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José García Sánchez/Cuando la gente se indigna por los altos salarios de la cúpula del Instituto Nacional Electoral o por los 100 millones que gastan al mes en asesores debe pensar en una cosa: el don de la adivinación de sus integrantes.
De manera no muy discreta pero muy constante hemos visto cómo personajes del INE predicen el futuro de una manera natural, como si les pagaran por ser oráculos del optimismo y la fantasía.
Desde meses atrás el presidente consejero Lorenzo Córdova aseguraban que las campañas y los comicios se llevaran en paz en los estados de Guerrero y Michoacán. Ahora esa predicción les ha fallado pero a pesar de ello no flaquean a la hora de decir lo que le va a pasar a México en un futuro cercano.
Otro elemento de la burocracia dorada del INE, su secretario ejecutivo, Edmundo Jacobo Molina, descartó de manera contundente que en las elecciones del 7 de junio el abstencionismo aumente, y como justificación a sus palabra dijo lo que todo sabemos: “en una elección intermedia la participación siempre es menor que en una presidencial”.
Esta verdad de Perogrullo es vigente en todos los países donde hay elecciones, pero no por ello hay democracia.
Pero en su gran sapiencia de pitoniso habla de su experiencia sobre lo que piensan los delincuentes, es decir con sus vastos conocimientos entra a la mente de los narcotraficantes y arroja su verdad: “a la delincuencia organizada no le gustan tanto los reflectores, y por ello “no se meten” y menos con una elección federal”.
Para Jacobo Molina debemos estar tranquilos, el país está en paz, las muertes ocurridas en esta campaña que casi llegan a diez, y los más de 30 atentados son, seguramente para el funcionario, casos aislados. Y para ello da sus sabias razones: “Lo que ha pasado son incidentes en algunos lugares del país, pero en general no han entrado directamente con la organización de los comicios”.
Por ello asegura que el crimen organizado no ha permeado en el proceso, pese a la violencia contra algunos candidatos.
Pero previendo algún incidente desagradable, motivado por alguna sombra oscura en su esfera de cristal encontró, junto con sus compañeros, la manera de salvaguardar la integridad física de los votantes al no instalar las casillas en escuelas públicas.
Esto quiere decir que el peligro no son los narcotraficantes sino los maestros malos, flojos y apestosos que pelean por mejores salarios y más prestaciones, quienes son, en realidad para los ojos de los consejeros, los delincuentes que pueden atentar contra electores y elegidos.
Pero en su infinita sabiduría el funcionario del INE pasa a hacer un análisis de la realidad del país, haciendo gala de su visión y claridad en el destino de Guerrero: “… la demanda social creció en el estado de Guerrero de una manera importante, yo diría bueno en el caso de Ayotzinapa”, y continúa ilustrándonos: “en el caso de Iguala en relación a los normalistas de Ayotzinapa fue un detonante de llamar la atención sobre una conflictividad social y política ancestral de una manera muy importante, y la demanda de ciertos grupos sociales ya no fue solamente en torno a esclarecer los hechos, sino también en torno de cuestionar al propio proceso electoral”.
En su visionaria percepción del país Jacobo Molina se da el lujo de inventar palabras, como todo un maestro de la semántica al decir conflictividad, vocablo que seguramente se usará en unos años con tanta frecuencia como accesar o agendar, que también acostumbra a pronunciar en público.
Es por esto que no importa que los asesores ganen 100 millones de pesos en un país donde la mitad de los habitantes están en la miseria, lo importante es el futuro y peste ya lo predijeron los funcionarios del INE.
Entresemana.mx/vanguardia digital