EN EFECTO. MÁS allá de las
diferencias, que inclusive se dan en las familias, lo que el estado requiere,
en estos momentos, son las coincidencias de los guerrerenses. Los tiempos de
crisis, de contingencia y de emergencia, más que ser momento para el cobro de
facturas, de venganzas o para sacar a flote los rencores, deben ser motivo para
lograr el reencuentro. Lo otro es perverso, es mezquino.
Cierto es que hay tiempo
para todo. Pero es mezquino y perverso utilizar los momentos actuales de
violencia para sacar provecho político y partidista. Guerrero y los
guerrerenses requieren solución a los problemas existentes y no enconos que
vengan a dividir más a la población. El rencor no es, ciertamente, lo que
Guerrero necesita, sino la participación de todos para atender y resolver la
situación actual que vive el estado.
Por eso, sin duda, es
puntual el señalamiento del gobernador Héctor Astudillo, en el sentido de que
más allá de las diferencias políticas o de otra índole, los tiempos actuales
son de unidad y de coincidencias y “no de acabarnos entre nosotros mismos”; los
tiempos actuales son de trabajo unido, y no de canibalismo, lo cual, hay que
decirlo, entre otras cosas es lo que ha frenado el desarrollo del estado.
“Son momentos de caminar
juntos”, puntualizó el mandatario estatal. “No podemos desperdiciar el tiempo,
en confrontarnos, en dividirnos, en desencontrarnos. Es momento de encontrar
causas nobles para salir adelante”, dijo en un acto en el que reconoció el
trabajo del alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez, en un evento con motivo del
1º de Mayo, Día del Trabajo. Nadie dijo
que gobernar Guerrero y Acapulco era fácil, agregó el gobernador.
Sin embargo, por
desgracia, muchos no lo entienden, aunque por fortuna son más los que entienden
que, pese a las diferencias, lo que las circunstancias requieren son las
coincidencias. En efecto, son tiempos difíciles que para salir de ellos se
requiere el concurso y la participación de todos los guerrerenses.
Por desgracia, como en
todo, hay quienes no solo pretenden sacar raja política de los momentos
difíciles, sino que también los utilizan para pretender obtener objetivos
perversos. Hay quienes, como los dirigentes de los transportistas que
organizaron el bloqueo a la ciudad de Chilpancingo y a la Autopista del Sol, y
los que causaron el pánico masivo en Acapulco hace dos fines de semana, que
quieren no solo causar el terror entre la población, sino también poner de
rodillas al gobierno del estado con fines nada claros.
Sí. Los tiempos de hoy son
de unidad y de coincidencias, pero eso tampoco significa que la ley y su
aplicación debe dejarse de lado. Fue precisamente la no aplicación de la ley lo
que desembocó en los hechos de Iguala, de consecuencias trágicas y fatales, y
por eso, para que nunca vuelva ocurrir lo mismo o algo parecido, es que el
gobierno está obligado a aplicarla. Qué bueno que así lo entienda el actual
gobierno del estado.
Si bien es cierto que son
lamentables los resultados del desalojo a la Autopista del Sol, en lo que tiene
que ver con menores de edad que resultaron golpeados, los cuales fueron
utilizados como carne de cañón, es indiscutible que la aplicación de la ley,
además de ser una necesidad, fue una muestra de que el actual gobierno está
decidido a cumplirla, pero además, de que no se dejará chantajear por ciertos
grupos de la población que buscan obtener objetivos perversos, y lo que es
peor, en agravio de la sociedad.
Hay que decirlo. Los
intereses de grupo, y más si persiguen fines perversos, no pueden estar por
encima del interés general de la sociedad. Precisamente por eso es que el
desalojo de la Autopista del Sol, en el que fueron detenidos diversas personas
y se decomisaron armas de uso exclusivo del Ejército mexicano y diversos
vehículos con reporte de robo además de droga, fue aplaudido por la mayoría de
los chilpancinguenses y por los cientos de los afectados que por más de 10
horas se quedaron atorados en la misma, incluidos los enfermos que tenían que
ser atendidos en el hospital general ubicado en Tierras Prietas.
El gobierno, como
representante de la soberanía popular, debe atender y resolver las demandas del
pueblo, pero siempre buscando el interés y el beneficio del mayor número
posible de los gobernados. Por supuesto, deben también atenderse a los grupos
minoritarios bajo la premisa del
acuerdo y del diálogo,
lejos de la presión y el chantaje que afecta y daña a terceros.
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