Sea
al principio de la era cristiana cuando la amenaza bárbara hizo temblar el
viejo continente, durante las cruzadas cuando la media luna y la cruz pelearon
por el alma de occidente o durante el siglo XVI cuando el terremoto de la
reforma protestante cimbro los cimientos mismos de la fe católica, lo cierto es
que el titulo de vicario de cristo siempre ha sido un cargo que ha estado
rodeado de una pizca de fe y un caudal de intrigas, intereses y una esmerada
lucha cuya recompensa es el poder terrenal mediante la exaltación de los
poderes espirituales que convergen al interior de la elite vaticana y que en
mayor o menor medida han influido por siglos en el porvenir de la humanidad
La
reciente visita de Joseph Ratzinger (el papa Benedicto XVI) a territorio
nacional, anunciada para el próximo 24 de marzo, ha llegado a monopolizar la
información de nuestros mass media, cada detalle de la llegada del sumo
pontífice, por trivial que este sea, puede ser nota de primera plana, relegando
las agridulces crónicas de nuestra realidad, política, social y económica a un
segundo plano. El casi inexplicable furor que el sexto papa de origen alemán en
la historia, ha despertado en el pueblo mexicano no podría analizarse de manera
correcta, si no se considera lo mucho que la religión representa para el
individuo promedio; el mexicano se entrega cada día en uno u otro grado a los
brazos de Dios, lo hace el obrero que recibe la bendición de su madre antes de
empezar la faena, lo hace el pandillero que se tatúa en el pecho a la virgen de
Guadalupe y al flamígero Sagrado Corazón antes de entregarse a la violencia que
extiende como fuego por nuestro pais y lo hace el político, también el, por que
sabe que comulgar con Dios lo acerca al electorado mexicano, tan importante en
año de votaciones.
A
la par que el corazón de los fieles se inflama por la idea de estar cerca del
sucesor de Pedro, surge la polémica, siendo el PAN un partido cuya génesis se
nutre de la ideología católica, y considerando que históricamente las visitas
papales han jugado en favor de los titulares del ejecutivo (baste decir que el
momento de mayor popularidad de Ernesto Zedillo, fue durante la visita de Juan
Pablo II) y considerando que en unos cuantos meses estaremos votando para
elegir a un nuevo presidente, vale la
pena cuestionarse si la laicidad del gobierno mexicano esta a salvo , o si
estamos sufriendo un retroceso donde la iglesia esta teniendo injerencias que
transgreden los limites establecidos
desde las leyes de reforma.
Dicha interrogante parece ponerse de manifiesto cuando observamos las
declaraciones del arzobispo primado de México Norberto Rivera Cabrera que en un acto de total conservadurismo y
sinrazón envía una carta firmada por los ocho obispos auxiliares de la arquidiócesis,
donde llaman a las personas a no votar por partidos “que sean partidarios o promotores de falsos
derechos y libertades”, que atentan contra las enseñanzas de la iglesia. Esto
falsos valores no son otros que el matrimonio entre homosexuales y la
interrupción del embarazo. Es necesario tener los ojos muy abiertos ante estas
muestras de autoritarismo y ataque a los derechos individuales que tan
arduamente se han peleado, pues si permitimos que una institución antiquísima
que tiene la responsabilidad de adaptarse a los tiempos modernos, en lugar de
imponernos una ideología obsoleta, estaremos dándole la espalda al progreso y renunciando
a las condiciones elementales de las democracias modernas.