Ser parte de la oposición
tiene sus ventajas y desventajas. Hay quienes han sabido aprovechar muy bien su
condición de opositores a un régimen político, ya que tienen el tiempo
suficiente para cuestionar al gobierno en turno y recorrer pueblos para llevar
un mensaje de esperanza a los ciudadanos excluidos en la toma de decisiones
públicas.
Desde luego que el ejercicio del poder desgasta, sobre
todo a los que se alejan del pueblo y que privilegian el nepotismo, el
amiguismo y el influyentismo.
Pero cuando las cosas se
hacen bien, los opositores y/o adversarios se quedan sin argumentos y optan por
la guerra sucia desde la clandestinidad.
Lamentablemente, muy pocos
gobernantes han salido por la puerta grande cuando concluyen el periodo para el
que fueron electos.
Un dicho popular dice que no es lo mismo ser borracho, que cantinero.
Desde el lado estratégico
de la barra, es posible quejarse de todo, hacer desmanes (lanzar botellas,
agarrarse a golpes con otra persona e insultar a los meseros o al dueño de la
cantina) y acabar ovacionado por los espectadores, mientras que, desde el otro,
la responsabilidad de atender un negocio y sacarlo adelante requiere un gran
esfuerzo en el que se es responsable de absolutamente todo y las probabilidades
de hacer algo mal son muy altas.
En efecto, no es lo mismo ser opositor, que estar al
frente de un gobierno.
Y se entiende que la política es de tiempos y circunstancias.
En
las pasadas elecciones varios personajes se beneficiaron con el triunfo de
Andrés Manuel López Obrador, y sin hacer campaña. Y lo más grave: sin asumir un
compromiso directo con los electores.
Lo único que hicieron fue
colocar espectaculares en sitios estratégicos, en donde aparecen muy sonrientes
al lado del candidato presidencial.
Adela Román Ocampo, es un
claro ejemplo. Llegó a la Alcaldía de Acapulco gracias al efecto AMLO y el hartazgo ciudadano hacia el PRI, el PAN y el PRD.
Sin
AMLO en la boleta, Adela no gana ni una comisaría municipal.
Durante algunos de sus
recorridos en colonias y comunidades, se comprometió en dignificar la vida del
acapulqueño, sacar a los corruptos del poder y rescatar al puerto de Acapulco
de la violencia.
Además, la también
magistrada con licencia del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) sostuvo en su
arranque de campaña (19 de mayo de 2018) que cuando gane las elecciones, “las
cosas serán diferentes”, y que la planilla que le toca encabezar “está
dispuesta a llevar la cuarta transformación” de la mano de AMLO.
El 1 de julio se convirtió
en la primera mujer elegida como alcaldesa en las urnas. Al día siguiente y en
conferencia de prensa agradeció a la militancia morenista, a su equipo de
campaña y a los integrantes de su planilla por el apoyo dado durante la jornada
electoral, y se comprometió en cumplir con los principios de “no robar, no mentir
y no traicionar”. E insistió que durante su administración “no habrá
tolerancia a ningún acto de corrupción e impunidad”.
Del nuevo Cabildo, dijo
que trabajarán “unificadamente, como un bloque sólido, como una sola fuerza,
pues nuestro municipio vive hoy problemas complejos y enfrenta enormes desafíos
que reclaman de sus autoridades actuar con firmeza, eficacia y transparencia”.
(El Sur, 01-X-2018)
¿Y
qué creen? Adela Román mintió.
La
mayoría de los integrantes del Cabildo están en su contra, especialmente los de
su propio partido.
La síndica procuradora, Leticia Castro Ortiz, la ha acusado de
permitir nepotismo en su administración y que sus colaboradores obtengan
beneficios personales y canonjías a costa del erario, lo que va en contra de
los “principios” de la Cuarta Transformación. O sea, una traición a Morena y a
los acapulqueños.
Como magistrada del TSJ
también fue denunciada por incrustar a miembros de su familia en la nómina de
dicha institución, como fue el caso de Víctor
Román Román –su sobrino, quien en 2015 se ganó el repudio de los
trabajadores que en ese entonces se declararon en paro de labores, ya que éste
personaje fue nombrado como proyectista de la Sala Penal, por el solo hecho de
ser consanguíneo de la ahora mandamás de Acapulco.
Hace unas semanas el
nombre de Víctor Román volvió a ser mencionado en una denuncia que Matilde Testa Martínez (suplente de
Adela Román) presentó ante la Fiscalía General de la República y ante la Unidad
de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público
(SHCP); denuncia que también llegó a la oficina del presidente López Obrador y
la Cámara de Diputados.
De acuerdo a una nota del
reportero Misael Habana de los Santos, fechada el 5 de febrero de 2020 y
publicada por la Agencia Quadratín
Guerrero, Testa Martínez señala que Víctor Román “es el operador de los
negocios” de su tía, ya él “condiciona a los empresarios, constructores, etc.,
para obtener alguna obra o autorización a cambio de un porcentaje fuera de la
ley, (y) ordena a funcionarios a hacer negocios”.
Y eso no es todo. También
acusa que en dependencias como la Dirección de Administración y Finanzas de
CAPAMA “se hacen movimientos irregulares con dinero público y en detrimento del
patrimonio del organismo y del pueblo de Acapulco”.
A Jorge Román Ocampo
–hermano de Adela y abuelo de Víctor Román– lo señala como el encargado de
entrevistar a las personas que buscan trabajar (en el Ayuntamiento) “y es quien
hace la mayoría de los acuerdos con los que van a emplear”.
Los señalamientos son
fuertes. Sin embargo, Adela Román ha
guardado total silencio, tal y como lo hizo en el TSJ. Olvida que el que calla
–en este caso, la que calla–, otorga.
Y si no pone orden en su
equipo de colaboradores y a sus familiares que meten sus narices en su
gobierno, simple y sencillamente seguirá cometiendo errores, mismos que le
afectarán en su sueño de gobernar a los guerrerenses en 2021, ya que si no
puede con Acapulco, menos con Guerrero.
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Twitter: @efiglesias