Yo
ciudadano
Gobernabilidad
Gustavo
Martínez Castellanos
Toda innovación tecnológica
tiene un espacio de bienvenida que genera euforia, sobre todo si en ese periodo
rebasa las expectativas que el consumidor considera positivas. Con Twitter y
Facebook lo vimos en el derrocamiento de los regímenes autoritarios del norte
de África. Sin embargo, esa euforia deviene en decepción cuando la innovación y
sus servicios nos conducen al error. Lo vimos con el Positivismo hace un siglo
y, en Guerrero, recientemente, con el caso de los disturbios de la Autopista
del Sol en que perdieran la vida dos estudiantes normalistas. Las imágenes que
captaron los testigos le dieron la vuelta al mundo en segundos; pero ninguno se
preocupó por investigar si el enlace “estudiantes abatidos a tiros – policías
ministeriales armados en posición agresiva” era lógico. O si uno era
consecuencia de lo otro. Esa euforia –que aún no sabemos de donde partió-
irracional e instantánea, arrojó como resultado la inmediata privación de la
libertad de los policías locales y el lapso en el que los presuntos autores de
esas muertes pudieran menguar las evidencias. De hecho, hasta ahora, esa
euforia, ha impedido que se haga justicia tanto a los estudiantes asesinados
como a los policías inocentes porque generó un espacio de revuelta en el que la
gobernabilidad del estado de Guerrero se vio amenazada. Espacio en el que los
guerrerenses revivimos el temor de regresar a los tiempos en que desde “el
centro” se nos imponían gobernantes, y la voluntad popular era acallada con
subterfugios y violencia.
Si bien no hay ley que
justifique la pérdida de vidas humanas -más aún si son inocentes-; tampoco es
benéfico que por un problema –de cualquier orden- un estado tenga que caer en
la ingobernabilidad. Si nuestros avances políticos y sociales no nos hecho
arribar en México y en Guerrero a la erección de un Estado con instituciones
sólidas, entonces merecemos aún la tutela del “centro”. Así, somos indignos de
la democracia.
Con base en esta visión
–considero- es que actuaron a tiempo y eficazmente el gobierno de Aguirre, el
ex fiscal Alberto López Rosas y el ex Secretario de Seguridad, Ramón Almonte.
La euforia desatada en torno a aquél fácil pero falso enlazamiento ni siquiera
se detuvo a observar la lógica de los tiempos: los policías locales armados
llegaron después que los policías no armados; sucesión sólo explicable a partir
de que la orden de que llegaran desarmados era para resguardar la vida y las
propiedades de los demás ciudadanos ante un grupo de estudiantes enardecidos; y
de que éstos primeros policías hayan reportado que había disparos con arma de
fuego en el lugar de los hechos. Entonces, la segunda orden posiblemente fue,
que para resguardar a esos ciudadanos y a los primeros policías, un segundo
grupo llevara armas pero que no las usara. Las pruebas de radizonato así lo
confirman: nunca las usaron. Los policías guerrerenses no disparan ni matan a
ciudadanos guerrerenses. Son inocentes.
Pero ya era difícil detener
la euforia, a pesar de los llamados del ex procurador y de sus denuncias: “Los
homicidas son otros. Los policías locales son inocentes”. Las redes sociales –y
sus instrumentos tecnológicos- se equivocaron e hicieron equivocarse a los
medios electrónicos y a los medios impresos. Y a todos los analistas.
Inclusive este error, generó
otra ola de euforia: la del rechazo hacia la escuela Normal de Ayotzinapa y a
los métodos de protesta de sus estudiantes. Una sociedad cansada de plantones,
marchas, pintas, bloqueos, disturbios y saqueo a estanquillos les hizo llegar,
a través de otros analistas un “ya basta” que exigía inclusive la desaparición
de la escuela. Entonces, los muchachos se disculparon y barrieron calles en
señal de contrición.
Pero no han cejado en su
petición de destituir a Ángel Aguirre, sobre todo porque, los muchachos -y los
radicales actuantes políticos e ideológicos que los apoyaron-, han observado
que no es posible que Aguirre sea destituido sino que puede surgir con más
fuerza y más estatura de este nuevo embate contra su gobierno. Por ello también
piden las cabezas de Humberto Salgado Gómez y el mismo López Rosas en espera de
que el motivo de su lucha y su inercia no se detengan y terminen desprotegidos
por sus aliados naturales y ciertos medios de comunicación
A los guerrerenses con un
buen uso de la memoria no nos agrada la ingobernabilidad, por ello, si en su
momento pedimos prudencia y justicia para no darle una oportunidad al desorden,
también confiamos en que el gobierno de Ángel Aguirre demostrará que la
ingobernabilidad cede ante la justicia y la razón. Que no hay cacerías de
brujas que ennoblezca al buen gobernante. Que la revancha o la venganza –así
sean en el ámbito de la política- resultan indignas para el gobernante moderno.
Experimentado.
Durante su campaña señalé
que a Aguirre poseía la experiencia y la sabiduría para hacer un buen gobierno.
Sin embargo, quienes tienen intereses por desestabilizar al estado seguramente
continuarán maniobrando desde las sombras y desde la inmediatez de las redes
sociales a un sector social que nunca pidió justicia, sino inestabilidad. Caos
El lamentable suceso del 12
de diciembre, puede y debe servirnos a los guerrerenses como ejercicio de
análisis y de observación de nosotros mismos en tanto sociedad atenta a
nuestros problemas. Debemos estudiar el entorno en el que nos movemos como
grupo humano y, a su vez, apreciar la percepción que de nosotros mismos
tenemos. Debemos evitar el desafuero, la acusación a priori, el señalamiento
lesivo y las guerras mediáticas. Ya la violencia por el narco y sus
consecuentes crisis, los altibajos en la
economía y nuestros rezagos ancestrales
son suficiente motor de arranque para un análisis profundo de nuestra identidad
y nuestro destino. No olvidar que con referencia a la federación somos un
estado joven; y más aún con referencia al mundo.
Pero sobre todo, no debemos
perder de vista que 2012 es año de
elecciones.
Y que la política se ha
tecnologizado. ¿También se deshumanizará?
Sin la presentación de los
culpables de la muerte de los estudiantes normalistas nos atrevemos a pensar
¿valen una elección o un gobierno la vida de otras personas?
Por ello considero que López
Rosas debe continuar en su puesto. Ha demostrado que trabaja con profesionalismo.
Entrega. Con la entereza con que encaró al presidente Zedillo en Acapulco. Dio
con los agresores de Guillermo Sánchez y con los asesinos de Moisés Villanueva
y Érick Estrada. Demostró que sus policías no fueron culpables en el caso
Ayotzinapa. Le falta resolver el asesinato de Armando Chavarría y debe
responder por la privación ilegal de la libertad y la tortura que los
estudiantes aprehendidos sufrieron ese fatídico 12 de diciembre.
También confiamos en que le
dé seguimiento a la denuncia de su ex directora de Cultura Aída Espino contra
Félix Salgado –que quiere ser diputado-, Fabiola Vega y Citlali Guerrero por
desvío de recursos, usurpación de funciones y lo que resulte. López Rosas tiene
mucho trabajo este año que entra. 2011 ya se fue. Año marcado por la violencia,
el dolor, el luto, el llanto. Por la puesta a prueba –una vez más- de un país
que aún se busca a sí mismo. Y un estado cuya más grande esperanza siempre será
su gente. Siempre su gente.
Próspero 2012 a mis amigos y
lectores.
Te abrazo Acapulco, donde
sea que estés.
Nos leemos en la crónica
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