Rogelio Martinez |
El futbol es el deporte que
más se practica en el mundo y posiblemente el más apasionado, donde solo unos
cuantos gozan de buena paga. El campeonato mundial, que es la competencia
máxima entre naciones para obtener el reconocimiento del mejor, convierte a los
jugadores en embajadores de sus respectivos países.
Con el transcurso de los
años, la industria de este deporte se ha ido politizando e incrementando sus
intereses económicos, ajustando al futbol a las circunstancias. Con ello la diversidad
de jugadores extranjeros: ya no es necesario ser originario del país donde se
juega para participar en la selección nacional.
Para los aficionados sin
fronteras y por el “bien” del futbol, sostienen que el nacionalismo es del
pasado, siempre y cuando los extranjeros que juegan en la selección nacional,
se ganen la simpatía de los aficionados y tarareen el himno nacional.
No obstante, por mucho que
se quiera exponer al futbol como deporte universal, el recurrir a extranjeros
para completar un equipo de 11 individuos en la cancha de un seleccionado
nacional, dice mucho de la aptitud local. Que debería de servir, además del
aspecto deportivo, para exponer otros factores como es el carácter principio de
identidad, la mentalidad, la técnica, capacidad de organización, cultura
deportiva, etcétera.
Sin embrago, en el caso de
México donde juegan muchos extranjeros como argentinos y brasileños
primordialmente, que gracias a ellos los torneos no tendrían el nivel
competitivo y la espectacularidad, tiene características que ya no son del
futbol mexicano. Es decir, el futbol mexicano profesional es medio mexicano,
que difiere mucho en mentalidad a las ligas amateurs o llaneros. O sea, la
representación del futbol nacional se quiera o no, varía con la inserción de
los extranjeros que representan al futbol de intereses económicos por encima
del nacionalismo o incluso sobre la pasión del mismo deporte.
En el caso de Estados Unidos
es un tanto diferente, la representación nacional de futbol parte de otro
concepto. La misma participación interracial o de inmigrantes es su base
fundamental en las ligas amateurs o de universidades, por consiguiente su
selección será una diversidad que lo refleje “El equipo de todos”. O en la situación de España, que a fuerza de
“furia” nacionalista se sacudió la afrenta de no poder dar el estirón.
Cuando un jugador en
particular se destaca a nivel mundial se hace énfasis en su origen por
nacimiento y no por su nacionalización. No se trata de estar en contra de los
extranjeros, pero no son la esencia del futbol mexicano, esa que llena los
estadios o se revuelca en la tierra de los llanos. Alejada del futbol amañado,
intereses económicos y mafias deportivas.
El viernes pasado la
selección mexicana le ganó a la de Panamá, y no digamos de una manera
convincente con respecto a dominio de juego, que se la pasó merodeando la
cancha con pasecitos laterales, señal de inseguridad. Pero sí lo hizo con dos
definiciones individuales de la cantera local que ameritan aplausos. Que es
como suelen ganar los grandes equipos.
Sin embargo, estuvo presente
la parte del futbol de los intereses, que busca a como dé lugar estar en la
disputa mundial. Por no perder sumas millonarias en la industria futbolera
sostenida por el aficionado o futbolista llanero que si es necesario lo dejan
fuera de la cancha. Que con resignación, por modernidad o mediocridad lo acepta
con tal de ver a su “representación” disputándose el honor de estar entre los
mejores.
Ahora sigue el partido
contra Costa Rica, equipo centroamericano supuestamente inferior a México
futbolísticamente, con menos capacidad organizativa y económica, pero a la par
en la cancha. El futbol transnacional ha llevado a jugadores y directivos a ser
embajadores del futbol no necesariamente de los países sino de sus intereses.
rogeliofaz@yahoo.com