Rogelio Faz/Hablar de futbol es hablar de dinero, privilegios, abuso y corrupción, ¡ah!, y de vedettes con tachones. Pues bien, la corrupción ya era conocida de sobra por la manera en que João Havelange, el presidente anterior de la FIFA, venía administrando el máximo órgano futbolero. Y continuada por su principal asistente y secuaz Joseph Blatter.
Havelange fue el principal promotor del futbol empresarial y comercial a nivel mundial, gracias a él el deporte de las patadas tiene este reconocimiento para nuestro regocijo. Pero al parecer no tanto porque le gustara el fut, pues aunque él fue un deportista olímpico de natación y waterpolo (1936 y 1952), también fue un comerciante de armas.
Con él la salud y la suerte del futbol ya no dependerían de sí mismo, sino de contratos monopólicos como Adidas que en su momento casi vistió a todos los equipos del mundo. Con campañas de mercadeo a la que se sumaron Coca Cola, Visa y Kodak, y de ahí pal’ real. La FIFA regenteó la publicidad en estadios y derechos de transmisión.
Estimuló la codicia de las grandes cadenas televisoras que vino a proyectar a este deporte a un nivel espectacular. Y para redondear el negocio, se crearon torneos nuevos como Copa América, Eurocopa, sub 20, el mundial femenil, mundial de clubes, confederaciones, y sígale. Negocio redondo que giraba como balón con todo el mundo detrás de él.
El negocio crecía y por añadidura: la corrupción. Logrando que no cualquier país tenga la posibilidad de organizar una Copa Mundial. Así que la estrategia de Havelange dio un giro olímpico que apunto sus cañones hacia los países de poder económico, donde aún no se practicaba este deporte a nivel masivo, como en Estados Unidos (1994). Donde McDonald’s entra a la cancha de juego como titular sin haber pateado un balón.
Y se llega hasta a empalmar a dos países en un Mundial para aumentar la clientela: Japón y Corea del Sur (2002), ya bajo la dirección de Blatter, que ocupaba el puesto gracias a la recomendación de João, a quien ya le hacían graves acusaciones por tráfico de armas, de estar relacionado al trasiego de drogas y de aceptar sobornos para conceder Mundiales.
Havelange tuvo que renunciar a su puesto de presidente honorario hace 2 años por las mismas acusaciones de soborno que resultaron ser verdad. Sobornos que compartió con sus altos dirigentes.
Esa es la herencia futbolera de Joseph Blatter aparte de haber jugado algo de futbol amateur. Posteriormente Blatter habría de participar en la Federación de Hockey sobre Hielo de Suiza, y en la organización de los juegos olímpicos de 1972 y 1976. Su fuerte era y sigue siendo, por lo que se vio el viernes pasado con su reelección, las relaciones públicas, donde la jugada perfecta la hizo el dinero y la corrupción.
Su instinto de promotor del deporte, de ‘marketing’ y político, lo llevó a intuir que la inclusión a la FIFA de asociaciones de países pequeños y marginados, serian el contrapeso que le darían los votos necesarios para seguir en el puesto. Donde ni la Unión Europea de Futbol (UEFA) con el francés Michel Platini al frente logró que renunciara.
Y Blatter como buen relacionista y publicista, para ganarse la voluntad de los países pobres creó actividades humanitarias a través de la FIFA.
Una vez ratificado en el puesto como presidente el viernes último, y después de que patino como en hielo resbaladizo, en lugar de mostrarse conciliador o de explicar cómo combatirá la corrupción, en tono amenazador dice que “no olvidará”, dejando la impresión que su reacción obedece a la de un político corrupto que pretende dejar el puesto a alguien que le cuide la espalda como él de seguro lo hizo con su compinche Havelange.
Por la salud del deporte dejemos que los gandayas se hagan pelotas, nosotros somos amantes del fut, así que sigamos admirando a nuestras vedettes que corren tras una pelota aunque a cada cinco minutos se tiran en el pasto para llorar, para después de unas chelas iremos a comprar las camisetas con sus nombres y números. La pifia de la FIFA es cosa aparte.