*… Godofreda,
doña Godo como comúnmente la llama la gente, estuvo la mañana del día domingo
en mitad del mercado. Se encaramó en un montículo y desde allí empezó su
perorata. ¡Sepa Dios si estaba en su santo juicio o si navegaba en uno más de
sus desvaríos seniles, lo cierto es que estuvo
despotricando, hablando de medio mundo, y en su decir “no dejó títere con cabeza”… ¡Arrasó con
todo y con todos! Principió con la afirmación de siempre:
“… de nacencia traigo ojos y oídos abiertos, y
la boca floja. Y he aquí que por decir lo que escucho o veo, la gente diga que
soy metiche, argüendera, mitotera, sácale punta y aficionada a meterme en
lo que no me importa. Las Juanelas agrupadas en lo que llaman “ Cofradía
Celestial” dicen cosas peores de mí porque les “saco sus trapitos al sol”; no me pueden ver ni en pintura nomás
porque sé de qué pie cojea cada una de ellas: que si una engañó o engaña al
marido, que si la otra lo tiene apersogado con menjunjes y “aguas suyas”, que
si fulanita se quedó a la malagueña con
la herencia de no sé quién, que si mengana dejó morir a su madre en el
abandono, que si zutana es como juan de la fregada con sus hijos, que si
la tal es usurera y prestamista que ha dejado sin vivienda a más de cuatro con
sus argucias de aparente benefactora, que si la muy “mátalas callando” es socia
mayoritaria de quien maneja “La Casa de la Muchachas”. Para no hacerles el
cuento largo, les diré que todas tienen lo “suyo” que las lleva a amontonarse,
hermanarse y solaparse para sentir menos sus remordimientos… Pero dado que yo
no tengo pelos en la lengua, se los canto, se los digo quedito o a grito
abierto, se los restregó en la cara cuantas veces es necesario hacerlo propiciando
que me odien.
“Juana Rumbo,
la jefa de ellas, asegura que estoy
condenada a consumirme en el fuego eterno destinado a los deslenguados; lo dice
al tiempo que se santigua y besa su escapulario; grita que estoy sentenciada a
vivir en los avernos. Sepa dios que será eso de “avernos” que me suena a feo….
No se cansa de repetirlo con enojos que le crecen cuando se percata que su habladuría me vale
“una pura y dos con sal”… porque pienso que ella y sus comanches no son nadie
ni están en condiciones para juzgarme y sentenciarme, cuando que entre ellas
las hay más malosas y deslenguadas que yo. Diga lo que digan,…yo siento muy
bonito desahogar mi pecho, sacar esa
sarta de cosas que he escuchado, visto o me han contado…”
Para esa hora
del día el mercado estaba lleno, y la más de la gente que no vendía o compraba
se divertía con los decires y desplantes protagónicos de Godofreda al tiempo
que la vitoreaba. Y he aquí que al escuchar la algarabía le haya dado por
desmenuzar sucesos que ni Juana Rumbo pudo acallar con su presencia… ¡Eso dicen que dijeron…! Y, de paso, después
de hablar de Las Juanelas y de una que otra de sus vecinas, Godofreda, se
dirigió a un grupo de hombres que parloteaba y se mofaba de ella, y, sin dejar de
verlos, con ademanes y hablar desmesurados, les dijo:
“…tal y como lo
he manifestado una y mil veces, siento muy bonito desahogar mi pecho, sacar de él esa sarta de cosas que he
escuchado, visto o me han contado: que si el señorito hace esto…, que si el
señor hizo lo otro…, que si al fulano no le amarraron las manos de chiquito y
agarra cuanto está a su alcance…, que si el dizque hombre de respeto se dedica
a no sé qué negocio…, que si mengano es “come santos y caga diablos”…, que si Juan Pérez, ahora “Don
Señor”, robó esto…, robó lo otro…, que si algún político chicharronero, o cirquero hijo de tal y por cual es anaranjado
cuando que ayer fue rojo, anteayer verde y antes amarillo, anda de aquí para
allá arrastrándose ante “los poderosos”,
y prometiendo el sol y la luna a los
pobre, con tal de acomodarse para seguir pegado a la ubre de los dineros del
pueblo…
“¿Quieren más o
las otras verdades que me falta decir las dejo para otro día?.. Porque, como
ustedes saben, “cuando digo la burra es
parda es porque traigo los pelos en la mano”. No hablo nomás por hablar…“Y a quien le venga la camisa que se la ponga”…
“No se asusten pichoncitos, ya llegó su gavilán”… Se los digo porque, sabido es
que “todos se tapan con la misma cobija”…, y porque, “dime con quién andas y te
diré quién eres…
“Por este decir
y hacer míos les ha dado en expresar que soy, además de chismosa y mitotera,
una vieja loca; afirman con caras de sabiondos que mi cabeza funciona mal
porque fui jugada por los chaneques; chismorrean que dizque en el amanecer de
un día me hallaron despernancada y sin ropa en las inmediaciones del pueblo…
Eso dicen… pero no saben que sólo yo y quienes me llevaron a rastras hasta ese
lugar, sabemos cómo sucedieron las cosas que me avergüenzan pero no me doblegan...
Pero eso es otro cantar que se dio cuando era joven y recientemente habían
encontrado muerto a El Canillas, el hombre con quien me había amancebado, eso
es algo que no tiene sentido mencionar, es algo que me guardo mientras veo como
a mis agresores les caen males y los
apachurra el tiempo, eso lo tendré en resguardo para no dar más qué decir de
mí, lo atesoro en mi mente a la par que observo como mis agresores se derrumban
con todo su orgullo de hombres que dizque de bien… ¡O qué!, ¿ya se les
olvido?... Como al tal Domitilo Saltillo que en sus delirios de viejo achacoso
le da por gritar: “Señor, Padre mío, ¿por
qué a mí, por qué a mí me mandas tantos males, por qué a mí y no a José Soledad
que fue más ladrón y abusivo que yo?..¿Por qué?”… No me digan que como a
él, a ustedes también ya se les olvidó lo que me hicieron,… ¡porque lo que
respecta a mí, aquí lo tengo presente¡ Lo guardo aquí en la cabeza como si ayer
hubiese sucedido…”.
Cuando
Godofreda dejó lo suyo y empezó a desmenuzar otros aconteceres se agrandó el
mitote en el ámbito del mercado pueblerino. Y dado que la gente hacía
señalamientos con brotes de indignación en torno a los aludidos, éstos se
alejaron uno a uno, se escabulleron, se fueron con la cola entre las piernas…
“Eso dicen que dijeron…, que dizque porque tienen
cola que les pisen”.
… después de hablar de Las Juanelas y de una
que otra de sus vecinas, doña Godofreda, se dirigió a un grupo de hombres que
parloteaba y se mofaba de ella, y, sin dejar de verlos, con ademanes y hablar
desmesurados, les dijo:
“…tal y como lo
he manifestado una y mil veces, siento muy bonito desahogar mi pecho, sacar de él esa sarta de cosas que he
escuchado, visto o me han contado: que si el señorito hace esto…, que si el
señor hizo lo otro…, que si al fulano no le amarraron las manos de chiquito y
agarra cuanto está a su alcance…, que si el dizque hombre de respeto se dedica
a no sé qué negocio…, que si mengano es “come santos y caga diablos”…, que si Juan Pérez, ahora “Don
Señor”, robó esto…, robó lo otro…, que si algún político chicharronero o cirquero hijo de tal y por cual es anaranjado
cuando que ayer fue rojo, anteayer verde y antes amarillo, anda de aquí para
allá arrastrándose ante “los poderosos”,
y prometiendo el sol y la luna a los
pobre, con tal de acomodarse para seguir pegado a la ubre de los dineros del
pueblo…
“¿Quieren más o
las otras verdades que me falta decir las dejo para otro día?.. Porque, como
ustedes saben, “cuando digo la burra es
parda es porque traigo los pelos en la mano”. No hablo nomás por hablar…“Y a quien le venga la camisa que se la ponga”…
“No se asusten pichoncitos, ya llegó su gavilán”… Se los digo porque, sabido es
que “todos se tapan con la misma cobija”…, y porque, “dime con quién andas y te
diré quién eres…
“Por este decir
y hacer míos les ha dado en expresar que soy, además de chismosa y mitotera,
una vieja loca; afirman con caras de sabiondos que mi cabeza funciona mal
porque fui jugada por los chaneques; chismorrean que dizque en el amanecer de
un día me hallaron despernancada y sin ropa en las inmediaciones del pueblo…
Eso dicen… pero no saben que sólo yo y quienes me llevaron a rastras hasta ese
lugar, sabemos cómo sucedieron las cosas que me avergüenzan pero no me
doblegan... Pero eso es otro cantar que se dio cuando era joven y recientemente
habían encontrado muerto a El Canillas, el hombre con quien me había
amancebado, eso es algo que no tiene sentido mencionar, es algo que me guardo
mientras veo como a mis agresores les caen
males y los apachurra el tiempo, eso lo tendré en resguardo para no dar
más qué decir de mí, lo atesoro en mi mente a la par que observo como mis
agresores se derrumban con todo su orgullo de hombres que dizque de bien… ¡O
qué!, ¿ya se les olvido?... Como al tal Domitilo Saltillo que en sus delirios
de viejo achacoso le da por gritar: “Señor,
Padre mío, ¿por qué a mí, por qué a mí me mandas tantos males, por qué a mí y
no a José Soledad que fue más ladrón y abusivo que yo?..¿Por qué?”… No me
digan que como a él, a ustedes también ya se les olvidó lo que me hicieron,…
¡porque lo que respecta a mí, aquí lo tengo presente¡ Lo guardo aquí en la
cabeza como si ayer hubiese sucedido…”.
Cuando
Godofreda dejó lo suyo y empezó a desmenuzar otros aconteceres se agrandó el
mitote en el ámbito del mercado pueblerino. Y dado que la gente hacía
señalamientos con brotes de indignación en torno a los aludidos, éstos se
alejaron uno a uno, se escabulleron, se fueron con la cola entre las piernas…
“Eso dicen que dijeron…, que dizque porque tienen
cola que les pisen”.