MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
No, Enrique Peña Nieto no
habló a título personal ni como un priista más en el 88 aniversario del génesis
del Partido Revolucionario Institucional. Habló como Presidente de la República
porque el cargo es inherente a quien lo porta durante seis años.
Y con ese bagaje de
conocimiento de lo que ocurre en el país, de asumir su caída vertical en el top
ten a niveles de un dígito, como ningún otro Presidente de México, de estar en
el ojo del escándalo político azuzado y prohijado por sus malquerientes y
enemigos políticos, pero igual convencido de lo que ha hecho en cuatro años de
gestión en el máximo cargo de elección popular del país, habló del pasado,
presente y futuro del país.
Porque bien puede asumirse
como un corte de caja o informe presidencial a este mensaje de Enrique Peña
Nieto, ante la estructura dirigente nacional del PRI, cada día más menguado de
la experiencia de personajes como Gustavo Carvajal y más rehén de aprendices de
brujo que han saltado a las grandes ligas para hacer impunes negocios
personales con los dineros públicos, en nombre del sistema de partidos
políticos y del tejido de compromisos, acuerdos, compadrazgos y pagos de
facturas.
Peña Nieto, Presidente de
la República y líder del Partido Revolucionario Institucional, arrastra las
consecuencias de actos delincuenciales de esos prohombres que se encumbraron
bajo su apoyo como comandante en jefe de las fuerzas priistas que han perdido
cohesión en estados como Veracruz y Coahuila, Chihuahua y Quintana Roo, debido
a la ausencia de convicciones políticas y sociales de sus gobernadores, que se
dieron a la praxis del saqueo y el engaño.
Públicamente,
Peña Nieto ha referido que no trabaja en aras de ganar popularidad y asume los
costos políticos de las decisiones que se han tomado para impulsar en el
Congreso de la Unión temas hasta hace poco considerados tabú e intocables.
Políticamente
su gobierno y el partido del que es líder por antonomasia, han cargado con las
consecuencias de legislaciones nada populares, pero mayor parte del desgaste en
el ejercicio del poder y en las contiendas electorales, han sido consecuencia
de esos gobernadores menores de cincuenta años, es decir, los que relevaron en
liderazgos a los llamados dinosaurios, criticados por ejercer el centralismo en
el poder y llevar al país por rumbos no consensuados con la oposición.
En
fin. Por supuesto, el Presidente es el principal responsable de los cambios
habidos en la vida política, económica y social de México.
Así que
esto de cargar con los costos políticos, es apenas de elemental inherencia al
cargo, mas no puede desvincularse y mucho menos cerrar los ojos ante la
evidencia y denuncia permanente contra aquellos integrantes de su equipo que
han incurrido en tantos asuntos de corrupción que se han vuelto clientes
asiduos del informe del auditor Superior de la Federación, Juan Manuel Portal.
En
consecuencia, en ese su mensaje sabatino como orador principal en la ceremonia
festiva por los 88 años del PRI, cuando aseguró que a diferencia de los últimos
gobiernos de la oposición, “nosotros sí nos atrevimos a asumir los costos y a
tener la audacia para impulsar las grandes transformaciones del país. Entendimos
que la popularidad es efímera, mientras que el ejercicio de la responsabilidad
trasciende en el tiempo”, él va a la cabeza de un selecto grupo que, desde el
gabinete y los Poderes Legislativo y Judicial hicieron posible las reformas
estructurales que hoy se encuentran en la cresta de la ola de las filias y
fobias.
“Sí, claro
que podíamos haber evitado un conflicto con quienes querían mantener estancada
la educación y conservar sus privilegios, pero ello habría sido una
imperdonable injusticia con nuestros niños. El Estado también podría haberse
mantenido doblegado ante los grandes monopolios económicos, pero habría sido
otra injusticia con las familias mexicanas que seguirían pagando elevados
costos por los servicios que consumen.
“Sí,
podíamos habernos cruzado de brazos y dejar que nuestro sector energético
entrara en una etapa crítica. Pero, en cambio, decidimos transformarlo para
asegurar nuestra soberanía energética.
“Y
este año, también hubiéramos podido evitar los costos políticos del aumento en
el precio de la gasolina, costos que otros partidos en el pasado no quisieron
asumir, pero ello hubiera significado recortar programas sociales o poner en
riesgo la estabilidad de toda la economía nacional”, dijo Peña Nieto en este
mensaje al priismo, pero al que no pueden sumarse quienes, como el entonces
director de Pemex, Emilio Lozoya, dio la puntilla a una empresa que hoy acusa
una poco imaginada y esperada crisis.
Sin
ánimos oficialistas el mensaje presidencial tuvo un alto contenido electoral,
con esto de asumir los costos de temas como el gasolinazo, pero igual demostró
que en materia de políticas de comunicación hubo ausencia, desde oficinas en
Los Pinos, de algo elemental como el sentido común para adelantar explicaciones
respecto de asuntos de alto impacto social y no esperar a que rompiera la ola
en playas desnudas de previsión.
“Si
algo quedó demostrado en enero de este año, es que la oposición sigue sin estar
lista para ser gobierno. Sin distinción de colores, exhibieron su oportunismo
político, demandando subsidiar a la gasolina. Con ello evidenciaron su total
desconocimiento de las finanzas públicas del país, su falta de visión de
Estado, o simple y llanamente que están dispuestos a sacrificar la estabilidad
económica del país para ganarse un aplauso y un respaldo fácil”.
Tiene
razón el líder natural del PRI, pero también esa acusación y reproche debe
hacerlo hacia su equipo que se pasmó. Y Peña Nieto lo asume: “los priistas
pudimos habernos evitado muchos costos políticos estos años, pero ello habría
significado traicionar a los mexicanos, que nos eligieron para cumplir con un
programa de transformación nacional”.
¿Y los
oportunistas del priismo? Ojalá haya un ejercicio de autocrítica, si es que,
como refirió Peña Nieto, el PRI no pactará su derrota. Y también se requiere más
humildad y compromiso de sus dirigentes, desde Enrique Ochoa Reza y hasta
representantes distritales, con la militancia. Conste.
LUNES. La Secretaría de Comunicaciones y
Transportes, de Gerardo Ruiz Esparza, construye obras de infraestructura
largamente esperadas en prácticamente todas las entidades federativas del país,
que traen grandes beneficios sociales y económicos. Tal es el caso de Veracruz,
en donde el presidente Enrique Peña Nieto inauguró el Nuevo Puerto de Tuxpan,
integrado por cuatro obras que en más de 25 años no pudieron concretarse sino
hasta ahora, con una inversión público-privada de 12 mil millones de pesos: La
nueva terminal portuaria, el dragado del Canal de Navegación, la construcción
del Eje Vial Portuario de Tuxpan y el Distribuidor Vial API Tuxpan. Con la
puesta en operación de este nuevo puerto, dos horas y media de la capital del
país gracias también a la infraestructura carretera realizada en este sexenio,
podrán arribar barcos con hasta nueve mil contenedores y buques de más de 50
mil toneladas, así como movilizar 100 mil vehículos al año. Con la entrega del
Nuevo Puerto de Tuxpan, “orgullo de México”, como lo calificó el secretario
Ruiz Esparza, el presidente Peña Nieto refrenda su compromiso con la ciudadanía
veracruzana, pues durante su administración la inversión federal, a través de
la SCT, suma un monto cercano a los 40 mil millones de pesos, una cifra sin
precedentes. Al pan, pan; al vino, vino sin oficialismos. Digo.
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