Rogelio Faz/CARTAS DESDE CHICAGO. Podrá ser cuestionable la fecha de nacimiento de Jesús conocida como la Navidad o, incluso, negar que sea el hijo de Dios. Y que los ateos sostengan que todo es una farsa de las religiones para manipular a la sociedad. Sin embargo, lo indiscutible, es que el espíritu navideño es una realidad metafísica que ejerce un efecto de buena voluntad en los creyentes, escépticos y hasta de los mismos ateos. Lo que no ha logrado ninguna doctrina política, en particular, de extrema izquierda con comunismo disfrazado de benévolo socialismo.
Las religiones cristianas de nuestra era celebran los rituales partiendo del hecho de que Jesús vino a salvar a la humanidad. Empero, durante la formación de religiones cristianas para conseguir adeptos, se ajustaron a las fiestas paganas que ya eran tradición muchísimo antes al nacimiento de Jesús. De hecho, los primeros cristianos celebraban el 6 de enero con la Epifanía, muy cerca a la fiesta saturnal que coincidía con el 25 de diciembre. Donde se intercambiaban regalos y se perdonaba o al menos se postergaban los castigos o ejecuciones como gesto de buena voluntad.
Pero existen vestigios de tradiciones antiguas con el propósito de festejar o agradecer a los dioses la temporada de las cosechas que sucedían antes del inicio del invierno, que también coincide con el 25 de diciembre. Aunque el tributo moderno de la Navidad se lo lleva Santa Claus, el espíritu navideño nace de aquellas creencias esotéricas: dioses, cosechas, rituales, convivio, etcétera. Con sus variantes pero en esencia lo mismo.
Cuando Egipto pasó a ser provincia romana en el año 30 a.C., hasta 640 d.C., esas tradiciones paganas y la costumbre de honrar a los dioses hicieron que la religión católica que surgía se ajustara a estas con propósitos de proselitismo.
En aquellos años, mucho antes que Jesús y por supuesto la Navidad moderna, cuando no eran todavía el centro de la atención popular cristiana -antes de la aparición de los hebreos-, los egipcios ya tenían sus creencias y tributos a los dioses en esa fecha. Como era a Osiris. Que entre sus relatos ya se habla de un Mesías hombre; con cena y muerte. Pero era más como leyenda que hermetismo sacerdotal, que hacía referencia a Osiris y no a Jesús.
Desde entonces se daba el intercambio de regalos como actos de buena voluntad. ¿Pero qué relación hay de aquellos días con los nuestros? Pues que el espíritu de la época navideña se basa en la creencia de un poder extra humano que puede determinar el destino de la humanidad. Y esa es la gracia de la fe, de celebrar una esperanza, aunque no sea necesariamente la fecha del nacimiento de Jesús.
Es más, hay una coincidencia en fecha y fiesta pagana de los griegos; el nacimiento del nuevo Sol, que llamaban Natalis Inviot Soli y la fiesta saturnal de los romanos. Al fusionarse las tradiciones sin querer estamos celebrando un mito solar y las saturnales romanas este 24 de diciembre, con una bacanal, la esperanza de que el 25 podamos fraternizar y divertirnos.
Lo que no ha logrado ninguna creencia política, sobretodo, aquella que por vivir en la realidad científica se queda al margen de convivir con la fe y la esperanza espiritual, cuando no lo podemos resolver los humanos.