sur (OCSS), pero sospechando que les querían tender una trampa a los
líderes campesinos abandonó la intermediación. Le gusta hacer parodia política,
comparar a Herodes con los políticos actuales. Piensa que el pueblo está en
medio de dos lobos: la iglesia y el gobierno, “cuando un lobo se quiere acercar,
el otro le gruñe. El problema está
cuando los dos lobos se ponen de acuerdo”.
Cuando apareció el EPR en el vado de
Aguas Blancas, el Padre Máximo fue quien ofició la misa muy a su manera por el aniversario
de la masacre. Cuando llegaron los armados encapuchados mientras todos se
desconcertaron sin saber de qué se trataba, el padre se acercó y los felicitó
por haberse levantado en armas. Después les compuso un himno. De la estrofa que me acuerdo dice: “Todos los
mexicanos/Que aman de veras la patria/Es tiempo que digan basta/Con las armas
en las manos. Para que a favor del pueblo/Por fin se cumpla la ley/Aquí está el
EPR /A ver quién puede con él.”
Cuando le preguntan si tiene miedo, El cura rebelde mucho repite esta frase
“Mi papá me enseñó que solamente las gallinas y los guajolotes se mueren en la
víspera porque son para comérselos en la fiesta. Los hombres se mueren cuando
Dios se descuida y los cabrones se aprovechan”.
El padre Máximo Gómez Muñoz nació el
11 de mayo de 1932, en el rancho El Gilmute municipio de Tepatitlán Jalisco,
logró estudiar en la Universidad Gregoriana de Roma, se ordenó sacerdote el 26
de enero de 1966 y fundó la iglesia del Dios Único en Atoyac el 11 de febrero
de 1982.
El párroco pasó su infancia trabajando
en el campo sin asistir a la escuela porque según su papá: “nomás los tarugos
tienen que estudiar y mi hijo es bien inteligente”. Por eso cuando cumplió 10
años de edad, uno de sus hermanos mayores se lo llevó a Guadalajara y allá a
escondidas lo metió a la escuela, en donde cursó en un año los primeros tres
grados de la primaria. Por ese tiempo un cacique de Tepatitlán asesinó a su
padre.
Por sus altas calificaciones recibió
una beca para ingresar al seminario de los dominicos en Guadalajara, donde
completó sus estudios de secundaria, preparatoria y jugó futbol. Al salir de
ahí fue becado para estudiar teología en la Universidad Gregoriana de Roma.
Máximo llegó el día 1 de enero de
1990, acompañado de algunos de los ricos de Atoyac a solidarizarse con el
plantón que los perredistas mantenían en el zócalo, en protesta por el fraude
electoral que se dio en las elecciones municipales de 1989.
El párroco Máximo Gómez Muñoz luchador social y fiel defensor de los derechos humanos. Foto cortesía de Cuauhtémoc Contreras. |
Por su participación en la lucha
social ha sido hostigado, el 11 de junio de 1994, Mario Arturo Acosta Chaparro
con el agente de Ministerio Público de Acapulco Elías Reachi Sandoval y muchos
judiciales le registraron la parroquia en busca de armas, pero no encontraron
nada aunque buscaron hasta debajo de las piedras.
Fue en el sepelio de Isidro Molina
Sánchez (el guerrillero caído en San Juan de las Flores) en el Panteón de la
Libertad, el 24 de febrero de 1999, cuando por primera vez cantó en público el
himno al EPR. Allí pronunció un discurso en el que dijo “Isidro no se va a
enterrar, se va a sembrar, porque no se entierra a los seres humanos, se
siembran y especialmente Isidro, quien debe ser un semillero para que salgan
nuevos Isidros. Nueva gente que en su plena juventud estén dispuestos a dar la
vida por sus hermanos, por todos los oprimidos y los que padecen injusticias”.
“Isidro debe ser un ejemplo para la juventud de ahora, porque alguien que ya
dio la vida por la patria no necesita nada, está con Dios, porque Dios estará
siempre con aquellos que luchan por la verdad y la justicia”.
En su parroquia recibió a los
delegados zapatistas el 21 de marzo de 1999, que estuvieron aquí para promover
la consulta por la paz y ofició una misa para despedirlos. Los coordinadores de
la consulta por la paz convocada por el EZLN hicieron llevar la urna para que
el padre votara en su templo.
Tuvo bajo su custodia los restos de
Lucio Cabañas durante un año. Para las exequias los restos mortales del
guerrillero salieron de la parroquia del Dios Único. El sacerdote rebelde
pronunció un discurso al despedir los restos, comentó que pocas personas como
Lucio se merecen el homenaje que se le dio y que le honraba profundamente que
haya sido en su iglesia donde se resguardaron los restos para ese gran día. Y dio
a conocer un poema que le dedicó a Lucio. Va más o menos así: “No puedo más/las
armas, las armas en las manos/me agobia la opresión/de mis hermanos…”
El padre Máximo Gómez Muñoz y el
escritor Carlos Montemayor fueron las figuras principales en el sepelio del
legendario guerrillero en el 2002. Así como también en el 2004, el sacerdote y el escritor develaron el
monumento a Lucio Cabañas que se colocó en el obelisco erigido a su memoria.
Por su larga trayectoria ayudando a
los pobres y como defensor de los derechos humanos el Ayuntamiento de Atoyac lo
distinguió con la presea “Juan Álvarez” el 27 de enero del 2010. El padre
Máximo cumplió 80 años el pasado 11 de mayo, sus fieles rezan para que viva
muchos años más.