Sin duda, un error tratar de contener con vallas el movimiento feminista, antes que escuchar sus demandas y atenderlas en lo posible.
Este movimiento ha adquirido
colosal dinamismo en todo el mundo que no hay vallas que lo puedan detener.
Es más, se quedarán en la
cola de la historia quienes –sobre todo mandatarios– traten de evadirlos con
discursos demagógicos, porque la vitalidad del feminismo no les es inyectada
por los partidos políticos ni los conservadores.
Su movimiento reivindicativo
va más allá de partidos, los rebasó al convertirse en legítimamente universal.
Hoy tenemos en las calles
una conjugación armónica de generaciones de mujeres que luchan por terminar con la discriminación, la
desigualdad económica, desigualdad laboral, el acoso, la violencia, el abuso
sexual y la desaparición de las mujeres.
Ser reconocidas en sus
sexualidades y en sus cuerpos es otra de las demandas actuales, así como la
participación política con equidad, algo que aún no termina de hacerse
realidad.
La consigna Ni Una Menos
hace clara alusión de que están hartas de que sigan desapareciendo jovencitas
sin que las autoridades puedan frenar este cruel fenómeno, que está relacionado
con el tráfico de personas, la venta de cuerpos y prostitución forzada.
Hoy podemos constatar que
cada vez son más mujeres que valerosamente se animan a denuncian violaciones
sexuales y acoso por parte de actores, políticos, candidatos, compañeros de
escuela, de trabajo, etc., a pesar de los años de transcurrido el hecho.
Me Too fue la punta de la
madeja que desnudó a personalidades que usaron su poder para abusar a mujeres y
cubrirse con un manto de impunidad durante largos años.
Quien no logre entender que
este movimiento se encuentra en una nueva fase, donde las jóvenes no encuentran
las mismas oportunidades, además son desaparecidas por decenas en el país, los
violadores sexuales no son castigados como se merecen, y persisten los acosos y
violencia, sin ser escuchadas, se quedará con sus estructuras mentales que solo
les permite balbucear “que deben ser castigadas por atentar contra los
monumentos históricos.”
Las manifestaciones
violentas ofrecen una lectura: que las mujeres ya no soportan ser ignoradas, y
se muestran sumamente enojadas contra esas estructuras arcaicas de poder
dominante machista y patriarcal, que se asume como el defensor de las buenas
costumbres y de la estabilidad social a partir del mantenimiento de los
sistemas familiares tradicionales, donde las mujeres debe seguir su papel de
esposas, madres, cuidadoras de los abuelos, de sus hijos, nietos y bisnietos
que Dios les mande.