Las finanzas de la campaña
de Andrés Manuel López Obrador están de “la chingada”. Y no es referencia a la finca del Peje, sino
a la situación de pobreza que agobia al candidato presidencial de Morena o,
mejor dicho, del Movimiento Progresista que integran el PRD, el PT y el
Movimiento Ciudadano.
Ricardo Monreal, coordinador
de la campaña del tabasqueño, nos confiesa que esa es, por el momento, su
principal preocupación. “No nos alcanza. No hay recursos ni para reuniones de
capacitación de la parte interna”, se queja el zacatecano.
Lo peor es que las prerrogativas
de los partidos no les han llegado. No las esperan sino hasta entrado el mes de
marzo. Se sostienen con donaciones. ¿Dinero por debajo de la mesa? “Imposible”,
asegura.
Monreal presume que López
Obrador es el que más trabaja de los cuatro candidatos presidenciales.
Con la ayuda de los medios,
el equipo del izquierdista ha podido establecer el promedio de actos de cada
uno.
López Obrador realiza seis
por día, según Monreal. Le sigue el priista Enrique Peña Nieto, con 2.3.
La menos movida, de acuerdo
a la fuente, es la panista Josefina Vázquez Mota: 1.8 actos por jornada.
A Gabriel Quadri, de Nueva
Alianza, ni lo pelan.
En esta movilidad está el origen del
comentadísimo “cansancio” admitido por López Obrador en charla con empresarios
y su adelanto de que se iría a La Chingada, “finca de descanso y reflexión”, si
pierde a la buena.
“Él (AMLO) decidirá qué hace
si no gana. En política siempre existe la posibilidad de retirarse”, puntualiza
el senador del PT.
Advierte, sin embargo, que
ahí la llevan con la reducción de los negativos. El Peje tenía 40 el año
pasado. Ya sólo tiene 20, según Monreal. ¿Será que está pegando su discurso de
la República Amorosa? Es pregunta.
Muy temprano leímos el tuit
del senador Paco Arroyo, aspirante a la candidatura del PRI al gobierno de
Guanajuato.
“Los tiempos legales
presionan la elección del candidato del PRI en Guanajuato. La ley es clara. Su
desconocimiento, aunado a la indecisión, nos hacen peligrar”, escribió el
senador.
Parece un hecho que el bueno
es Juan Ignacio Torres Landa. La bronca es que propuso la fórmula 1 más 3.
Quiere poner a los candidatos a alcaldes en ciudades importantes del estado y
allí se atoró todo.
Una vez más estamos en la
galería del horror. Los 44 muertos en el penal de Apodaca, Nuevo León, donde
supuestamente llegan los delincuentes a redimirse, nos exhiben como un país de
salvajes.
De allí se fugaron 30 reos
con la ayuda de los 18 custodios presentes. Ya lo confesaron 16 de ellos. Nos
dicen que la masacre ¡era sólo para confundir!
Ayer hubo otros tres muertos
en Topo Chico, en el mismo estado. Dos hombres y una mujer asesinados. Acababan
de llegar a ese penal. Les provocaron la muerte con objetos punzocortantes.
Estaban en el área de observación. Hay dos detenidos.
El sistema de reclusorios hace
agua. ¿Quién no recuerda el episodio en Gómez Palacio, Durango, donde los
“huéspedes” eran reclusos de día y sicarios de noche? ¿O la cárcel de Acapulco? Mujeres, fandango,
diversión.
Datos que se atribuyen a la
Secretaría de Seguridad Pública federal señalan que en los últimos cinco años
se han presentado 887 incidentes en los reclusorios del país. Cinco mil 179
internos se han visto involucrados.
Tres mil 269 participaron en
motines; 922 en riñas, 316 murieron, 320 se fugaron, y ha habido 52 homicidios,
83 suicidios, 60 agresiones a terceros, 107 huelgas de hambre y 14
autoagresiones.
Diputados y senadores se
rasgan las vestiduras. En San Lázaro quieren formar una comisión para
investigar lo de Apodaca. En la Cámara alta hay peticiones para que comparezca
Genaro García Luna, titular de Seguridad Pública.
El gobierno federal presume
la pronta entrega de ocho penales adicionales y le echa la pelotita a los
gobiernos de los estados. Éstos se quejan de que tienen que cargar con los reos
federales. El cuento de nunca acabar.
Las cárceles de Nuevo León
son territorio de narcos. Lo de Apodaca lo presentan las autoridades como un
pleito entre distintas organizaciones delictivas. Los 44 muertos eran del
cártel del Golfo; los 30 fugados eran zetas, aseguran.
¿A quién se le ocurre poner
en la misma cárcel a dos bandas contrarias y violentas? Lo que sucedió era
inevitable.