“… Dicen que aunque el contingente era diverso y extenso a
lo largo de la calle principal de Tixtla de Guerrero, Gro., el mayor interés de los espectadores se
concentraba en la Danza del Lagarto en la que don Sóstenes Loza, hombre
corpulento dedicado a castrar marranos, era el personaje principal.
“… Afirman que Don Chote, quien transitaba en los setenta años
de vida, se mostraba ágil, gracejo, agresivo, retador en sus desplantes y
pizpireto ante sus admiradores
“… Expresan que portaba un disfraz semejante a la forma de
un reptil que traía enjaretado en la cintura, un armatoste que dejaba entrever
fauces en las que habían afilados dientes provenientes de un verraco
sacrificado y en el otro extremo una enorme cola hecha de hule que manipulaba
para aporrear a quienes con redes y remos intentaban “cazarlo”.
“… Aseveran que, a sabiendas de que la gente lo observaba, él
se afanaba en su representación escénica dando coletazos en las corvas de sus “oponentes”
a quienes derrumbaba, propiciando sonoras carcajadas y aplausos provenientes de
la muchedumbre.
“… Manifiestan que,
además de ser un excelente protagonista de la danza en mención, don Chote era
buen tomador de mezcal, ejecutor de guitarra, cantante, trovador y autor de
versos que, aunque mal rimados, estaban impregnados de ingenio y sabiduría
populares. Algunos de sus amigos, le atribuyen aquello que dice:
“… hojas aquí, hojas allá y más allá… ¿Qué veo?.. A mí no me
hacen pendejo… ¡aquí comieron tamales!”
En circunstancias distintas, recuerdan algo más de su
autoría:
“… Al pasar por tu casa, vide un gato callejero, pero no lo
espanté; porque dije para mis adentros: si lo apedreo, corro el riesgo de
embarrarme los dedos…”.
Por eso en el ambiente bohemio de estos días, al ver que
alguien baila con donaire de “lagarto retozón” o escucha que recita versos cojos
en contenido y rima, dice: ¡´abrón…, te pareces a Chote! La
referencia, aunque tiene tintes de chascarrillo, conlleva nostalgia por ese
ayer impregnado de tradiciones y
costumbres que en veces ha sido trastocado por la transculturización o la falta
de apego a nuestras raíces.
“…Después
de él —dicen sus amigos— no ha habido Danza del lagarto en el Paseo de la Cera,
tampoco en Encuentros mayordomales y demás bullas pueblerinas.
“… Por eso y más, se le recuerda y en veces se escucha en
boca de alguien que lo conoció: ¡descansa
en paz, amigo Chote...! Sí, sí, descansa… o que Dios te tenga a fuego manso, si a cambio de ello te permite
personificar La danza del Lagarto, beber mezcal, ejecutar tu guitarra, cantar y
de vez en cuando mal trovar versos dedicados a tu público dilecto…”