Uno de los cuentos infantiles más conocidos y
antiguos es, sin duda, la Cenicienta. Se trata de la historia de una joven
bella y humilde que, como recompensa por su abnegación y bondad, logró casarse
con un miembro de la realeza o un rico mercader que la rescató de un ambiente
hostil.
La versión más popular y amable es la de
Perrault, que eliminó todos los componentes violentos o sexuales del relato.
Sin embargo, hay otras muchas versiones (al parecer, casi setecientas) que
proceden de todos los rincones del mundo. La más antigua pudo aparecer en
Persia, pasó después a Egipto y, más tarde, a Grecia, Roma y al resto de
Europa.
En casi todas las versiones se mantienen una
serie de elementos comunes, pero también se introducen cambios importantes,
según las costumbres de la época y el lugar.
Por ejemplo, la Cenicienta italiana no es buena
ni paciente sino que se convierte en una despiadada asesina que rompe el cuello
de su madrastra y, pese a todo, recibe su recompensa. La Cenicienta egipcia no
es tan casta y recatada como las europeas, su belleza la hace tener muchos
amantes y, finalmente, logra convertirse en la concubina del faraón. La hindú
es pudorosa pero constantemente es asediada por varones lujuriosos que desean
poseerla.
Por otra parte, algunas versiones mantienen la salvaje mutilación
(que elimina Perrault) de los dedos de los pies y los talones para conseguir
calzarse el zapato y poder casarse con el hombre poderoso; otras versiones
juegan con el tema del incesto: la cenicienta tiene que huir de su hogar para
evitar convertirse en la amante del padre o del hermano; y otras, introducen la
primitiva costumbre del canibalismo: en la Cenicienta rusa, aparece una bruja
caníbal devoradora de niños y, en otras versiones, las hermanas mayores de
Cenicienta, celosas de las atenciones que la madre tiene con ella, matan a su
progenitora y se la comen.