domingo, 16 de abril de 2017

LA VERDAD DETRÁS DE PAKAL, EL MAYA QUE VIAJÓ AL ESPACIO Por Rodrigo Ayala


El 15 de junio de 1952 fue descubierta la más imponente tumba maya de la historia. En el interior del Templo de las Inscripciones, al final de un descenso de 45 escalones, el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier descubrió una cámara mortuoria donde yacían los restos de K’inich Janaab’ Pakal, uno de los más grandes gobernantes de la civilización maya, señor de B’aakal. Su rostro estaba cubierto por una máscara de jade. Un enigmático grabado sobre la lápida de la tumba fascinó a sus descubridores y después al mundo entero.

Especialistas en la ufología y otras prácticas pseudocientíficas de todo el mundo, especularon que la imagen en la lápida comprobaba el conocimiento maya sobre tecnología de alto alcance y la presencia de visitantes extraterrestres a la Tierra. El aura de misterio que siempre ha rodeado a esta enigmática civilización se acentuaba…
El mito de Pakal, el astronauta maya



En la lápida ubicada en Palenque, Chiapas, se encuentra tallada la impresionante representación de un hombre en el interior de un aparente objeto volador. Sus manos manipulan un tablero con controles y palancas que servirían para dirigir la nave. Mirando con atención su nariz se puede observar la presencia de un supuesto dispositivo que la ayudaría al viajero a respirar una vez que su vehículo se encontrara en el espacio.

Bajo sus pies se aprecian unos objetos que se asemejan a pedales. El hombre al mando de esa nave espacial no era otro que uno de los líderes mayas más importantes de la historia: Pakal, el Grande. En el extremo derecho de la imagen pareciera que del vehículo emerge fuego o los restos de un combustible necesario para impulsar el artefacto hacia las estrellas. El personaje de este grabado fue bautizado como “el astronauta de Palenque”.

Científicos de la NASA contribuyeron a esta interpretación al mencionar que en los supuestos controles que el navegante manipulaba se encontraban 16 puntos idénticos a los de los tableros de una astronave moderna.

Sin embargo, arqueólogos e historiadores expertos en el mundo maya afirman que en este grabado no hay nada relacionado a viajes espaciales o naves que fueran parte de una flotilla propiedad de la civilización que se asentó en el sureste mexicano. Lo que representa la lápida del gobernante corresponde a una explicación de una parte de la cosmogonía maya y su concepción sobre lo que ocurre a los hombres después de la muerte.


El astronauta es en realidad el mismo Pakal en su descenso al inframundo después de fallecer. En el mismo acto, de su interior brota el Árbol de la Vida, haciendo alusión al ciclo de la existencia en el que el fin de una vida da paso a otra. Para esta civilización, el paso por el inframundo era una viaje obligado, que todo fallecido tendría que vivir para poder renacer en el otro mundo.