EN GUERRERO, URGE LA RECONCILIACIÓN
“Reconciliación, es la reunión amistosa post-conflictual entre
previos oponentes que restauran una relación social alterada por un conflicto”
F. Aureli y Frans B.M.
de Waal
Universidad de Berkeley, California.
En éstos
últimos días de diciembre, de relax, han sido también días propicios para hacer
un balance de lo que hemos hecho y alcanzado y de lo que no logramos en el
2011. Pero a la vez, estos días nos han permitido hacer algunas reflexiones de
la realidad guerrerense, y el asunto que más resalta, es sobre la polarización política (en que la opinión
pública se divide en extremos opuestos, en torno a un partido o figura
política) y la polarización social (que se divide en polos de riqueza y
pobreza) que crean escenarios presentes y futuros de creciente conflictividad
política y social.
Dentro de
esa polarización, uno de los problemas que más ha llamado la atención y los
medios no han dejado de mencionar, son los hechos del 12 de diciembre que
protagonizaron los jóvenes normalistas
de Ayotzinapa y los cuerpos policiales que participaron en el desalojo de la
autopista, en la salida de Chilpancingo, rumbo a Acapulco.
En los
casos como éste en el que se exige llegar a la verdad jurídica, no queda otra
que dar cumplimiento a lo que establece la Constitución Federal, de hacer
justicia pronta y expedita, para que no suceda como en otros casos que se
magnifican, se burocratizan y después se olvidan. No creo que sea el caso,
porque conociendo a los estudiantes de éstas normales rurales como la Raúl
Isidro Burgos, ¡Cuidado!. Después de ésta exigencia y el acatamiento a las
resoluciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (que se conocerán
pronto) necesariamente, se tiene que llegar a otra etapa: La reconciliación.
La
historia universal registra experiencias en el ejercicio de gobernar que bien
pueden tomarse en cuenta, en climas políticos y sociales como en Guerrero.
Veamos. Al tomar el poder Napoleón en 1799,
Francia, se encontraba brutalmente en un conflicto de odios, en un
estado catastrófico, dividida, miseria, bandolerismo y anarquía generalizada.
Ante ello, el Primer Cónsul, en un punto es inflexible: reconciliar a todos los que, durante diez años, se habían
desgarrado ferozmente; convence a antiguos jacobinos, como Fouché, a sentarse a
la misma mesa con antiguos emigrados,
como Lebrun. Reconcilia a todos los
partidos políticos: monárquicos, girondinos, liberales, clero constitucional,
anticlericales, ateos, y otros.
En
Guerrero, se debe intentar la reconciliación. Como
categoría política, es volver a las amistades o
atraer y acordar los ánimos desunidos. reconciliación es un proceso en el que
las partes involucradas en un conflicto inician una relación que les lleva a
una comprensión mutua de lo sucedido, superan sentimientos de odio y rencor
desarrollados durante el enfrentamiento, inician un mutuo reconocimiento y
sientan las bases para un pacto tácito y voluntario de amistad. La
reconciliación recupera las capacidades derivadas del perdón y la comprensión
de los hechos y restaura las capacidades afectivas. Hablamos, en resumen, de
aprender a vivir juntos otra vez.
Entendiendo la reconciliación como un proceso
complejo y multidimensional, desde una perspectiva social y política, se puede
concebir como una alternativa viable de transformación pacífica del conflicto.
El término es la unión del prefijo «re» y el verbo «conciliar», lo que nos
indica que viene a ser volver a un estado de conciliación. Este último término,
según el diccionario de la Real Academia Española, es «la acción de componer y
ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí». Por tanto, es un
proceso o una acción que desemboca en una situación de concordia o de acuerdo
entre diferentes partes que por diversas circunstancias se han fracturado.
La reconciliación,
es una necesidad y abriría un mejor futuro para Guerrero. ¡Hay que intentarla!
Es cuestión de voluntad política.