Rogelio Faz/ Lamentable lo sucedido en el estado Washington, Estados Unidos. Ahí, el mexicano Antonio Zambrano murió acribillado por la policía en plena calle, como si se tratara de un perro rabioso. Indudablemente es un hecho inaceptable que debemos de condenar, pero también a considerar más allá de exigir derechos humanos, civiles, de acusar de discriminación o racismo; tratar de entender por qué se dan estos sucesos.
Primero, en este momento sería difícil determinar las razones específicas que motivaron al mexicano a actuar de manera violenta en la vía pública, lanzando piedras y enfrentándose a la policía.
Como inmigrantes de habla hispana, es obvio, además del reto del idioma inglés está la nostalgia. El antídoto: los medios de comunicación en español, en particular, radio, televisión y la industria musical. De ahí la importancia de la calidad de estos y de los comunicadores.
Pero a manera de equiparación. Quienes inmigraron a mediados del siglo pasado, a diferencia de los de recién ingreso, hay una disparidad y una similitud. En aquellos años prácticamente no existían medios de comunicación masivos en español como ahora, y había cierto recato para exhibir los malos hábitos de conducta. Lo que hoy es ordinario.
Cuentan que cuando dos paisanos sin conocerse se cruzaban por las calles en el centro de la ciudad de Chicago, como viejos amigos se detenían a platicaban sus penas y glorias, pero guardando la compostura. Sin negar con esto que se refugiaban en la bebida o hacían otra familia para mitigar la soledad, o de plano se aguantaban como los meros machos.
Hoy día es muy común ver por todos lados a paisanos oyendo por su ‘móvil’ a la banda de moda y las bromitas del DJ chocarrero, para mitigar la nostalgia y sentirse como en casa. Mucha raza que escucha radio en español utiliza el mismo léxico de los DJ, como: ¡Oye wey…! ¡Oye cabrón! Ante quien se esté y donde se esté.
Una actitud de mal gusto, pero al parecer una buena terapia contra la melancolía que exhibe complejos y pésima educación. Por eso las radiodifusoras complacen a su audiencia con melodías modernas pero similares a las de antaño, como las de Gabino Barrera ‘… que no entendía razones…’
La demanda por este tipo de radiozuelas requiere de locutores mamarrachos y hasta de “psico sexólogos” libidinosos, dizque “para educar y entretener a nuestra gente”.
En Chicago, es común escuchar las barbaridades de estos “locutores” improvisados, que a sabiendas de las añoranzas y la falta de inglés, llenan con música y letra valentona y pueril su programación. Ante esto, la reacción de quienes portan arma, placa y cinismo, viole sus derechos humanos.
Así como no se puede justificar una acción barbárica contra un enfermo mental, o alguien bajo la influencia, o a un ignorante imprudente sino se está en riesgo inminente, como para que lo pague con su vida. Tampoco se deben de justificar acciones con el “no entiendo inglés”, cuando el único idioma que se hablaba en esas circunstancias es un uniforme azul y una pistola.
Hay que exigir respeto a los derechos fundamentales de todo ser humano, pero también entender la realidad del virus que nos contagia para que no nos maten como animales rabiosos. Para que después nos anden defendiendo como humanos ante quienes creen que muerto el perro se acabó la rabia.