¿A qué fue Emilio Lozoya Austin, director de Pemex, a la Cámara de Diputados?
Sin duda, la tarde del lunes último Lozoya fue a participar en una jugada política estructurada de manera magistral por Manlio Fabio Beltrones que, salvo los mejores oficios políticos y jurídicos de Jesús Murillo Karam, derivará en mascarada con un chivo expiatorio y dos familias reales de sangre albiazul cubiertas con el manto de la impunidad en torno y dentro del escándalo de Oceanografía.
Por supuesto, el coordinador de la diputados federales del PRI no desplegó gratuitamente sus buenos oficios con la oposición camaral para poner a salvo a los Fox, Bribiesca, Mouriño, Calderón y todos estos panistas que hicieron de Petróleos Mexicanos una empresa propia para enriquecerse y enriquecer a sus amigotes, socios y compadres.
¿Qué le parece la reelección de Gustavo Madero como pretexto? Dirá usted que no viene al caso, pero en política no hay casualidades.
Veamos. La tarde del lunes, mientras en tribuna propios y extraños, invitados y anfitriones se aplaudían mutuamente preguntas y respuestas –como si éstas fueran magistrales, incisivas, inteligentes y hasta peliagudas que metieran en complicaciones a Lozoya y Murillo--, Beltrones descansaba sin gesto de preocupación alguna, en su curul del Salón Verde, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, y dejaba que corriera el tiempo.
Y es que la comparecencia del director de Pemex y el procurador General de la República --quien todavía en la mañana desayunó en la capital ecuatoriana-- corrió en rieles del script previsto: unas cuantas discrepancias, enojos de dos legisladoras, la bienvenida y el cobijo de las diputadas y diputados del PRI, la dizque sorpresa del panista Juan Bueno Torio, porque, ¡carajo!, cómo está eso de que la investigación en torno del fraude de Oceanografía surgió en una investigación en Nueva York, pero no en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores de México.
Sorprendería, en todo caso, la pueril actitud de Bueno Torio, porque de los legisladores presentes en la comparecencia es el que más sabe de lo que acontece en Pemex, de cómo se manejan los negocios, de las caídas de directores y altos funcionarios en la paraestatal durante los sexenios de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, cuyos entonces colaboradores hoy asumen amnesia.
Bueno Torio fue subsecretario de la Pequeña y Mediana Empresa de la Secretaría de Economía en los tres primeros años de la administración foxista, luego por casi los tres años restantes de ese sexenio, ni más ni menos que director General de Pemex-Refinación, luego senador hasta 2012 y ahora de vuelta al Palacio Legislativo de San Lázaro.
Indudablemente, Bueno Torio conoce a Mario Alberto Ávila Lizárraga, quien fue candidato del PAN al gobierno de Campeche en 2009 pero, tres años después, el 5 de diciembre de 2012, es decir, cinco días después de haber dejado el cargo de subdirector de Mantenimiento y Logística de Servicios Marinos de Pemex Exploración y Producción, suscribió un instrumento legal denominado adenda, al contrato 428237855 celebrado el 23 de octubre de 2007 con la empresa Oceanografía, S.A. de C.V.
De acuerdo con Lozoya Austin, Ávila Lizárraga ya no se encontraba en funciones en Pemex en aquella fecha. ¿Por qué, entonces, tuvo esa libertad para firmar un contrato de la paraestatal con Oceanografía? ¿Quién se lo permitió?
Indudablemente la llave de la impunidad en que se escudó Ávila Lizárraga es la memoria de Juan Camilo Mouriño Terrazo, fallecido el 4 de noviembre de 2008, cuando se desempeñaba como Secretario de Gobernación del gobierno de Felipe Calderón. Y, como el Cid Campeador, Juan Camilo siguió ganando batallas, aunque hoy su pupilo será el chivo expiatorio de un gigantesco fraude que afecta a Pemex, dígase lo que se diga.
El poder e influencia de Juan Camilo fue de tal naturaleza que impuso la candidatura de Ávila Lizárraga Ávila Lizárraga --a quien invitó a la vida política en la campaña presidencial de Vicente Fox--, pero perdió la elección y como premio de consolación fue designado subdirector de Mantenimiento y Logística de Servicios Marinos de Pemex Exploración y Producción. ¡Cualquier chamba! Caja abierta, negocios en la impunidad.
Casualmente, contra su advertencia de que la información de los hechos relacionados con Oceanografía, Banamex y Pemex “debe ser tratada y clasificada como reservada y confidencial, y manejada por las partes involucradas con el sigilo y secrecía que la ley prevé y a la cual están obligados por su condición jurídica”, el nombre de Mario Alberto Ávila Lizárraga lo hizo público Lozoya Austin e incluso informó que, en su contra, ya se inició un procedimiento administrativo, no penal. ¿Chivo expiatorio? No lo dude usted.
Y es que, casualmente, la postura radical y sustentada en el marco jurídico y la exigencia de aplicar la ley, la planteó un día después, ayer, el pleno de la Cámara de Diputados, con el exhorto a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, para que “a través de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), realice una amplia y profunda investigación sobre posibles violaciones a la legislación financiera vigente por parte del Banco Nacional de México en menoscabo del interés público”. ¡Ajá!
MIÉRCOLES. Cubierto por la presidencia de la Conago, anfitrión deshecho en elogios hacia el presidente Enrique Peña Nieto, olvidadizo del madrinazgo que lo llevó al gobierno del estado de Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas cree que por haber retirado a la empresa Osa Constructora y Edificadora, S.A. de C.V filial de Oceanografía, la concesión de la carretera de cuota Cuapiaxtla-Cuacnopalan, en Los Pinos olvidaron afrentas y sus relaciones tenebrosas, está equivocado. Digo