miércoles, 25 de abril de 2012

SIN COMENTARIOS 14 EJECUTOR EJECUTADO Por Rodrigo Huerta Pegueros*




El asesinato cometido contra el general en retiro, Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite el viernes pasado, ocurrido en la ciudad de México fue, ahora sí, efectivo. Con este crimen se termina una parte trágica de la historia de este personaje de triste memoria para los habitantes del estado de Guerrero, donde tuvo a su mando (como en ningún otro caso) a todas las policías—preventiva y judicial—y una influencia y poder ante el  gobernador del estado, Rubén Figueroa Figueroa, ilimitado.
A Acosta Chaparro el gobernador Figueroa lo dejó hacer y deshacer, bajo el argumento de que estaba combatiendo a los grupos subversivos, esos que habían quedado vivos y organizados tras la muerte de su líder, el guerrillero Lucio Cabañas Barrientos.
El argumento era válido para el gobernador Figueroa quien no quería saber nada de sus plagiarios pues había estado en sus manos por más de tres meses, todo por querer pactar la paz. Figueroa era en ese entonces senador de la República y el prospecto del PRI a la gubernatura del estado para el periodo 1975-1981.
Este relajamiento del poder gubernamental frente a un militar en funciones de servidor público, produjo una de las historias mas negras de esta entidad y dejó poco más de setecientos desaparecidos, cientos más de ejecutados, mutilados, perseguidos, encarcelados y sometidos a las mas brutales prácticas de la tortura.
Muchos de los que sufrieron estas calamidades están hoy vivos y pueden dar testimonio de lo que aquí decimos.
Un conductor de un noticiero de radio de la ciudad de México comentó sobre el asesinato de Acosta Chaparro: ‘terminó la vida de un represor. El ejecutor fue ejecutado’. 
Nadie se alegra de lo que le sucedió pero nadie—mas que sus familiares—han de haber derramado una lágrima por su muerte. Acosta Chaparro dejó en esta entidad una estela de dolor y muerte. Fue el promotor de los más aberrantes delitos cometidos por sus subalternos a quienes les daba manga ancha para actuar como pago a los ‘trabajos’ que hacían extralegales.
Ya se ha dicho mucho de la muerte del general y se ha hablado de su actividad como soldado, como funcionario, como negociador y operador para casos especiales para el gobierno de la República.
Se dijo que participó en las indagatorias para dar con el paradero del ex candidato presidencial panista, Diego Fernández de Cevallos y también actuó como enlace con los cárteles de las drogas en el estado de Michoacán y fue conocida su relación con los capos mas importantes del narcotráfico como el llamado ‘señor de los cielos’.
Fue acusado de actos de lesa humanidad y de vínculos con el narcotráfico y por lo mismo fue detenido y puesto ante tribunales militares quienes le abrieron un juicio que duró varios años pero que al final de cuentas fue absuelto de todos los señalamientos y no solo eso, sino que obtuvo por parte de la milicia un desagravio que lo reposicionó como militar sin tacha, aunque existen miles de voces que reclaman todavía justicia, aunque la verdadera justicia (la divina) hizo ya su parte.
Hay pocos personajes de negro historial que están todavía vivos pero que son difícil de poner ante tribunales ya que han tejido a lo largo de su historia una red de complicidades con los poderosos de este país quienes les han reclamado algunos trabajos fuera de las normas legales.
El general fue ejecutado. Sin mayores aspavientos le dieron tres tiros sin que pudiera tan siquiera defenderse. Dicen que alguien lo puso y el general brigadier cayó abatido. Cayó muerto y calló lo que hizo. La historia sobre la guerra sucia en Guerrero estará incompleta si es que no se encuentra nunca algún escrito hecho por este militar que engrosó las filas de los cuarteles militares y policiacos mas oscuros y tétricos que hayan existido en México como fueron la dirección federal de seguridad y la brigada blanca entre otras.
Los tiempos de la guerra sucia nunca podrán ser olvidados mientras existan desaparecidos, aunque sí estamos seguros que esos lamentables sucesos ocurridos en aquellos tiempos de los años setentas, estoy seguro que no van a repetirse nunca más, pues aunque uno esté diriamente cuestionando nuestro sistema democrático, podemos decir que en algo hemos avanzado.

 Periodista/Analista Político