domingo, 13 de octubre de 2013

Rogelio Martínez Faz/Futbol: pasión y nacionalismo/Cartas desde Chicago

Rogelio Martinez
El futbol es el deporte que más se practica en el mundo y posiblemente el más apasionado, donde solo unos cuantos gozan de buena paga. El campeonato mundial, que es la competencia máxima entre naciones para obtener el reconocimiento del mejor, convierte a los jugadores en embajadores de sus respectivos países.

Con el transcurso de los años, la industria de este deporte se ha ido politizando e incrementando sus intereses económicos, ajustando al futbol a las circunstancias. Con ello la diversidad de jugadores extranjeros: ya no es necesario ser originario del país donde se juega para participar en la selección nacional.

Para los aficionados sin fronteras y por el “bien” del futbol, sostienen que el nacionalismo es del pasado, siempre y cuando los extranjeros que juegan en la selección nacional, se ganen la simpatía de los aficionados y tarareen el himno nacional.

No obstante, por mucho que se quiera exponer al futbol como deporte universal, el recurrir a extranjeros para completar un equipo de 11 individuos en la cancha de un seleccionado nacional, dice mucho de la aptitud local. Que debería de servir, además del aspecto deportivo, para exponer otros factores como es el carácter principio de identidad, la mentalidad, la técnica, capacidad de organización, cultura deportiva, etcétera.

Sin embrago, en el caso de México donde juegan muchos extranjeros como argentinos y brasileños primordialmente, que gracias a ellos los torneos no tendrían el nivel competitivo y la espectacularidad, tiene características que ya no son del futbol mexicano. Es decir, el futbol mexicano profesional es medio mexicano, que difiere mucho en mentalidad a las ligas amateurs o llaneros. O sea, la representación del futbol nacional se quiera o no, varía con la inserción de los extranjeros que representan al futbol de intereses económicos por encima del nacionalismo o incluso sobre la pasión del mismo deporte.

En el caso de Estados Unidos es un tanto diferente, la representación nacional de futbol parte de otro concepto. La misma participación interracial o de inmigrantes es su base fundamental en las ligas amateurs o de universidades, por consiguiente su selección será una diversidad que lo refleje “El equipo de todos”.  O en la situación de España, que a fuerza de “furia” nacionalista se sacudió la afrenta de no poder dar el estirón.

Cuando un jugador en particular se destaca a nivel mundial se hace énfasis en su origen por nacimiento y no por su nacionalización. No se trata de estar en contra de los extranjeros, pero no son la esencia del futbol mexicano, esa que llena los estadios o se revuelca en la tierra de los llanos. Alejada del futbol amañado, intereses económicos y mafias deportivas.

El viernes pasado la selección mexicana le ganó a la de Panamá, y no digamos de una manera convincente con respecto a dominio de juego, que se la pasó merodeando la cancha con pasecitos laterales, señal de inseguridad. Pero sí lo hizo con dos definiciones individuales de la cantera local que ameritan aplausos. Que es como suelen ganar los grandes equipos.

Sin embargo, estuvo presente la parte del futbol de los intereses, que busca a como dé lugar estar en la disputa mundial. Por no perder sumas millonarias en la industria futbolera sostenida por el aficionado o futbolista llanero que si es necesario lo dejan fuera de la cancha. Que con resignación, por modernidad o mediocridad lo acepta con tal de ver a su “representación” disputándose el honor de estar entre los mejores.

Ahora sigue el partido contra Costa Rica, equipo centroamericano supuestamente inferior a México futbolísticamente, con menos capacidad organizativa y económica, pero a la par en la cancha. El futbol transnacional ha llevado a jugadores y directivos a ser embajadores del futbol no necesariamente de los países sino de sus intereses.

rogeliofaz@yahoo.com