Han transcurrido más de 14
de meses desde que asumieron el poder, pero tal parece que a la mayoría de los
81 presidentes municipales no les ha quedado claro cuál es su función o, simple
y sencillamente, se hacen los occisos para no cumplir los compromisos que
establecieron con sus electores. Y, peor aún, ya se frotan las manos para
participar en las elecciones de 2018, ya sea para reelegirse o para busca una
diputación (local o federal). No quieren
vivir fuera del presupuesto, pues.
Los hay de todos los colores
e ideologías.
Ya se acostumbraron a
tener gente a su mando, despilfarrar recursos y utilizar vehículos oficiales
para fines particulares o partidistas.
Creen que las condiciones
de la elección del 2015 se repetirán en 2018. Se equivocan. Los alcaldes
priistas, por ejemplo, olvidan que hace un año ganaron gracias el efecto Astudillo y no porque hayan sido
excelentes candidatos. Uno de ellos es Marco
Antonio Leyva Mena, quien con la estructura de otros actores políticos de
la capital del estado y del actual gobernador llegó a la presidencia municipal
sin tener ningún mérito más que ser candidato del PRI.
Al
instalarse en la presidencia municipal de Chilpancingo, “El Chambitas” –como
popularmente se le conoce– enseñó el cobre. Se mostró tal cual es: un soberbio,
demagogo y pleitista.
Durante su gestión la
capital del estado se volvió la más sucia e insegura del país. De hecho, a unos
metros de su domicilio particular, que se ubica a pocos metros del zócalo, se
han cometido ejecuciones y asaltos a mano armada.
De todos los alcaldes
emanados del PRI, es el más cuestionado. Además de soberbio, demagogo y
pleitista, es un inepto. Evade la realidad y cada rato niega –a pesar de las
denuncias de trabajadores– que encabece un
gobierno marcado por el nepotismo y que jinetee recursos.
Sus denunciantes han sido
militantes de su propio partido, como es el caso de Jaime González González, regidor presidente de la Comisión de
Planeación y Presupuesto, quien el pasado 5 de mayo reveló que existen 125
millones de pesos depositados en bancos para financiar obra pública en este
municipio, pero que inexplicablemente no se aplican.
El
alcalde de marras ha negado ser soberbio y autoritario,
pero sus actitudes lo delatan. Y para muestra un botón: en los últimos días de
mayo sostuvo un encuentro con habitantes de la colonia Héroes de Guerrero, a
quienes atendió por unos minutos para retirarse visiblemente molesto porque una
mujer le cuestionó su falta de atención en la zona habitacional que colapsó por
la ruptura de una tubería de agua potable.
“Si usted me va a estar
faltando el respeto en mi casa que es el Ayuntamiento, me voy. Y Entonces aquí
acabamos la reunión”, dijo visiblemente enojado y abandonó a los colonos y a
los funcionarios municipales presentes en la reunión.
La
paciencia no es lo suyo. Y gobernar, tampoco.
Lo
suyo es la altanería, el pleito y el valemadrismo.
FELICÍTAS,
OTRO CASO.- Es protegida del dirigente estatal del
partido Movimiento Ciudadano (MC), Luis
Walton Aburto; del coordinador de la fracción parlamentaria de MC en el
Congreso local, Ricardo Mejía Berdeja;
del titular de la Auditoría General del
Estado (AGE), Alfonso Damián Peralta,
y del secretario de Contraloría y Transparencia Gubernamental estatal, Mario Ramos del Carmen.
En efecto, me refiero a la
alcaldesa de Mártir de Cuilapan (Apango), Felícitas
Muñiz Gómez, quien desde que llegó al cargo es acusada con pruebas de
cometer infinidad de actos de corrupción.
En su defensa alega ridículamente
que sus opositores la atacan por ser mujer. ¡Por favor! Yo le preguntaría: ¿por
ser ella una mujer no debe ser acusada por ninguna anomalía? Que no se
confunda. Todos los representantes populares y servidores públicos deben rendir
cuentas ante la sociedad.
Desde luego no admitirá
que en la nómina del Ayuntamiento tiene a una decena de familiares cobrando
como directivos. Para empezar, una de sus hijas es presidenta del DIF Municipal
y su suplente en la Alcaldía.
Doña
Felícitas tiene el privilegio de tener a un poderoso padrino político y a unos
legisladores del PRI que le protegen sus fechorías desde el Congreso local. Si
no fuera por ellos, otro gallo cantara.
Personajes como Felícitas
Muñiz y el prófugo ex gobernador veracruzano, Javier Duarte de Ochoa, le hacen mucho daño a la sociedad. Pero los
legisladores y algunas autoridades tienen mucho que ver en que haya impunidad
para los malversadores de recursos.
Mañana nos leemos con más
casos de alcaldes que se creen virreyes
y que permiten que el crimen organizado genere zozobra en sus municipios.
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