1.- “Ni que fueses la
ultima Coca Cola del planeta”, posteó frustrado enamorado. No podrá argumentar
mas que “para compartir, Coca Cola”. Sin embargo, ante la pérdida de la “Chispa
de la vida”, recordó vivir en Chilpancingo y pensó decepcionado: “me conformo
con un chilate”. Otra postura. La de un trasnochado apellidado Rosales. Posteó:
“felicitemos al valiente pueblo de Guerrero. Ha logrado sacar a los intereses
sionistas y judíos de una trasnacional. Sigamos con las demás”. Se refería a
unas doscientas empresas extranjeras que trabajan y ofrecen empleo a miles en
el estado de Guerrero. El señor Rosales quiere fuera a todas. Coca Cola vende,
inclusive, en la radical Nor Corea y China. Es la que cambió el ropaje negro
del flaco y amargado San Nicolás para engordarlo, vestirlo y presentarlo como Santa
Claus. Es la de hermosos anuncios comerciales. Es la que financia mundiales de
futbol y sus repartidores llegan a lo recóndito. Su producto, “droga cola”,
como le llaman sus detractores, es parte de la dieta en lugares pobres como
Cochoapa. Finalmente “las aguas del imperialismo yanqui” ya no son ofrecidas en
los estanquillos de la capital del estado. La empresa se ha cansado. Fueron
cuatrocientos camiones saqueados. Fueron dos empleados secuestrados. Fue el
intercambio de esos trabajadores a cambio de la libertad de los delincuentes
sorprendidos robando sus camiones. Fue la exigencia del gobierno a la empresa
para que se retracte de la denuncia. Se cansó de la postura del gobierno que da
seguridad personal, jurídica y legal a los ladrones y pone en indefensión a las
empresas y ciudadanos. Otra postura, gravísima. Pondrá en alerta a otras
empresas. Ya ha dado temor a quienes han denunciado secuestros y robos por
parte de militantes del Movimiento Popular Guerrerense. Lo dicho por el
gobernador Rogelio Ortega, luego que liberaron a los ladrones a cambio de los
empleados secuestrados. El mensaje es claro: patente de corso a ladrones y
secuestradores. Que nadie les toque. Nadie, ninguna autoridad, les hará cumplir
la ley. Grave.
2.- El gobernador pidió a
las empresas “ser tolerantes con los normalistas”. Justificó el intercambio de
delincuentes por secuestrados “para que no se haga un problema mayor”. Y
sostiene que con el dialogo, y sin criminalizar a los movimientos sociales, se
dará solución a demandas de grupos anarquistas que no le reconocen como
gobernante. En Ortega, los anarquistas, tienen la garantía de impunidad. Les ha
dado patente de corso. Las empresas llamadas “sionistas y de intereses judíos”
por los protegidos del gobernador, pagan impuestos. En los municipios donde
operan pagan por cada anuncio colocado en los estanquillos. Pagan tarjetas de
circulación y placas para sus flotillas. Pagan predial y agua. Pagan su consumo
de energía eléctrica. Pagan salarios y dan seguridad social a sus trabajadores.
Son uno de los importantes eslabones de donde el gobierno cobra impuestos para
pagar a sectores como, por ejemplo, los maestros, puntualmente sus quincenas.
3.- A ellos. A nosotros. Nos llevaron. Se los llevaron. Nos empujaron. Les
empujaron. Nos secuestraron. Les secuestraron. Les arrebataron sus teléfonos
“para que no anden tomando fotos ni grabando lo que les hacemos”. Lo mismo a
nosotros. Ellos son empleados de la empresa Coca Cola. Nosotros 120 periodistas
plagiados por el mismo grupo en Tlapa. Nosotros ya interpusimos demandas por
secuestro, robo, intento de homicidio y lo que resulte. Ellos hicieron lo
mismo. A ellos les habló el gobierno para convencerles de retirar sus
denuncias. Les asustó. Por eso sus patrones decidieron no distribuir Coca Colas
en la capital del estado. A los periodistas nos les han llamado. Han leído, sin
embargo, el mensaje. Saben que deben buscar justicia en otro lugar no gobernado
por Ortega. Aquí lo único que pueden esperar es que les secuestren, como a los
de la Coca, para que, llegado el momento, los intercambien por los
secuestradores de Tlapa al momento de su aprehensión Lo mismo puede esperar
otras empresas. Otros ciudadanos. Otros comunes que no gocen del Don de la
pertenencia a los clubes de anarquistas protegidos desde el gobierno.
4.- Los guerrerenses
quieren una vida normal. Quieren sus plazas públicas libres, sin olor a orines
ni excremento. Quieren certidumbre al viajar por las carreteras, sin el temor
por el ataque de embozados ni el robo de sus vehículos. Quieren sus palacios
municipales libres para pagar sus impuestos. Quieren una vida con la chispa de
la vida a la mano en el refri del Oxxo. Todos quieren ese mundo real, normal,
ideal que, de un tiempo a la fecha, se ha convertido en un anhelo, un deseo, un
sueño, una utopía. Todos, todos, todos quieren vivir con tranquilidad. Quieren
viajar al mercado de Chilapa, los domingos, a comprar y desayunar a casa Pilla.
O viajar a Tlapa de Comonfort y de ahí tal vez seguirse a Puebla o Veracruz.
Comer barbacoa en el mercado de Taxco. Tal vez ochupos en Pungarabato. ¿Qué tal
café y miel a Atoyac? Les gustaría ir a la piedra del Tlacoyunque y la Soledad
de Maciel. O a las playas de Marquelia y Chirulandia. ¿Qué tal Ixcateopan a ser
testigos de la cósmica ceremonia por el natalicio de Cuauhtémoc? ¿Tal vez los
chingadazos que se ponen en Zitlala? ¿O el Paseo del Pendón y el porrazo del
tigre? ¿Han comido en Ometepec? Todos anhelamos ese mundo mágico guerrerense,
que nos han arrebatado. Bueno, casi todos. El gobernador no comparte ese
sentimiento. Él no lo anhela. Está contento con el estado actual de cosas. Ha
perdido su gusto por el mezcal de Zihuaquio. Ya no come cabrito en la alameda
de Chilpancingo. Tampoco un Prau Prau con Esteban, en Acapulco. Ni un rico
pozole con huevo y sardina al barrio de San Mateo. Bueno. Tal vez se de sus
escapadas. Pero de una cosa estamos ciertos. En Chilpancingo no podrá tomarse
una Coca Cola mientras defienda, a capa y espada, a los embozados que han
sumido a Guerrero en la incertidumbre, el miedo, la desesperanza. Deben saber
que “para compartir, Coca Cola”. Y que ante la pérdida de la “Chispa de la
vida” ”Todo es mejor con Coca Cola”. Ellos, y quien les protege, deben saber
que no son “la ultima Coca Cola del planeta”. Quitar la Coca no es un
comercial. Es meterse a nuestra decisión individual y personal en la toma de
una decisión. Comenzarán por prohibir la Coca Cola, luego limitarán nuestras
libertades. Como ha posteado un tal Rosales en el Facebook, se ha ido una
trasnacional sionista y judía. ¿Cuándo verán con los mismo ojos a quienes
piensan distinto a ellos? Limitar decisiones individuales y la libertad de
empresa, es tan solo el inicio de aplicaciones de manuales conocidos en Cuba y
Venezuela. Luego limitarán nuestras íntimas libertades. Por lo pronto
conformémonos con un chilate. Llamémosle Chila-Cola.