Ante la desgracia y los
tumbos que da el país, de un estado fallido, a los enredos de la pareja
presidencial nostálgica del glamur, dueños de una casa multimillonaria de
dudosa procedencia, y en una crisis en derechos humanos, se fueron a China con
todo y maquillista. El país es objetivo de la repulsa mundial por la desaparición
de estudiantes.
En Ámsterdam durante el
encuentro entre la selección de México y Holanda, en el minuto 43, aficionados
mexicanos y locales sacaron pancartas y pañuelos blancos en señal de protesta,
lo mismo pidió el Papa Francisco en su mensaje en Roma. Y el portavoz del departamento de Estado
Norteamericano, Jen Panski, dijo: ‘‘Urgimos a
todas las partes a mantener la calma durante el proceso’’, luego
de los informes de ‘‘crecientes tensiones’’ registradas en días recientes en
México, tras la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl
Isidro Burgos, de Ayotzinapa…” (La Jornada/13/nov/14). En el mismo mensaje, Panski
remató con estas aladas palabras: ‘‘Este crimen atroz y bárbaro debe ser
investigado de forma completa y transparente, y los culpables llevados ante la
justicia sin demora y castigados consecuentemente con respeto a las garantías
procesales y al estado de derecho’’
Y en un escenario donde
prevalece la política del terror y el adelgazamiento de las instituciones hay
que visualizar con lupa que tanto Michoacán, Oaxaca, Chiapas y Guerrero, son centros
neurálgicos que ponen a prueba a una administración que caracolea ante el
binomio, estado-narcotráfico, heredado al actual presidente que no ha podido
frenarlo, o gracias a la inoperancia de sus órganos de inteligencia, corrupción
y complicidad, el deterioro progresivo de las instituciones de procuración de
justicia en México ha propiciado la relación estrecha entre autoridades
formales e informales representadas por los barones de las drogas y cárteles
emergentes. Y la difusa línea que divide al estado de otro estado, ha llegado a
extremos que han parido monstruos como el de Iguala.
Y en el otro extremo, en
el referente a los reclamos sociales, quizá por la ausencia de oficio para reconocer
movimientos legítimos que ya se han desbordado y han tomado otro rumbo que
apunta a la insurrección social, al menos en algunos estados: ¿las auto
defensas son la antesala de un pueblo sublevado e insurrecto que aspira a
cambiar la aterradora situación económica y política de México? ¿Es una solución
ante el desmoronamiento de la dictadura de los partidos políticos sometidos al
estado o al narco?
En ese contexto, en Guerrero,
la salida de un gobernador electo por los guerrerenses, ha puesto en juego los
mecanismos de la avestruz por parte de la clase política que ha preferido el
silencio a la acción. En Michoacán, la llegada de un Comisionado no ha cambiado
nada. Pese a las medidas tomadas. En Morelos, ante la frugalidad por el manejo
oscuro del presupuesto en obras como el estadio de fut bol “Coruco Díaz” de
Zacatepec, la adquisición sospechosísima de las “Mañanitas” y los cuantiosos
montos que se desaparecen de las arcas morelenses, el gobernador Graco Ramírez, navega de a
muertito pegado a la ubre de los Pinos. Y se teme que se haga una preselección
de diputados no afines al tabasqueño preferentemente del Sol Azteca y acusarlos de tener tratos con la
delincuencia organizada para puentear la próxima gubernatura al tricolor que ya
se prepara.
Mientras en Michoacán,
vuelven a la carga las autodefensas leales a Mireles , porque aseguran que
sigue viva la hebra que ha cogobernado al estado purépecha intocable y con
mayor impunidad del que se tenga memoria en la historia contemporánea de México.
En Guerrero, recogió la
batuta ardiente Rogelio Ortega Martínez, homologo de apellidos del ex
gobernador de Morelos, Lauro Ortega Martínez, que un buen día desapareció de
pura puntada a toda la policía de Morelos. Rogelio y su equipo debe de actuar
con sobrado tacto y pies de plomo. Su administración diezmesina requiere de talento,
oficio y cautela. Las directrices mandadas del centro no siempre es la mejor
medicina, véase Michoacán, y la respuesta de Tlachinollan al gobernador
sustituto. Porque Iguala ya es un símbolo nacional y Guerrero una ínsula
mundial cuya carta de presentación ya no es el mar de las delicias del Pacífico
mexicano, sino la desaparición de estudiantes y sus cuerpos calcinados y
tirados al río, hasta que no se compruebe lo contrario.
Y ante las acciones de la CETEG y normalistas, en el
estado de Michoacán, Oaxaca y Chiapas; en el estado de Guerrero, se espera que
con el consenso de las fuerzas políticas unidas, sin protagonismo electoral,
converjan en un llamado a la reconciliación de los guerrerenses. Que contemple,
el respeto al estado de derecho, la salida de los presos de conciencia. La
devolución de los ayuntamientos tomados, y la solución sobre los normalistas
desaparecidos, así como resarcir los daños a terceros, todo dentro del marco de
la ley. Y los que están fuera, pierdan, incluyendo a delincuentes de cuello blanco
y de kalashnikov, maestros incendiarios y policías represores.
Es la hora de encontrar
las salidas al laberinto. Si nadie se mueve, esto se va complicar. Tienen que
apostarle a la reconstrucción de Guerrero, que ha parido guerrillas y pobreza
extrema que durante siglos ha padecido, y que las autoridades estatales, convoquen
a una cruzada por la legalidad, el alto a la violencia y el respeto a la vida.
Levantar una muralla contra la corrupción, brutalidad, cinismo,
irresponsabilidad histórica de los actores políticos; involucrar a organizaciones
de todo tipo. ¿Cómo?, muy simple, que la ley castigue a los culpables y que se
les diga la verdad a los padres, hermanos y madres de los desaparecidos. Ya no
mas mentiras.
Con estas acciones ¿se
detendría la quema de edificios, paralización de la economía local y el
nacimiento de una revuelta nacional, que es lo que el propio gobierno federal
ha provocado al llegar muy tarde a Guerrero? No lo sabemos.