Rogelio Martínez Faz/ Como es sabido, las relaciones entre México y Estados Unidos van más allá de acuerdos comerciales y diplomáticos. Hay otros asuntos menos “importantes” pero más intensos que van de lo cotidianamente necesario a lo absurdamente innecesario. Y se puede entender por la cercanía geográfica que da origen a la migración y al tráfico legal e ilegal de todo tipo de productos, incluidos los seres humanos. Con lo que los mexicanos nos quejamos de ser el patio trasero del coloso del norte que además de aguantar los caprichos, también se necesita de sus reconocimientos.
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Esto resurgió a raíz de la “cumbre del chorizo”, perdón, del Tratado de Libre Comercio (TLC) en Toluca, capital del Estado de México, donde se reunieron los tres colosos del norte: México, Estados Unidos y Canadá, para pulir acuerdos trilaterales pero dejando fuera temas pendientes como el migratorio en EU o las visas para mexicanos para viajar a Canadá. Sin embargo, algo que trascendió del evento fue el comentario del presidente Barack Obama acerca de su falta de tiempo para degustar chorizo toluqueño (alimento típico de Toluca).
Aunque la espectacularidad de la recepción en Toluca, se dice, no necesariamente refleja el éxito de los acuerdos, tampoco se puede decir lo mismo del fracaso, sobre todo cuando hay un antes y un después a estos eventos con capturas de personajes importantes del crimen organizado, como sucedió con ‘El Chapo’ Guzmán que vino a servir de comensal. Que dejó un efecto digestivo en Obama sin haber probado el chorizo pero que causó alivio después de eructar, ¿será?
Mientras que con la Cumbre por más que se quiera ganar la imagen de “arreglar” la frontera con acuerdos formales y benéficos, prevalece lo que se hace de manera ilegal, coartando el interés de los estadounidenses por estas reuniones, por lo mismo no fue noticia, al menos que el efecto chorizo satisfaga la gula de la información amarillista como sucedió con la captura del capo que ahora está en primera nota de todas las cadenas informativas.
El hecho de que Obama le hiciera desaire al chorizo con una excusa infantil, podría interpretarse como un temor a la “venganza de Moctezuma” (diarrea). Pero también se presta para darle una interpretación ladina, como evadir “enchorizarse” en Toluca con acuerdos que ya son tan cotidianos como la misma inmigración o el tráfico de armas.
Mientras, la cobertura mediática en México contrastó con los medios estadounidenses, donde les valió chorizo, expresión popular en México (para evitar otra muy vulgar), que se utiliza para medir la dimensión de un daño o fracaso.
No tanto por indiferencia de los medios, pues estos reaccionan a la demanda de las noticias amarillistas así sean intranscendentes. Al parecer se debió más a la indolencia de la Casa Blanca que se reflejó en los medios de comunicación. Que no reacciona de igual manera como en México, que independientemente del éxito o fracaso, los mexicanos somos excelentes anfitriones y sobredimensionamos cualquier evento de esta naturaleza, muy dados a satisfacen la gula protagónica gubernamental. Que no era para tanto además de absurdamente innecesario.
Por cierto, Chicago era uno de los principales bastiones de ‘El Chapo’ donde era considerado el “Public Enemy Number One”. Como lo informara oportuna y objetivamente el reportero de Univisión, Enrique García Fuentes, el mismo sábado de la captura desde las calles de Chicago donde se comercia la droga del famoso capturado, con una entrevista que detalla de las posibles consecuencias tras la detención, hasta dónde podría llegar el efecto chorizo.