Qué bueno que el gobierno
federal se haya abierto al diálogo con los maestros; qué malo que sea luego de
varios muertos y de quedar nuevamente en la penosa necesidad de esclarecer
hechos vergonzosos ante la opinión pública internacional.
Aún no se esclarece la
verdad histórica de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala y ahora se debe
dilucidar qué fue lo que realmente pasó en Nochixtlán, Oaxaca, en un país donde
la política parece entenderse como la guerra por otros medios y no como
instrumento de diálogo y construcción de acuerdos.
Las reformas logradas por
el gobierno de Enrique Peña Nieto, que son las mismas que el PRI bloqueó al
panista Felipe Calderón en el Congreso de la Unión, son efectivamente
respuestas del Estado a determinadas problemáticas que pueden o no ser
aceptadas por los sectores afectados, pero que de igual manera pueden o no
funcionar como solución a los problemas que se dijo que resolverían.
En la energética por
ejemplo, se decía que tendríamos gasolina más barata, entre otras cosas, y no
es así.
En lo que respecta a la
reforma educativa el hecho de evaluar a los maestros no implica una mejora en
la calidad de la educación, sino una simple medida gerencial para desocupar
plazas. El colmo es pretender que éstas sean ocupadas por cualquier
profesionista como si un veterinario
pudiera ser cardiólogo; o un arquitecto, ingeniero industrial.
Ese amago que venía
haciendo el secretario de Educación Aurelio Nuño Mayer para imponer la
evaluación, es una contradicción al mismo espíritu neoliberal de la reforma que
ha pretendido impulsar, ya que no puede haber competitividad sin
especialización.
La evaluación esconde un
indebido efecto retroactivo a la reforma, ya que implica el despido de quienes
no aprueben el examen. Aún cuando tienen tres oportunidades, los profesores que
ya contaban con una antigüedad laboral previa a la nueva Ley no pueden ser
sometidos a tal requisito porque se pone en riesgo un derecho ya creado a la
jubilación.
Es cierto que el gobierno
tiene facultad de iniciativa y de promulgar leyes que, repito, pueden o no ser
aceptadas por los afectados, pero éstos también tienen el derecho a organizarse
y manifestarse, aunque a muchos, me incluyo, no nos parezcan las formas no
convencionales de acción política que adoptan para hacerlo.
Sin embargo, ante la
cerrazón oficial y el linchamiento mediático de que son objeto los maestros ¿a
qué otras formas de manifestarse recurrirían?
El secretario de
Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, hace bien en dialogar con los
profesores, aunque a destiempo. Aún no se sentaba con el magisterio y ya los
médicos iniciaban sus protestas contra la reforma de salud. ¿Se dejara crecer
también ese movimiento hasta que se radicalice como el de los mentores?
jalepezochoa@gmail.com