María Popova, la admirable
editora del sitio brain pickings, ha elaborado en colaboración con Michelle
legro y la dibujante Wendy Macnaughton esta ilustración en la que se establecen
las rutas que unen a grandes de la creatividad como Joyce, Mcluhan o Jane Austen.
Si todavía es posible hablar
de “naturaleza humana”, si no se trata de un concepto anacrónico que levante
suspicacias, puede decirse también que uno de sus rasgos fundamentales es su
dialéctica entre lo individual y lo colectivo: somos seres encerrados en la
prisión de nuestra propia conciencia pero, al mismo tiempo, arrojados a un
mundo de semejantes. Como consecuencia, nuestra percepción, nuestras ideas, los
caminos que seguimos para aprehender la realidad y las formas que hacemos
nuestras para ser y estar en el mundo, se nutren de ambas circunstancias: son
innegablemente nuestras y también ineludiblemente de los otros.
Y si bien esto se puede
ejemplificar en prácticamente cualquier gesto de nuestra existencia, quizá los
quehaceres creativos es donde resulta mucho más fácil de volverlo evidente. Una
pintura, una pieza musical, un poema, un edificio o un movimiento de una
bailarina, son, en el mejor de los casos, entidades autónomas en sí, que se
justifican por sí mismas, pero a su vez son herencia de otras manifestaciones
culturales que existieron antes, que las influyeron y de algún modo
condicionaron su surgimiento súbito en el mundo. Joyce, por ejemplo, ¿pudo ser
sin Shakespeare?
La ilustración que ahora
compartimos intenta mostrar esos “círculos de la influencia” que pueden
rastrearse entre algunos de los grandes de la creatividad, así, en sentido
amplio, pues lo mismo pueden encontrarse artistas que deportistas y
científicos. Esta fue elaborada en parte Maria Popova (la admirable editora del
sitio Brain Pickings) en colaboración con Michelle Legro y la dibujante Wendy
MacNaughton.
Por último cabe hacer
mención de un elemento insoslayable en este juego de reflejos y corrientes: el
azar. Si bien puede pensarse que estamos determinados por las condiciones en
que nacemos ―el lugar, la época, la situación social, etc.―, existe
simultáneamente una tabula rasa, una zona de incertidumbre que acaso por
momentos se confunde con la libertad en la que todo está todavía por suceder,
ahí donde es imposible decir si a una persona la marcarán los escritos de
Thoreau o los de Virginia Woolf, y cuáles serán las consecuencias de estos
encuentros.
Imagen
vía Brain Pickings