Moisés Sánchez Limón |
¿Dónde estaba el viernes 4 de octubre la diputada federal perredista Martha Lucía Micher Camarena, mejor conocida en la farándula y entre sus cuates como Malú Micher? Por lo menos no en cumplimiento de sus obligaciones y responsabilidades como presidenta de la Comisión de Igualdad de Género.
Quizá la legisladora habrá de aducir que andaba en comisión fuera de la ciudad de México, justo en atención a sus responsabilidades. ¿En Nueva York?, ¿en Guanajuato?, ¿en Tlalpan o Coyoacán? ¡Vaya usted a saber dónde! No en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Lo cierto es que incurrió en algo más que descortesía política al desdeñar --¿despreciar?—al presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, el panista Ricardo Anaya, y a la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Lorena Cruz Sánchez, en un acto de suma importancia en estos menesteres de igualdad de género, una lucha de la que Malú Micher, así le dicen sus cuates y fue su nombre artístico, presume en todos lados.
Martha Lucía Micher Camarena |
El problema de la legisladora, cantante de baladas por aquellos días del rock azteca de los sesentas, es que conforme a la bitácora personal de su trabajo no ha cumplido con ciertas promesas que hizo cuando recién retornaba a una curul.
Por ejemplo, con las colegas reporteras de la fuente camaral, se comprometió a rescatar la guardería para hijos de las comunicadoras que en tiempos del PAN en la Presidencia de la República el IMSS cerró dizque para remodelar el inmueble. Hace un año de esa promesa. Las compañeras ya dieron por cerrado el caso y, por supuesto, no le creen ni el bendito a Malú.
Pero, bueno, algo se sabía de ella en cuestiones de demagogia. Lo cierto es que al reincidir como diputada federal, dispuesta a sacrificarse por sus congéneres, asumió la presidencia de la Comisión de Igualdad de Género y hubo quienes creyeron que iba en serio, a trabajar al amparo de la democracia y tolerancia que dice profesar.
Sin embargo, en un año no se le conoce un asunto trascendental en beneficio de las mujeres, mucho menos de ser apóstol de la apertura, el diálogo y la tolerancia.
Un ejemplo de agandalle y protagonismo –praxis que parece gustarle—fue el haber presentado una iniciativa de reforma legal en materia de salud, avalada sólo por cuatro integrantes de la Comisión de Igualdad de Género, que provocó molestia entre las integrantes del órgano legislativo, tanto que las diputadas panistas, Flor Pedraza, presidenta del Comité del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género, Lucía Pérez Camarena y Blanca Jiménez, por escrito y con fecha dos de octubre, se inconformaron deslindándose de la iniciativa de Malú Micher.
No hay duda de que la legisladora perredista se ofendió y fue de tal tamaño su enojo que, dos días después, no asistió al acto en el que la Cámara de Diputados, mediante su presidente de la Mesa Directiva, Ricardo Anaya, y la presidenta de Inmujeres, Lorena Cruz Sánchez, firmaron un convenio para impulsar la equidad de género. ¿Rabieta personal? ¡Vaya con la demócrata Malú Micher! Luego le platico otros etcéteras. Y no es chisme. Conste.