Hay quienes quisieran que la relación entre Héctor Astudillo Flores y Evodio
Velázquez Aguirre fuera fría y que ambos estuvieran atacándose a cada rato
en la prensa. Se entiende que un grupo político que desgobernó y desfalcó la
hacienda pública del estado de Guerrero anhele ese escenario, ya que pretende
regresar al poder para seguir haciendo de las suyas.
Aunque militan en distintos institutos políticos, el mandatario estatal
y el alcalde de Acapulco coinciden en algo muy fundamental: rescatar al puerto
del abandono en que se encontraba. Claro, el problema más difícil que les toca
enfrentar es la inseguridad pública, que no inició en sus administraciones,
sino que viene de otros periodos gubernamentales.
Desde el 27 de octubre de 2015 (fecha en que arrancó su gobierno),
Héctor Astudillo ha demostrado con hechos su apoyo al principal puerto de la
entidad.
Acapulco necesita de la mano del gobierno estatal, porque si no es así,
le va mal.
Acapulco vive del turismo. Y si los turistas (nacionales y extranjeros)
visitan Acapulco, hay derrama económica y le va bien al estado de Guerrero.
Por lo tanto, a la sociedad no le
conviene una confrontación entre Héctor Astudillo y Evodio Velázquez; por
el contrario, le apuesta a que ambos sigan manteniendo esa excelente relación
institucional para que haya más obras de impacto social y mejores servicios
públicos.
Los acapulqueños fueron testigos durante el trienio 2005-2008 del
diferendo que prevaleció entre el entonces gobernador Zeferino Torreblanca Galindo y el alcalde Félix Salgado Macedonio. Nada agradable, por cierto. Mientras ellos
se confrontaban, la inseguridad pública se disparó como nunca. Fue en esos años
en que ocurrió el enfrentamiento en la colonia La Garita, con resultados muy
lamentables. Desde entonces la violencia no para en Guerrero.
Qué bueno que el gobernador y el alcalde porteño hagan caso omiso a esos
amarra navajas y privilegien mejor el
trabajo conjunto por el bien de Acapulco y sus habitantes.
Héctor Astudillo no solamente con el alcalde acapulqueño mantiene una
excelente relación, también con el alcalde de Zihuatanejo, Gustavo García Bello y otros del PRD se lleva bien.
Las diferencias políticas e ideológicas no
son obstáculo para poder coordinarse con un gobernador de un partido diferente;
y tampoco coordinación institucional es sinónimo de sumisión.
ENTRE OTRAS COSAS… Al que no hay que perderle la vista, es al
ex dirigente nacional del PRI, Manlio
Fabio Beltrones Rivera.
Don Manlio no está muerto políticamente. Puede resurgir.
Al presidente Enrique Peña Nieto no
le conviene congelarlo. Lo necesita en 2018. ¿O ustedes qué opinan, amables lectores?
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