… que La Muerte…, aquí,… que la muerte allá…; que esto…., que lo otro…;
que allá…, que acullá… Y entonces uno mismo se pregunta: ¿Quién es ese
“ente” que la humanidad denomina “Muerte?.. ¿Cómo es su apariencia física si
es que la tiene?... ¿viste?... ¿Calza?...
¿Canta?... ¿Baila?… ¿Come?… ¿Bebe vino y disfruta de otros placeres
mundanos?...
Sólo cabe imaginarla a semejanza de lo
que creemos que es, o queremos que sea; por esa y más razones la representamos
o mencionamos, dibujándola o llamándola: “huesuda,
calaca, cadavérica, parlanchina, fúnebre,
macabra, Parca…” en el devenir del arte, la literatura, la
filosofía, la religión,…
¡Pero no obstante la creatividad de
quienes se refieren a ella; nadie puede afirmar o negar que es cierta la
apariencia y apariencias que le han adjudicado!, porque nadie la ha visto. La muerte puede ser
un ente agradable, fino, hermoso, elegante,
apacible o tal vez violento,
detestable, macabro, feo,…
De ese ámbito enigmático e intangible
que la o lo rodea, (válgase decir: “la o lo” porque no se conocen referencias
de su género; no se sabe si éste es
masculino o femenino), apenas si logramos avizorar que en el destino de los
mortales está él o ella como algo ineludible, algo que tarde o temprano
arribará a manera de pausa, tránsito o final terrenal, dando razón a quien
afirma que “La Muerte es democrática,
porque a
fin de cuentas, sea: güera, morena, rica o pobre, la gente acaba siendo
calavera”; Y he ahí que tal vez tengan hagan bien quienes viven acogiéndose
a aquello que dice: “Come y bebe que la
vida es breve…” “Matrimonio y mortaja, del cielo baja…” O se conducen
basándose en lo que afirma León Tolstoi:
“La muerte no es más que un cambio de visión”.