Ubicado
como la segunda fuerza política en el país, el PRD ha sido la opción partidista
que en los últimos 25 años aglutinó a la izquierda mexicana, incluso sobre la
sepultura del Partido Comunista de México (PCM) que en 1979 había salido de la
clandestinidad y obtenido su registro legal, pero desde su génesis enfrentó una
soterrada disputa por su control.
El
Partido de la Revolución Democrática, obtuvo su registro en 1989 merced a que
el Partido Mexicano Socialista –el último vestigio del PCM—le cedió el propio
que había obtenido de la fusión de diferentes organizaciones de tendencia
marxista-leninista y de otras corrientes de izquierda que transitaron desde el
Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Socialista Unificado de
México, el Partido Patriótico Revolucionario, el Movimiento Revolucionario del
Pueblo, la Unión de la Izquierda Comunista y del Partido Socialista de los
Trabajadores, fundado éste por el ingeniero Heberto Castillo Martínez, quien
renunció a su candidatura por el PMS a la Presidencia de la República para
sumarse a la de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
La
bondad política, o como usted quiera llamar a esa decisión del ingeniero
Castillo, en aras de derrotar al entonces candidato del PRI, Carlos Salinas de
Gortari, más que al del PAN, Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, posibilitó
una andamiaje de corrientes conservadoras y ultras, fundamentalistas y
dogmáticas incondicionales, que sustentaron el nacimiento del Partido de la
Revolución Democrática, cuyo líder fue Cuauhtémoc sin reticencias, arropado por
el grupo de priistas distinguidos que, junto con él, renunciaron a su
militancia en el PRI.
Pero
Cuauhtémoc, aunque considerado por sus simpatizantes como el caudillo de la
izquierda o líder moral del PRD, no se significó como el crisol que fundiera a
todas estas corrientes, algunas incluso beneficiarias del clientelismo
fomentado por el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel
Camacho Solís, priista distinguidos que luego se echó a los brazos del PRD, del
que actualmente es senador plurinominal. Favor con favor se paga.
Aglutinó,
sí, intereses de grupo en la idea toral de llegar a la Presidencia de la República;
hay evidencias de que en la elección de 1988 ganó el proceso mas un esquema que
el entonces secretario de Gobernación y actual senador del PRD, Manuel Bartlett
Díaz, operó aunque hoy lo niega, se lo arrebató a Cuauhtémoc como habría
ocurrido en los comicios de 2006 con Andrés Manuel López Obrador.
Cárdenas
perdió en la elección presidencial de 1994 y la alianza con Porfirio Muñoz
Ledo, quien renunció al PRD; en 2012 Andrés Manuel es derrotado por Enrique
Peña Nieto y se va del PRD para fundar el Morena. Una escisión en la que
participa una de las principales tribus, la de Izquierda Democrática Nacional,
liderada por René Bejarano, y que cuenta con la simpatía de Movimiento
Ciudadano, especialmente del coordinador de los diputados federales emeceístas,
Ricardo Monreal Ávila, y un grupo compacto de legisladores afines.
En
25 años, el PRD ha tenido los elementales altibajos políticos. A partir de la
elección de 2012, empero, luego de avanzar en gubernaturas, alcaldías, un buen
número de diputaciones locales, en congresos donde ha sido mayoría, instalado en
el segundo sitio de la preferencia electoral, enfrenta una severa crisis
provocada por esos grupos de interés –diríase los poderes fácticos dentro del
PRD—que asumieron y operaron con mecanismos partidistas que, en su momento,
criticaron a lo más primitivo del PRI.
Estos
grupos, las 17 tribus perredistas identificadas, no la oposición priista ni la
panista, si así fuera, lograron fracturar al PRD en una disputa por el control
del partido.
Y
fue precisamente el impulsor de ese aglutinamiento de la izquierda histórica de
México, es decir, Cuauhtémoc Cárdenas, que en atención a intereses personales y
de un grupo compacto, en 1994 generó una crisis cuando, merced a una reforma
estatutaria, se alzó como candidato reincidente del perredismo a la Presidencia
de la República y bloqueó las aspiraciones de Porfirio Muñoz Ledo.
Así
ocurre en este momento cuando, frente al rechazo de la tribu mayoritaria en el
PRD, la de Nueva Izquierda, controlada por Los Chuchos, de aceptar que fuera
candidato de unidad a la dirigencia nacional del partido, decide renunciar y
con ello aviva la crisis que arrastra el partido desde el escándalo de la
familia imperial en Iguala.
Cuauhtémoc
demanda al CEN perredista y a su presidente, Carlos Navarrete, renuncien para
reponer un proceso prácticamente de refundación del partido, en el que
indudablemente él sería la cabeza, como cuando al frente de la Corriente
Democrática abandonó las filas del PRI.
Los
tiempos han cambiado; las prácticas de presión y chantaje tienen otras
condiciones y éstas no son las mismas de aquellos días en que el crítico y
dinámico Cuauhtémoc logró herir de muerte al PRI, una herida que en el año 2000
se concretó con la pérdida de la Presidencia de la República, aunque no frente
a Cuauhtémoc sino del panista Vicente Fox Quesada, un político que resultó un
fiasco para la transición.
Cuauhtémoc
ya se fue pero no la insistencia de tumbar a Navarrete de la dirigencia. Carlos
Navarrete, por cierto, éste domingo se pronunció por el cambio, la corrección
del rumbo, en la sesión de Consejo Nacional, donde le insistieron en que
renuncie.
Pero
Navarrete trae sus cartas y prácticamente acorde con la propuesta de Silvano
Aureoles Conejo, presidente de la Cámara de Diputados y aspirante reincidente
al gobierno de Michoacán, pero esencialmente de filiación cardenista, de
refundar al PRD, sin que ello pase necesariamente por su dimisión.
Silvano
también trae sus cartas, pero éstas orientadas a ganar la gubernatura
michoacana. Por eso, este domingo también, pero en Morelia donde pidió a la
militancia hacerse cargo de las críticas de Cuauhtémoc “y ponernos a refundar
el PRD en Michoacán (porque) sin en otra parte no se hace, aquí sí nos hacemos
cargo”.
La
refundación del partido es la opción necesaria, civilizada que abonaría a la
democracia en el país, especialmente en este proceso electoral que enfrenta
severos riesgos de infiltración criminal. Por eso, quienes apuestan a dinamitar
al partido seguramente pretenden hacerse de los restos del instituto político
para sumarlos al Morena de López Obrador.
Las
críticas no tienen fundamento ideológico ni propuesta partidista. No, se trata
de descalificar y descarrilar al PRD del segundo sitio en la preferencia
electoral. Y la descalificación, como esta de asegurar que a Carlos Navarrete
le quedó grande la dirigencia del PRD, parte de personas bien identificados con
Andrés Manuel López Obrador, los diputados Consuelo Argüelles y Alejandro
Sánchez Camacho, aliados de Martí Batres Guadarrama y de René Bejarano. ¿Está
claro? El enemigo en casa. Conste.
LUNES. Sin duda habrá periodo
extraordinario en el Congreso de la Unión para procesar las reformas que
propondrá este día el presidente Enrique Peña Nieto. Adivine usted quiénes
regatearán apoyo a esas iniciativas. ¡Adivinó!
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