En aquellos días del partido hegemónico, cuando supuestamente nada se movía en México sin el visto bueno del señorpresidentedelarepública, en la familia revolucionaria se acuñó una de esas historias que ilustran a la praxis política a la mexicana, en la sucesión presidencial.
Se contaba que al entregar el poder, junto con la banda presidencial el saliente entregaba a su sucesor tres sobres en los que aportaba algo de la experiencia obtenida durante seis años en el cargo. Cada sobre tenía que ser abierto en tres etapas del sexenio.
Palabras más, palabras menos, el primer sobre debía abrirlo el Presidente cuando enfrentara cuestionamientos acerca de su administración. “Declara que es natural que enfrentes problemas, porque es el reacomodo del equipo en el poder”, recomendaba el ex mandatario.
El segundo, sería abierto en el segundo año del sexenio y el texto instruía: “Dile a la prensa que se investigarán las anomalías encontradas en el ejercicio presupuestal y que se aplicará todo el peso del Estado, caiga quien caiga. Y procede a meter a prisión a quienes creas conveniente, pero no te metas con mi familia”.
El tercer sobre, le había dicho el mandatario saliente al entrante, sólo ábrelo en situación de extrema crisis. Y cuando llegó esa situación, el Presidente en turno encontró una frase aleccionadora: “¡Échame la culpa!”
Sin embargo, al parecer esa recomendación se perdió cuando Ernesto Zedillo Ponce de León se cruzó la banda presidencial y supuso que todo el poder era suyo y abandonó al PRI que no lo hizo candidato sustituto y se rebeló contra quien sí lo designó para ocupar la candidatura de la que una bala despojó a Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Demos credibilidad a aquella historia. Zedillo se vio en la extrema emergencia, cuando el error de diciembre, y de plano abrió el tercer sobre y le echó la culpa, de todos los males de su bisoña administración, a Carlos Salinas de Gortari.
Y se fue a la inversa, porque luego metió a prisión a Raúl Salinas de Gortari, rompiendo un acuerdo de caballeros de no afectar a la familia del ex Presidente; después emprendió el reacomodo en su equipo.
Sin embargo, Zedillo como sus sucesores, Vicente Fox y Felipe Calderón e incluso ex gobernadores y entre ellos los ex jefes de Gobierno de la ciudad de México, ex legisladores, ex funcionarios públicos y hasta alcaldes, no deben soslayar las nuevas reglas del juego que se encaminan a combatir la impunidad.
¿Por qué las prisas de calderonistas, de Vicente Fox y Marcelo Ebrard por deslindarse de los escándalos de corrupción en los casos de Oceanografía y la Línea 12 del Metro?
¿Usted cree que la investigación relacionada con los permisos para construir en humedales y zonas de alto riesgo en Acapulco y Chilpancingo se fue al archivo muerto?
Muy temprano, Vicente Fox salió a defender a los hijos de doña Marta y de él hizo lo propio. Los senadores calderonistas asumieron una defensa no pedida, oficiosa de suyo y ofensiva para el sentido común. Frenar la legislación secundaria de la Reforma Energética se significa un enorme desplante que hará más daño al PAN del que estiman se enderezaba contra el partido por el caso de Oceanografía.
Equivocan la estrategia y asumen la culpa del ex presidente Calderón en este asunto de corrupción en la que las líneas de investigación llevan a complicidades no del PAN como partido, sí a panistas como amigotes y compadres de Felipe que se alzaron como los nuevos ricos del sexenio.
¿Y Marcelo? ¡Ay!, Marcelo. Se deslinda con argumentos pueriles y se llama engañado. Enfrenta una campaña que no es precisamente proselitista de apoyo a sus aspiraciones presidenciales. Hay tantas y sobradas evidencias que lo instalan en esa complicidad del gasto multimillonario en una obra en la que hasta Felipe Calderón le echó la mano.
La línea 12, desde antes de ser inaugurada ya oteaba hacia el conflicto. La Línea 12, a la que se movieron todos los presupuestos que dejaron abandonadas a las otras once líneas, en perjuicio de millones de usuarios que, indudablemente no solo no votarían por Marcelo, ¡vaya!, no votarán por el PRD en las intermedias de 2015.
Apenas corre el cuarto mes del segundo año de gobierno de Enrique Peña Nieto y no fue necesario que abriera sobre alguno, sus antecesores y la oposición albiazul senatorial los han abierto. ¿Miguel Ángel Mancera culpa a Marcelo? No fue necesario, Marcelo es suicida. Digo
LUNES.- ¡Caray! El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano no ha entendido que, en efecto, es el líder moral de la izquierda perredista. Moral, ingeniero, moral. Algo así como asesor o figura decorativa para las procesiones. Conste.