(SemMéxico). En primer lugar, porque es lo justo; en segundo, porque mejora la calidad (tan deteriorada) de la democracia mexicana; en tercero, porque no muchas han sido alcaldesas. El porcentaje de las mujeres que han gobernado municipios aumentó muy poquito, a lo largo de las últimas décadas (al 7% de 2445 municipios). Eso ya no ocurrirá, pues las sentencias recientes del TEPJF han abierto las puertas de las presidencias municipales a las mujeres. Pero ¿Quiénes han sido y qué han hecho en sus municipios? ¿Hay diferencia entre una mujer y un hombre en la presidencia municipal?
Para responder a la primera pregunta, tenemos pocos datos sistematizados. Las primeras: Aurora Meza Andraca, 1900-1978. En el periodo gubernamental del general José Inocente Lugo (1935–1937), ante el clima político que prevalecía en el estado de Guerrero, al declararse la desaparición de poderes (5–nov–1935), fue nombrada presidenta del Concejo Municipal de Chilpancingo; cargo del que tomó posesión el 1 de enero de 1936, entregando dicha responsabilidad el 22 de marzo de 1937 al señor Rafael Alarcón. Fue la primera mujer que en la República Mexicana, y en América Latina, desempeñó ese cargo. Rosa Torres tuvo la misma distinción en la ciudad de Mérida, Yucatán, en 1936.
Las estudiosas del tema nos dicen que: “los municipios gobernados por mujeres tienden a ser pequeños, aproximadamente una quinta parte presenta grados altos o muy altos de marginación, en términos porcentuales se encuentran en el norte del país, aunque en números absolutos hay más municipios gobernados por mujeres en el sur. Algunos estados duplican o triplican el porcentaje nacional de presidentas municipales. Resalta el caso de Yucatán, uno de los primeros estados donde las mujeres pudieron ser elegidas y votar, que en dos ocasiones a lo largo de esta década ha triplicado el porcentaje nacional de presidentas, alcanzando los niveles más altos reportados en América Latina”.
Las solteras contienden más para estos puestos, sus niveles educativos son altos, tienen trayectoria política y laboral, así como antecedentes familiares en la política. Con tan poca información, lo único claro es que esos municipios, por haber sido gobernados por mujeres, ¡no sufrieron ningún daño!
En el mundo, la situación ha sido muy distinta, según nos ha permitido leer El País. Destacan, en Berlín: Louise Schroeder (1887-1957) Tras la I Guerra Mundial, fue la diputada más joven de la Asamblea Constituyente de la República de Weimar, y 26 años después, tras la II Guerra Mundial, accedió al cargo de alcaldesa de Berlín Oeste. Sarojini Yogeswaran (1934-1998) ganó en febrero de 1997 las elecciones a la alcaldía de Jaffna, la histórica capital tamil del norte de Sri Lanka.
Susanna M. Salter (1860-1961) primera alcaldesa en Estados Unidos durante sólo un año y cobró un dólar por su servicio a la comunidad. Lo logró como representante del Partido Prohibicionista y la Liga de Las Mujeres Cristianas por la Templanza. Maria Skobtsova (1891-1945) en 1918, fue alcaldesa de Anapa, primera en la historia del Imperio Ruso. En años posteriores, se exilió en Francia, se ordenó monja y convirtió su piso de París en un particular convento de clausura.
Matilde Pérez Mollá (1858-1936)
primera alcaldesa de España, designada por el gobernador de la provincia de Alicante en octubre de 1924, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Pudo optar al cargo porque era mayor de 25 años, sabía leer y escribir y no estaba sometida “a autoridad paternal ni marital”, un triple requisito que cumplían muy pocas españolas de la época. Bertha Knight Landes (1868-1943) célebre activista nacida en Ware, Massachussets, en 1868 y elegida alcaldesa de Seattle en 1926. “Me voy con el trabajo a medio hacer, había que limpiar la ciudad y sigue estando aún muy sucia”, dijo al concluir su mandato.
Anne Hidalgo (1959). Se convirtió el 5 de abril de 2014 en la mujer con mayor poder municipal de la historia: preside la capital de Francia, París, con 2.200.000 habitantes, tras derrotar en la segunda vuelta a la candidata conservadora Nathalie Kosciusko-Morizet.
“Las puertas de entrada” a las presidencias municipales en México, eran, según las estudiosas: educación universitaria, carrera política previa, trabajo comunitario y antecedentes familiares en la política. Dos tipos de obstáculos limitaban su acceso al poder formal: institucionales y subjetivos. Institucionales: los partidos políticos obstaculizaban candidaturas femeninas. Subjetivos: ¿Cómo una mujer va a mandar en un municipio? O sea, “el techo de cristal” (barreras puestas por los partidos) y el “piso pegajoso”: ¿Podré, a pesar de ser mujer, gobernar?
Afortunadamente, ahora sí, el piso está menos disparejo: los partidos políticos tendrán que postular como candidatas a las presidencias municipales, a 50% de mujeres en cada Estado de la República, a partir de 2016.