DÍA DE LA AMISTAD ENTRE “TORTUGOS” Margarito López Ramírez
El profesor Abimael Pérez López, con motivo del día dedicado a la amistad,
el 11 de febrero actual reabrió las puertas de su restaurante “Paulita” ubicado
en Ciudad Renacimiento. En este haber, convocó, entre otros amigos, a sus
condiscípulos de la Generación 1956-1963 de Ayotzinapa. La festividad fue
jubilosa y entre haberes y brindis destacaron las anécdotas vividas en su amada
escuela normal. Se recordaron aquellos tiempos es los que sin dejar de ser
jóvenes, rebelde, vigorosos y ávidos de aventuras, profesaban respeto a sus
maestros y directivos. No estuvieron ausentes las estampas en las que, bajo la
conducción de los peritos agrónomos o el personal responsable de las labores de
labranza, en su calidad de alumnos, se dedicaron al cultivo de las tierras en
donde había verdores de milpas, y, con dedicación especial, sembraban en las
amelgas propiciando el crecimiento de hortalizas. Surgieron añoranzas de la
visión que conformaban aquellas tierras de la ex hacienda de Ayotzinapa en
donde imperaba la conducción agrícola de don Franccisco González, don Juan
Galán, don Cenobio Gómez, hombres de mucho respeto y expertos en quehaceres del
campo y crianza de animales: conejos, cerdos, vacas, gallinas, bestias
mulares... Con énfasis de mencionó al maestro Vicente Osorio Regino quien
enseñó a muchos de ellos el cultivo de las abejas en su apiario constituido por
más de cien cajas que albergaban: abejas
reinas, zánganos y obreras que producía miel y cera. Aquí y allá hubo recuerdo
de cuanto se aprendió en los talleres: en la carpintería bajo la conducción del
maestro Agustín Hernández Viveros a hacer muebles, repisas, y hasta mimeógrafos
manuales, juegos geométricos y pantógrafos que serían utilizados en las labores
que más tarde se les asignarían en
alguna escuela rural; en talabartería, con el profesor Isaac Valle, aprendieron
a cultivar pieles y elaborar artesanías; aprendieron a fabricar velices,
portafolios y otros enseres dirigidos por el maestro Doroteo Espíritu. Al terminar esta añoranza, hubo un dejo de
tristeza porque ahora los alumnos de Ayotzinapa no cultivan el campo y se duda
que muchos de ellos sean hijos de campesinos.
De entre su decir, alguien se refirió al aseo general que hacían los
alumnos para mantener limpios: aulas, dormitorios, canchas, y demás espacio de
la escuela, y mencionó ese respeto que se profesaba a todas las personas que
conformaban el personal de esa comunidad educativa, y de manera especial a “Las
tías”, señoras de toda la consideración
que se abocaban al hacer de alimentos, el lavado y planchado de ropa
destinado a los alumnos. No faltó el recuerdo en torno a don Toño Cabañas quien
en la panadería comandaba a los alumnos comisionados en la elaboración de
bolillo, conchas, chamucos y demás
panuchos que más tarde se consumirían en el comedor comunitario que operaba
tres veces al día con la presencia del “maestro de Guardia” encargado de propiciar
y conservar el orden. Allí estuvo también en la evocación la presencia de
Bernabé Astudillo Alcaraz (don Berna), conductor del camión de redilas “El
tortugo”en su transitar, yendo y trayendo aquello que se necesitaba para dar
sustento al alumnado.
En la evocación estudiantil no faltó la presencia de la maestra María
Ramírez Vda. de Hernández, excelente hacedora de buenos modales en los alumnos,
tampoco Ana Barajas, el maestro “tacho” Alarcón y su esposa la profesora Alicia
Nava, Melchor Parra López, Humberto Burgos, Mario Gutiérrez Arteaga, Mario
Peralta, Javier Carballo, Arcadio Navarrete,
Ramiro Basilio Encarnación; sin omitir la mención dedicada a directores como el
Maestro Salvador Waller Huesca, Manuel
Palí Uc, Aquiles Nava Hernández, que ejercieron su ministerio docente
siguiendo el principio rector del normalismo
impulsado por el ameritado maestro Raúl Isidro Burgos Alanís para quien la
escuela rural era la casa del pueblo, el lugar de reunión
de la comunidad en donde el maestro ponía sus conocimientos al servicio del
pueblo, de sus luchas, de sus esfuerzos por resolver sus problemas ancestrales,…
Fue una reunión de tintes jubilosos en la que se evocó lo que fue en el ayer la
Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa. Hubo un momento
en el que se guardó silencio en honor “los caídos”. Posterior a ello, se
hicieron votos en pro de que esta noble
institución, retome, bajo el sustento y principio de la educación y enseñanza
en el marco de la escuela rural, su misión: formar docentes que, además de
poseer un bagaje académico y cultural, se hayan apropiado de valores éticos y
procedan con respeto en su rol de docentes guías de generaciones.
Cuando agotado estuvo el tiempo destinado a este ejercicio evocativo,
resonaron los acordes del grupo musical “Fabián y su son Candela”, los asistentes
bailaron al ritmo del vocalista Fabían, la trompeta de Juan Palma Morales, el sax
de Roberto Abarca Ramos, el piano de Jesús González, el bajo de Manuel Radilla
Tabares, las tarolas y coros de Jesús
Álvarez Godínez y congas de Julio César Cortés Ventura.
La conmemoración adelantada del “día de la amistad” fue una convivencia que
hermanó los sentimientos y alegrías de los asistentes. “Enhorabuena”.