El 15 de junio de 1952 fue
descubierta la más imponente tumba maya de la historia. En el interior del
Templo de las Inscripciones, al final de un descenso de 45 escalones, el
arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier descubrió una cámara mortuoria donde yacían
los restos de K’inich Janaab’ Pakal, uno de los más grandes gobernantes de la
civilización maya, señor de B’aakal. Su rostro estaba cubierto por una máscara
de jade. Un enigmático grabado sobre la lápida de la tumba fascinó a sus
descubridores y después al mundo entero.
Especialistas en la
ufología y otras prácticas pseudocientíficas de todo el mundo, especularon que
la imagen en la lápida comprobaba el conocimiento maya sobre tecnología de alto
alcance y la presencia de visitantes extraterrestres a la Tierra. El aura de
misterio que siempre ha rodeado a esta enigmática civilización se acentuaba…
El mito de Pakal, el
astronauta maya
En la lápida ubicada en
Palenque, Chiapas, se encuentra tallada la impresionante representación de un
hombre en el interior de un aparente objeto volador. Sus manos manipulan un
tablero con controles y palancas que servirían para dirigir la nave. Mirando con
atención su nariz se puede observar la presencia de un supuesto dispositivo que
la ayudaría al viajero a respirar una vez que su vehículo se encontrara en el
espacio.
Bajo sus pies se aprecian
unos objetos que se asemejan a pedales. El hombre al mando de esa nave espacial
no era otro que uno de los líderes mayas más importantes de la historia: Pakal,
el Grande. En el extremo derecho de la imagen pareciera que del vehículo emerge
fuego o los restos de un combustible necesario para impulsar el artefacto hacia
las estrellas. El personaje de este grabado fue bautizado como “el astronauta
de Palenque”.
Científicos de la NASA
contribuyeron a esta interpretación al mencionar que en los supuestos controles
que el navegante manipulaba se encontraban 16 puntos idénticos a los de los
tableros de una astronave moderna.
Sin embargo, arqueólogos e
historiadores expertos en el mundo maya afirman que en este grabado no hay nada
relacionado a viajes espaciales o naves que fueran parte de una flotilla
propiedad de la civilización que se asentó en el sureste mexicano. Lo que
representa la lápida del gobernante corresponde a una explicación de una parte
de la cosmogonía maya y su concepción sobre lo que ocurre a los hombres después
de la muerte.
El astronauta es en
realidad el mismo Pakal en su descenso al inframundo después de fallecer. En el
mismo acto, de su interior brota el Árbol de la Vida, haciendo alusión al ciclo
de la existencia en el que el fin de una vida da paso a otra. Para esta
civilización, el paso por el inframundo era una viaje obligado, que todo
fallecido tendría que vivir para poder renacer en el otro mundo.