EFRAIN FLORES IGLESIAS |
En 2005, cuando Zeferino Torreblanca Galindo era
gobernador de la entidad se confrontó con el entonces alcalde de Acapulco, Félix Salgado Macedonio, ambos surgidos
del PRD. Las consecuencias todos lo sabemos. Los acapulqueños fueron los que
pagaron los platos rotos.
Lo digo, porque desde
entonces se disparó la inseguridad. Balaceras, levantones y ejecuciones aquí, allá y acullá. La tranquilidad no ha
llegado aún al bello puerto guerrerense. La guerra entre los grupos de la
delincuencia organizada que se disputan la joya del pacífico pelean a sangre y
fuego. Nadie los ha podido detener. Ni el gobierno federal.
Acapulco requiere en este
momento que los tres niveles de gobierno sigan coordinándose para enfrentar de
manera conjunta y de acuerdo a sus ámbitos de competencia, a la delincuencia.
Las confrontaciones y/o
diferencias entre las autoridades, los partidos políticos y sus dirigentes
deben superarse a través del diálogo. Y para ello se requieren buenos
interlocutores.
Hay que recordar que no
solamente es Acapulco, sino todo el estado. La sociedad sigue exigiendo
resultados de las autoridades, particularmente en lo que respecta a seguridad
pública. A la sociedad no le importa quién gobierna el país, el estado y el
municipio en que vive, sino trabajar y transitar en las calles sin ser
molestado por nadie.
Hay quienes tienen la
intensión de que el gobernador Héctor
Astudillo Flores y el alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre, se confronten. Tal vez esas mentes
perversas quieran adelantar el calendario electoral para llevar agua a su
molino. Mal, muy mal.
La elección de 2018 falta
todavía. Por lo tanto, los gobernantes deben enfocarse en atender a la
ciudadanía y dejar a un lado las cuestiones político-partidistas. No
distraerse, pues.
Se entiende que la
ejecución del alcalde de Pungarabato (Ciudad Altamirano), Ambrosio Soto Duarte,
ocurrido la madrugada del pasado 24 de julio, generó la indignación del PRD
–instituto político en el que militó el edil ultimado–. Era de esperarse y con
justa razón. Aunque, claro, hubo quienes se ensañaron en golpetear la imagen
del gobernador Héctor Astudillo Flores, pero no cuestionaron a Silvano Aureoles
Conejo, gobernador de Michoacán, que fue en su entidad en donde ocurrió el
crimen.
Lo importante de todo es
que la Procuraduría General de la República (PGR) ya atrajo el caso y se espera
que en las próximas horas o días caigan los perpetradores de tan atroz crimen.
Ojalá entre el gobernador
Héctor Astudillo y el alcalde Evodio Velázquez haya mejor comunicación y que le
sigan apostando al progreso de Acapulco, porque nadie quiere que se repita lo
de Zeferino y Félix en 2005.
La batalla electoral tiene
su tiempo y en este momento es innecesario. La prudencia ante todo.
DANIEL
ORTEGA-LÓPEZ OBRADOR, SIMILITUDES
A Nicaragua hay que verlo
como un claro ejemplo de lo que le puede ocurrir a México en 2018 si al poder
arriba un populista o un mesiánico al poder.
Resulta que el Tribunal
Electoral de ese país, controlado por el presidente Daniel Ortega Saavedra,
despojó este viernes a la oposición de sus escaños parlamentarios y ha impuesto
un régimen de partido hegemónico.
Daniel Ortega ya se
acostumbró al poder. Ha sido dos veces presidente de su país. La primera
ocasión que se sentó en la silla presidencial fue en 1985 y duró cinco años, o
sea, hasta 1990. En noviembre de 2006
volvió a ser electo presidente y fue reelegido el 6 de noviembre de
2011.
Hasta ahí todo iba bien,
pero el señor ha consolidado todo el poder en su figura, con tintes cada vez
más autoritarios. Es intolerante a la crítica y odia a sus opositores.
El diario español El País señala en su portal web que
Daniel Ortega “es considerado por la oposición como un mandatario autoritario
que quiere imponer una nueva dinastía familiar en el país, que no logra
sacudirse un pasado de opresión, dictaduras y guerras”.
Lamentable lo que ocurre
en Nicaragua con su gobernante quien fue un aliado estratégico del ex mandatario
de Venezuela, Hugo Chávez, y lo es ahora del intolerante Nicolás Maduro.
Los gobernantes populistas
en Sudamérica se han caracterizado por su autoritarismo, despilfarro de
recursos y actos de corrupción. Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela, son
claros ejemplos.
Luego entonces, en México
todavía se puede evitar que llegue un dictadorcillo en 2018. Y el que se
asemeja más a Daniel Ortega y al venezolano Nicolás Maduro, es el líder máximo
de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, quien se considera el salvador del
pueblo de México. No en balde le dicen el mesías
tropical.
Nicaragua pertenece a los
países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(Alba), bloque que incluye a Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador, San Vicente y
las Granadinas, Dominica y Antigua y Barbuda.
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