Que
más prueba contundente se debe de presentar para concluir que la actual administración de gobierno de Ángel Aguirre
Rivero, no corresponde a la correlación
de fuerzas sociales, políticas y productivas de la entidad, que sin duda se
encuentra en la protesta callejera que día a día son el componente del panorama
urbano de las principales ciudades del estado.
Guerrero
está a punto de la parálisis de la toma
de decisiones políticas en relación con las cuestiones de seguridad, gobierno
interno, empleo, educación, pese a las repetidas palabras versus demagogia que
los voceros oficiales vienen usando día con día, y de la propia voz del primer
mandatario del estado que sin tapujo alguno, se arroba todos los signos de la
democracia, la tolerancia, y el buen sentido como lo menciono, durante la toma
de protesta de la Mesa Directiva del Grupo Acapulco, A.C., el día de ayer, en
donde busco cobijo y blindaje, que afuera está lejos de tener dada la rápida
perdida de credibilidad y tolerancia, en momentos en que su política continúa
girando desvalidamente sobre su eje, incapaz de producir nada que se parezca
remotamente a una coherente política de
gobierno, sometido sin duda a la
protesta social callejera que quiere imponer decisiones por la vía de la
presión popular.
Las
protestas sociales están a punto de conjugar a los más diversos estratos
sociales los que se han identificado con los grupos más débiles, los más
cuestionados por una sociedad que lejos está de entender el porque de la
entelequia que sufren los altos mandos
del gobierno guerrerense, señalando permanentemente la falta de operatividad y la incompetencia
mostrada a pulso por el secretario general de gobierno, el anciano en todos los
términos de Humberto Salgado Gómez, político que dejo sus mejores esfuerzos en
la anterior administración interina del actual gobernador y que hoy está muy
lejos de tener no sólo la capacidad sino el
ritmo que el tono social y político de Guerrero exige.
Este
vacío refleja el fracaso del proceso de toma de decisiones, que no es sin
embargo, monopolio del propio gobierno, que ofrece ya efectos desestabilizadores sobre las otras principales instituciones sociales, las
cuales se ven obligadas a actuar en un entorno político tan volátil que no
pueden literalmente, saber de un día para otro qué es lo que el gobierno de Ángel
Aguirre Rivero espera de ellas, aumentando la dominante sensación de anarquía,
en un gobierno que zigzagueando erráticamente día con día, complica en grado
sumo la lucha de nuestras instituciones sociales básicas por la supervivencia,
cuando su capacidad, -la del gobierno estatal- de gobernabilidad está siendo
desafiada, sobrecargada, anegada de datos y situaciones irrelevantes, que
pudieron ser contenidas antes de enfrentarlas en las calles y ante los peligros
ayer desconocidos y hoy enmarcados con
la muerte de jóvenes ciudadanos y un tercero en llamas todo producto de la
anarquía imperante en los más altos mandos de la toma de decisiones políticas.
Por lo tanto lo que estamos viviendo son que responsables gubernamentales de
primer nivel sean se vean incapaces
de resolver los problemas de alta
prioridad (o tomándolas muy mal), al tiempo que se dedican frenéticamente a
decenas de otras menos importantes y, a menudo triviales.
La
trivialidad del gobierno de Ángel Aguirre a llegado a ser tal, que no puede
predecir los resultados de sus propios
actos, por lo que el estado de Guerrero, está muy cerca de la tesis de
Ortega y Gasset, publicada en 1930: las
protestas cotidianas, la violencia política y la represión institucional –la
muerte de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa-, son parte indudable del
agotamiento del actual “frankesteniano”
gobierno aguirrista, y que exhibe
a todo lujo, la necesidad de una nueva estructura institucional que defina
nuevas reglas del juego político, canalice las exigencias sociales y perfile un
nuevo y necesarísimo mecanismo institucional de relación entre las masas, la
sociedad y el gobierno. Esto no
significa –me apresuro a añadir- que el poder perdido por el actual gobierno
aguirrista haya pasado al resto de la sociedad. El poder no se transfiere;
queda crecientemente sujeto al azar, de tal modo que nadie sabe de un momento a
otro quien es el responsable de qué, quién tiene la autoridad real, (distinta
de la nominal), ni cuanto tiempo durará la autoridad. Como consecuencia de
ello, empieza a perder su eficacia “el
ritual del aseguramiento electoral, en este año ya a la vuelta de la esquina y
en esta hirviente circunstancia, las personas corrientes se vuelven amargamente
cínicas, no sólo sobre sus propios representantes, sino –más ominosamente-
sobre la posibilidad misma de estar representadas en absoluto. No cabe duda que
si se continúa por este derrotero, el triunfador del proceso electoral del
próximo primero de Julio, será absolutamente el abstencionismo.
Email:gernestorivera@gmail.com