martes, 17 de febrero de 2015

Amor y desamor/varios autores Serafín Vázquez/TRAVESÍA 110.

Serafín Vázquez/ Los músicos tienen sonidos; los cineastas, imágenes; los pintores, colores; los escultores, formas; y los escritores, palabras. Y todos alguna vez en sus obras de arte han tratado de reflejar el amor. ¿Qué película de amor viene a tu mente?, ¿qué canción te trae recuerdos de un amor fallido?, ¿algún poema te acerca a la tristeza?
¿Qué es el amor?: ¿química, atracción física, ilusión, locura?, cada quien tienen una respuesta según la edad y o la experiencia. Seis escritores te dan la suya.
El nicaragüense Ernesto Cardenal, quien es sacerdote y militó en el Frente Sandinista de Liberación Nacional que derrotó al dictador Anastasio Somoza, escribe desde la posición de un hombre enamorado que espera y desespera: nadie te amará como yo te amo, escrito mucho antes del éxito de Raphael.
El veracruzano Francisco Hernández ofrece su visión desde el amor que enloquece al ser correspondido: tu nombre es mordible como una manzana, pero huele a mango y a naranja; y si lo agito, escucho el mar, el agua.
Para el inglés Wystan Hugh Auden, mejor conocido como W. H. Auden (York, 1907 – Viena, 1973), sin amor todo pierde sentido, y escribe: Él ha muerto, apaguen el sol, bajen la luna, quiten las estrellas; pensé que el amor era eterno, hoy sé que muere. Que tiren también el mar por el caño del desagüe, ya no hace falta.
En cambio, José Agustín Goytisolo (Barcelona, 1928-1999) sabe que el amor renace una y muchas veces a la vez, por eso aconseja a una mujer comprometida:
Muchacha si le amabas, no te vayas así, di que te esperan, pero que estás alegre por las horas que has vivido.
Gaspar Aguilera (Parral, Chihuahua-1947) escribe desde la soledad a un amor que ya no es sino olvido:
qué asquerosa -terrible- alegría saber que nadie nos espera, que nadie lleva encima -como otra ropa-nuestras caricias, que nadie juega con las letras de tu nombre. Y remata, de qué me sirve tu boca, si todo se derrumba.
Y José Emilio Pacheco (México, 1939-2014) optimista, sabe que el amor acaba, pues o los separa la muerte o los separa la vida, pero hubo el amor y ardió un instante, y esa llama nadie la apaga aunque se apague.

Epigramas/Ernesto Cardenal

Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan, un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica...
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti ) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.

**
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Página en tu nombre/Francisco Hernández

Tu nombre se puede morder como manzana.
Huele a mango de Manila y a naranja china.
Me deja la lengua morada al igual que el chagalapolin y la escobilla.
Lo trituro y respiro yerbabuena.
Al separarlo estalla una granada.
Crece a la altura de la flor de caña, es la enredadera
que sube por la cerca o se extiende a ras de patio, perseguidor de coralillos, sandías y verdolagas.
Si lo agito, escucho el agua que lo llena.
Si se lo doy al loco de la casa, volará a la punta del cerro y lo hará flauta. Para librarme de la oscuridad lo conservo en un frasco.
Con la luz que despide se ilumina esta página.

**
Amortajados

Amor
taja
dos


Parad los relojes/ W. H. Auden

Parad los relojes y desconectad el teléfono,
dadle un hueso jugoso al perro para que no ladre,
haced callar a los pianos, tocad tambores con sordina,
sacad el ataúd y llamad a las plañideras.

Que los aviones den vueltas en señal de luto
y escriban en el cielo el mensaje “Él ha muerto”,
ponedles crespones en el cuello a las palomas callejeras,
que los agentes de tráfico lleven guantes negros de algodón.
Él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso dominical,
mi día y mi noche, mi charla y mi música.
Pensé que el amor era eterno; estaba equivocado.

Ya no hacen falta estrellas: quitadlas todas,
guardad la luna y desmontad el sol,
tirad el mar por el desagüe y podad los bosques,
porque ahora ya nada puede tener utilidad.


Házlo ahora/ José Agustín Goytisolo

Muchacha si le amabas
no te vayas así di que te esperan
que debes regresar pero que estás alegre por las horas que has vivido como dentro de un sueño;
declárale que a veces pensarás
en su rostro de lluvia
en sus papeles o en su fantasía:
hazlo ahora aún es tiempo
ya que quizá algún día mientras busques
amparo en otros brazos
te acuerdes de él con repentino amor y no puedas llorar aunque lo intentes.


Desde un claro rincón del desastre/ Gaspar Aguilera

qué inmensa qué asquerosa alegría
saber que nadie nos espera a media noche
que somos menos que nada en los sueños de una muchacha de ojos profundos
qué dicha tan triste
estar seguros que nadie clama por nuestro regreso apresurado
qué calor tan frío en ese cuarto aprendido de memoria
qué plenitud tan dolorosa
que nadie juegue con las letras de nuestro nombre como si fueran dados
que nadie nos reserve un lado de su cama tibia y olorosa
que nadie toque la guitarra del deseo al oír nuestros pasos nocturnos
que nadie lleve encima -como otra ropa más- nuestras caricias

***
de que me sirve en este instante
tu sexo
tu pubis imantado
tu boca
si todo se derrumba


La “Y” / José Emilio Pacheco

En los muros ruinosos de la capilla florece el musgo pero no tanto como las inscripciones: la selva
de iniciales talladas a navaja en la piedra
que, unida al tiempo, las devora y confunde.
Letras borrosas, torpes, contrahechas. A veces desahogos, insultos.
Pero invariablemente
las misteriosas iniciales atadas
por la “Y” griega:
manos que acercan,
piernas que se entrelazan, la conjunción
copulativa, acaso vestigio
de cópulas que fueron, o no se consumaron.
Cómo saberlo

Porque la “Y” del encuentro también simboliza
los caminos que se bifurcan: E.G. encontró a F.D. Y se amaron.
¿Fueron “felices para siempre”?
Claro que no, tampoco importa demasiado.
Insisto: se amaron
una semana, un año o medio siglo,
y al fin
la vida los desunió o los separó la muerte
(una de dos sin otra alternativa).

Dure una noche o siete lustros, ningún amor
termina felizmente (se sabe).
Pero aun la separación
no prevalecerá contra lo que juntos tuvieron:
Aunque M.A. haya perdido a T.H.
y P. se quede sin N.,
hubo el amor y ardió un instante y dejó
su humilde huella, aquí entre el musgo,
en este libro de piedra.


Nueva antología poética
Ernesto Cardenal
Siglo XXI Editores.
México, 1985

El infierno es un decir
Francisco Hernández
Conaculta México, 1993


Parad los relojes y otros poemas
W.H. Auden
Grijalbo-Mondadori España, 1999

A veces gran amor
José Agustín Goytisolo
Laia literatura, Barcelona, 1981

Los ritos del obseso
Gaspar Aguilar Díaz
Premiá Editora, México, 1987


Fin de siglo y otros poemas
José Emilio Pacheco
FCE-SEP México, 1984