Dadas las circunstancias me veo motivado a retomar información crítica
sobre la condición que guarda la ciencia de la salud. Las acciones de
institucionalidad en la salud pública nos mueven a confrontar las observaciones
de ayer con la problemática de hoy. Y todo en un contexto de incertidumbre,
planteado como una posibilidad de manipulación a la humanidad.
El efecto que provocan los médicos al imponer su diagnóstico y
tratamiento lleva necesariamente al sometimiento del paciente a una visión
particular que lo acota, haciéndolo aún más dependiente. El manejo de manera
sucinta de la diagnosis y tratamiento, por los médicos, conlleva a una sumisión
por discriminación de conocimiento de parte del paciente. El llamado efecto placebo,
como complemento de la terapia también ha compaginado efectivamente con el
efecto nocivo. Los límites impuestos al acceso a los servicios de salud, para
la clase más desprotegida, ha promovido, por un lado, a cuestionar los
intereses propios del sistema médico y a la vez plantear las opciones para
cambiar la situación.
Las redes sociales están llenas de “información”, destinada a la
manipulación, por las eminencias médicas, de los organismos mundiales y
nacionales, los pregoneros de los "avances" marcan límites a los
pacientes contra los peligros de la automedicación. Actualmente existe una
crisis de credibilidad en la medicina y soslayar los efectos perniciosos de un
control fascista necesariamente sólo llevaría a contribuir aún más a la
dependencia de una sola visión de atención, y posiblemente creando más
dependencia que a la larga demostraría la incapacidad del sistema a dar
atención a el total de una población afectada.
Este escrito gira en torno a que el pánico se halla fuera de lugar. La
discusión pública de la pandemia debe partir de la base de quitar el
supremacismo médico, el cual ha sido utilizado por las corporaciones
financieristas para mitigar su quiebra e insolvencia. Lo que está sucediendo,
de inicio, es un público pasivo que está confiando en todos los ordenamientos,
con la esperanza de no ser afectado. Esta crisis pandémica puede permitir, al
no estudiado, reclamar su propio control sobre la percepción, clasificación y
toma de decisiones que están haciendo los gobernantes.
El argumento es que el ciudadano en común, y no el médico, tiene la
percepción y el poder efectivo para detener la actual pandemia. La crítica al
monopolio profesional, en el cuidado de la salud, que prevalecen como únicos
actuantes acreditados, dejando de lado las experiencias milenarias que ha
tenido la humanidad en casos como estos, donde todas las terapias oficiales y
alternas han coadyuvado en la resolución de la salud.
El control de la pandemia que afecta a toda la población necesariamente
requiere de la acción política efectiva. Lo anterior solo es posible si se
logra la aprobación social sobre la libertad civil de curar y el derecho civil
a la asistencia sanitaria entre iguales. La sociedad, en una buena parte, ha
delegado a los médicos la exclusividad de determinar quién está enfermo o
podría enfermarse y qué procederá a hacerse con ellos. Demostrar que la
asistencia médica sobre su propia idoneidad para curar conlleva limitaciones
propias de cualquier profesión. Tal poder sólo puede deslegitimizarlo el acuerdo
social sobre sus limitaciones en casos extremos como lo es esta pandemia. Se
debe entender que el reto a dar asistencia a la salud ha evidenciado fallas que
ha reducido la sobrevivencia humana, de un buen desempeño del organismo, al
resultado de una manipulación técnica.
Sólo la gente que ha recobrado la capacidad de proporcionarse asistencia
mutua y ha aprendido a combinarla con la destreza en el uso de la tecnología
contemporánea, podrá también proponer límites a un sistema de asistencia a la
salud basado en un sistema hospitalario. El acto mismo de opacar las soluciones
alternativas tiende a mistificar y a expropiar el poder del individuo para
sanarse a sí mismo. Los sistemas médico y paramédico son un notorio ejemplo del
mal uso político, que se hace de los retos y avances médicos, para fortalecer
la credibilidad a la total dependencia que debemos tener a ellos y no a la
propuesta de una cultura milenaria que tiene a la comunidad como un sujeto y no
un objeto al cual controlar.