Teresa Gil/ Hay quienes dicen que ya es hora de que en México haya una mujer en la
presidencia. Quizá sería deseable si hubiera una mujer que llenara los
requisitos de los que han carecido –en su mayoría-, quienes lo han gobernado.
El
país necesita en este momento eficacia ante todo, honradez, democracia y una
amplia visión de la multiplicidad que lo habita.
La
verdad es que no encontramos lo anterior ni en mujeres ni en hombres que se
asumen líderes políticos y aspirantes para el 2018. Además hay que entender que el problema no es
de sexo y que ya tenemos casos muy lamentables –Rosario Robles y Amalia García,
para no ir más lejos-, que demuestran que una mujer no es necesariamente
superior a un hombre en el gobierno, cuando se arrastran las mismas posturas.
A
lo mejor hay jóvenes liderazgos femeninos que darán una sorpresa, pero hay que
esperarlos y confiar en que hay mujeres valiosas que nos gobernarán, como
actualmente sucede en Sudamérica y en otros países del mundo.
Ahora
que si de desbancar a un hombre se trata en este momento, que salgan a la
palestra las que aspiran; total, con lo que ahora se tiene y conocemos,
cualquier sexo es igual.
Nos
llama la atención sin embargo, que la señora Margarita Zavala se empeñe en
seguir enclaustrada en el presupuesto después de haber gozado de las ventajas
–no legisladas por cierto-de la esposa de un presidente y no haber sido la guía
y la contención, para detener las muchas inconsecuencias de Felipe Calderón.
Sí,
el país ardía con miles de crímenes –como ahora- y la esposa del que pone al
ejército en las calles convalidó las acciones, muy poco intervino en orientar, si es que lo hizo. Aunque, claro,
no era su obligación. Lo más probable es que coincida con las resoluciones que
tomó su esposo.
Ni
siquiera hubo en intento serio de su parte para
resolver el terrible caso de la guardería ABC, en la que una pariente
suya estaba involucrada.
Lot
era un terrateniente como su tío el profeta Abraham y en pleitos de intereses
terminó entre Sodoma y Gomorra. Generoso, el profeta le mandó a avisar que
Jehová, un dios contaminador que ya había llenado de azufre el río Jordán,
destruiría por pecadoras a las dos ciudades junto con otras tres.
Lot
y su familia, impregnados de aquel halo pecador, huyeron a otro lugar. Pero
Edith, su mujer, curiosa, volvió el rostro y se convirtió en estatua de sal. La
mujer de Lot (Claves latinoamericanas 1986) se llama el librito de
cuentos y relatos del director de cine, escritor y pintor Salomón Laiter, que
fue muy comentado en su lanzamiento. Uno de ellos, de los diecisiete de la
edición, lleva el título del libro y es un relato breve, un símil decantado de
la mujer de Lot, de buena factura literaria. Laiter ya lo había mostrado con anterioridad
en su novela autobiográfica David y otras obras. Ahora que las
ambiciones se desbocan en un país
con miserias y a punto de ser
arrasado, vienen a la mente aquellas vicisitudes de Lot, que terminó siendo
padre de sus nietos incestuosos. Y cabe esperar
que la señora Zavala recuerde la advertencia bíblica y no vuelva la vista
atrás. Podría encontrarse con la sal. (entresemana.mx)